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Me senté sin ganas algunas en uno de los lugares vacíos, junto a Oscar y Alfonso se puso enfrente de mí. No me quitaba el ojo de encima, yo sin embargo mantenía mi vista fijada en aquella mesa llena de copas, aún así notaba su intensa mirada. De pronto recordé la canción que sonó la noche anterior en el local que Alfonso y yo celebramos mi cumpleaños…

“Aléjate de mi amor.... Yo que aún estas a tiempo.... No soy quien en verdad parezco.... y perdón no soy quien crees, yo no caí del cielo.”

Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro y me apoye en el respaldo de aquella silla, volviendo a la realidad. Oscar me invito a bailar, yo no tenía demasiadas ganas pero quería moverme de allí. Él a cada movimiento intentaba acercarse a mí más, Alfonso seguía analizándonos, cerré los ojos por un momento, suspire y cuando los volví a abrir tome de la mano a Oscar y lo saque al exterior.

- ¿Te ocurre algo? – Negué - ¿Segura?

- Te dije que me iba a pensar lo nuestro – Asintió – quiero darte otra oportunidad. Pero eso no quita que necesito que vayamos despacio.

- ¿Estas hablándome en serio?

Asentí, hasta yo pensaba que aquello tenía que ser una estupida broma, pero lo estaba haciendo. Se aproximo poco a poco a mí, elevo mi rostro y junto sus labios con los míos. Aquel pequeño contacto duro un corto espacio de tiempo hasta que Cristian comenzó a gritarnos desde la entrada del local. Todos estaban saliendo hacía afuera y Alfonso mantenía la mirada apartada.

- ¿Volvieron? – Christopher se acercó para felicitar a Oscar – Ojalá y esta vez no la descuides.

- Felicidades hermano – Alfonso se acercó a nosotros y cuando me estaba dando dos besos me susurró – tenemos que hablar.

- Ni lo sueñes.

- ¿Qué dijiste mi amor?

- No nada, mañana tenemos que trabajar. Yo me voy para mi casa.

Todos nos marchamos a nuestras respectivas casas, Maite había querido hablar conmigo pero no habíamos tenido un momento a solas para hacerlo. A los pocos minutos de haberme puesto el camisón tocaron a la puerta. Abrí y al ver que era Alfonso quien estaba atrás fui a cerrarla, él situó su mano evitándolo y paso cerrando de golpe.

- ¿Por qué te comportas como una cría?

- ¿Perdona? Se te olvido comentarme ese gran detalle en tu vida ¿no? Verónica se llamaba creo.

- Ponte a pensar… - Se acercó a mí pero yo me aleje, hasta que me quede en la pared apoyada - ¿Qué diferencia había entre tú y yo? Yo sabía que tú estabas con alguien y que me utilizabas, yo fui tu amante y tú has sido también el mío. No entiendo porque tu reacción.

- Sí, tú sabías que había alguien pero yo no. Podías haberme contado un mínimo de todo esto pero no. Mejor encontrármelo de pronto y quedarme con cara de estupida.

- Any – La palma de su mano se situó en mi mejilla y cerré los ojos – yo no sabía que Verónica iba a venir. Perdona se que no fue la mejor manera de que supieras de ella y que tampoco la debí haber llevado al local.

- Eso es lo de menos… - Abrí los ojos, sin evitar que mis ojos se humedecieran – yo te necesito, no puedo evitar el estar lejos de ti.

- Yo también – Sus labios buscaron los míos y su mano comenzó a descender por la suave tela – déjame quedarme esta noche aquí.

- ¿Qué pasará luego?

- Ahora no pensemos en eso… tan solo siente.

Sus labios descendieron por mi cuello. Lo odiaba, y quería que se marchara pero también deseaba que se quedara conmigo. Su mano bajo por mi vientre hasta mi pierna, allí su mano rozo cuidadosamente mi piel y suspire. Me tomo en brazos y subió hasta el piso de arriba, se introdujo en mi habitación y me tumbo en la cama. Encendí la pequeña lámpara que había en la mesa de noche y me incorpore un poco mientras observaba como él se quitaba completamente su ropa. En cierta medida estaba bloqueada, él se fue tumbando sobre mí haciendo que me tumbara, después comenzó a deslizar su mano por dentro de mi camisón y mi piel se erizó.

- Odió todo lo que me produces.

- ¿Todo?

Bajo la suave tela que cubría mis pechos y comenzó a lamerlos y jugar con ellos. Incorpore una de mis piernas, acercándolo más a mí… Esta vez iba con especial cuidado. Las yemas de sus dedos avanzaban realizando un recorrido perfecto de cada curva de mi cuerpo, conociéndolo a la perfección. Me incorporé un poco y me puse sobre él, me le quede mirando por un momento. Situó sus manos en mi cadera y toco mi mejilla, lo sonreí y él me la devolvió. Me quite el camisón y lo tire al suelo, su masculinidad rozaba mi sexo, yo me incline y comencé a besarlo a la vez que movía mi cuerpo lentamente sobre el de él.

Su mano descendió hasta mi entre pierna la cual estaba ya humedecida y soltó un leve gemido. Mordí mi labio inferior y con un pequeño movimiento introduje su miembro en mí, él no retiro su mano, al contrario, a la vez que me penetraba hacía pequeños movimientos circulares en mi clítoris. Aumente la velocidad, me tomo de la cintura, me dio la vuelta de nuevo y tras apoyar sus dos manos en el colchón volvió a penetrarme. Solté un grito que se pudo oír por toda la casa y me agarre a su espalda. Cuando estaba a punto de alcanzar el clímax se detuvo y bajo hasta mi sexo. Su lengua comenzó a recorrer mis labios vaginales, después la pude sentir en mi entrada y finalmente en mi clítoris. Mis piernas comenzaron a temblarme y en tan solo unos segundos estallé.

Alfonso situó una vez más mis piernas en sus hombros y volvió a penetrarme. Tenía doble sensación que desapareció cuando él estallo dentro de mí. Su calor se apodero de mi cuerpo y trago saliva mientras humedecía sus labios…

- No se que me hiciste… - Lo miré aún aturdida – hacía mucho tiempo que no me sucedía algo así. Voy a por agua, ¿Quieres algo?

Negué y bajo a la cocina. ¿A que se refería exactamente con aquello? Cuando regresó no encontré las palabras adecuadas para preguntarle, los dos estábamos cansados y agotados por lo que nos tumbamos el uno junto al otro y nos quedamos dormidos. Cuando me desperté Alfonso estaba junto a mí, abrazándome, miré el reloj y me levanté… no llegaba al trabajo. Con el movimiento él se despertó y se sentó a la vez que me miraba.

- ¿Qué hora es?

- Tarde – Poniéndome unos pantalones – tu hermano me va a matar.

- No lo creo… Any ¿Puedo pedirte algo? – Asentí a la vez que seguía poniéndome una camisa – No dejes que te toque.

Ante aquella petición me pare en seco y lo miré. ¿No quería que su hermano me tocara? Lo sonreí ingenua y continué vistiéndome, ¿Cómo se supone que lo iba hacer si ayer había vuelto con él?

- No tienes derecho a pedirme eso…

- Lo tengo y lo sabes.

- Vamos Alfonso, tú también tienes pareja y deberías saber que eso es casi imposible. ¿Qué se supone que le voy a decir cuando intente acercarse a mí?

- Lo que quieras, como si quieres inventarte algo – Se levantó y se acercó a mí – solo te pido eso.

- Tengo que irme… - Me aleje de él y me fui hasta la puerta de mi habitación – luego hablamos. Puedes quedarte el tiempo que necesites, luego tan solo cierra la puerta, eso sí… No traigas aquí a tu novia.

Levándonos por la pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora