El Consejo de seguridad nacional

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Aarón: Washington. D.C

Salí de la azotea sintiendo el peso de la nación en mis hombros, el destino de la capital y el de todas las personas que vivían en ella ahora estaba en mis manos. Baje las escaleras de mármol y ande por los pasillos del capitolio con aire resuelto, a cada paso que daba todas las personas a mi alrededor me miraban con desconfianza y temor. Se que muchos miembros del senado y del gobiernos siempre se han opuesto a que un niño de doce años ostente un puesto tan importante como el de secretario de Defensa y hasta yo en un principio estaba inseguro de si podría cumplir mi cometido como el encargado del ejercito de la nación mas poderosa del planeta, pero como me dijo el presidente Foster, si me eligió es por que cree que yo puedo hacerlo y aunque no creo que la situación actual sea buena se que esta es mi oportunidad de demostrarle a todos mis enemigos en el gobierno y el capitolio que yo soy mucho mejor que ellos y que si puedo desempeñar mi cargo con absoluta eficacia.

Abrí las puertas del capitolio y puse rumbo a mi limusina (sabéis puede sonar un poco superficial pero lo que mas me gusta de mi trabajo es la pedazo limusina que como miembro del gobierno me dan, es totalmente negra, toda la carrocería esta blindada, las ventanas y las lunas del coche están hechas de siete capas de once centímetros cada una de un cristal capaz de soportar el impacto directo de una bomba atómica lo que nos lleva a otra alucínate ventaja de mi vehículo, ¡es a prueba de radiación! también tiene bombonas de aire por si nos quedamos sin oxígeno, el vehículo tiene un ordenador que me permite controlar el armamento de la nación desde el, aparte de que la limusina esta equipada con armas de ultimo modelo, para mayor seguridad tengo un botiquín, desfibrilador y hasta un deposito de mi propia sangre por si necesito una transfusión, aparte la limusina tiene conexión a internet propia, televisión por satélite, una línea privada de comunicación directa con la casa blanca y el capitolio y barra libre de comida y bebida y solo por precaución un helicóptero armado y tres vehículos blindados llenos de agentes del departamento de defensa siempre siguen al vehículo, salvo cuando voy al instituto o a casa de alguno de mis compañeros de clase). Mire a Vladimir y le dije.

-Llama a el Consejo de seguridad nacional y diles que los quiero ver en diez minutos en el pentágono y si preguntan el por que diles que es un asunto de seguridad nacional. -el mayordomo asintió y me contesto.

-así se hará señorito Evans. -antes de entrar en mi asombrosa limusina le dije.

-Vladimir, una cosa mas, quiero que lleguemos al pentágono en dos minutos máximo. -el mayordomo me miro inseguro ante de contestarme.

-señor desde el capitolio el tiempo estimado de llegada al pentágono es de veinte minutos y eso si no hay trafico y precisamente con esto de la cúpula le puedo asegurar que habrá trafico, según mis cálculos tardaremos una hora en llegar y eso si por seguridad no cierran las carreteras principales, si eso llegara a pasar nos podríamos tardar  toda la tarde para llegar al pentágono. -suspire cansado y le sonreí con seguridad a mi empleado.

-eso seria si fuésemos a velocidad normal. -Vladimir me miro confuso antes de darse cuenta de lo que le estaba diciendo.

-señor ¿no estar pensando en usar los turbo propulsores de la limusina? ¿verdad?-mire con una sonrisa a mi mayordomo.

-¿tu que crees Vladimir? -el mayordomo me miro cansado y me respondió.

-pienso que va a hacer otra de sus locuras que según usted son por el bien de la nación, pero déjeme decirle una cosa si conecta los reactores aumentara el caos que ya reina en la capital y provocara muchísimos accidentes de trafico que podrían acabar con la vida de cientos de personas ¿esta dispuesto a asumir ese riesgo por salvar al gobierno? -mire a mi ingenuo mayordomo.

Las Crónicas de Fuego: los cuatro príncipes del infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora