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- Nadie entrara sin que yo le de paso… ni mi padre lo haría. Ahora… - Me tomo de la mano y se sentó en su sillón – debería comenzar a obedecer a su jefe.

- Soy buena empleada – Me senté en sus piernas y el llevo sus manos a las mías – pero tampoco te pases porque puedo denunciarte por explotación.

- Suena tentador… ¿Te parece bien veinticuatro horas al día, soportándome, besándome, deseándome? – Comenzó a besar mi cuello, yo ya podía sentir su erección en mi entre-pierna – Siempre puedes reclamar, pero no te aseguro que te hagan caso.

- Creo que serás tú quien tendrá que soportarme señor Herrera.

Baje la cremallera de su pantalón y toque su miembro por encima de la ropa interior. Él comenzó a recorrer mis piernas hasta mis glúteos, clavando sus dedos en el. Comencé a lamerle el lóbulo de la oreja a la vez que realizaba pequeños movimientos con la cintura, él se estremeció.

- ¿Sabes? Me encanta tanto hacerte enloquecer y disfrutas tanto cuando te hago esto…

Sin más me levanté lentamente, introduje la mano dentro de su bóxer y saque su miembro. Rápidamente deslice mi lengua por el y Alfonso suspiro a la vez que se aferró más al sillón. Realice un pequeño recorrido con mis manos por su vientre hasta su masculinidad que inmediatamente humedecí. En ese momento el teléfono de su oficina comenzó a sonar, me indico que parara por un segundo y tras carraspear contesto la llamada. Él había comenzado y yo no iba a parar, por lo que introduje su miembro por completo en mi boca y deslice mi lengua por el glande presionando…

- Ajam… - Cerrando los ojos y deseando colgar – no se preocupe, estará listo para esa hora.

Me miró y lo sonreí divertida, mientras seguía provocándolo. Cuando colgó una pequeña sonrisa apareció en su rostro y acaricio mi mejilla.

- Eres de lo peor…

Se puso en pié, lanzo los papeles que había en su mesa al suelo y me sentó en su escritorio. Paso una de sus manos por mi cintura y la otra comenzó a deslizarla por el canalillo que dejaba ver mi blusa.

- Alfonso – Celina estaba tocando a la puerta - ¿Esta todo bien? Se escucho un ruido.

- Todo esta bien Celina – Gritando para que lo escuchara, después me susurro – mas que bien.

Levanto mis brazos y me quito la camisa, después su mano se detuvo en mi pecho. En su despacho había una cristalera inmensa que daba al exterior pero era tan alto el piso que era imposible que alguien nos viera.

Tenía la necesidad de sentirlo ya por lo que introduje la mano en la cartera que llevaba en su pantalón y saque un preservativo. Lo abrí y lo coloque en su pene, él me acercó hasta la orilla, abrió mis piernas y lo introdujo por completo en mí. Solté un gemido que él callo besándome, su lengua realizo un recorrido por la mía a la vez que movía su cadera insistentemente. El lugar y el momento hizo que los dos alcanzáramos el clímax antes de lo normal. Él estaba dispuesto a seguir pero me puse en pie, tome mi blusa y le sonreí.

- Tienes trabajo… - ¿Te importa si después de ayudarte a recoger esto me voy a echar un vistazo por la ciudad? – Él negó, pero sin embargo no lo veía muy convencido - ¿A que hora quieres que vuelva?

- A las ocho saldré de la oficina, pero vete ya antes de que me arrepienta.

Hizo amago de cogerme de nuevo por la cintura y me aparte bromeando, él me sonrió y tras guiñarle el ojo salí de la oficina. Cuando iba saliendo vi en uno de los pasillos a Sebastián, me daba pavor el saber que aquel hombre era el padre de Oscar y Alfonso por lo que salí sin que me viera. Pase a algunas tiendas de la ciudad, entre ellas a una erótica en la que compre algunos complementos para sorprender a Alfonso. Antes de las ocho fui a buscarlo de nuevo, lo esperé en la calle pero bajo acompañado de una señora. Lo llevaba tomado del brazo y se reían entre ellos, Alfonso me vio y se acercaron los dos a mí.

Levándonos por la pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora