Rasguños.

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Día 17.

Thomas se encontraba camino a casa. La lluvia había llegado a la ciudad y el no poseía ningún paraguas para protegerse de las gruesas gotas que lo perseguían desde que había salido del trabajo.

Para cuando llego a casa, ya estaba desprendiendo pequeñas gotas de agua de su cabello y de su ropa. No le molestaba realmente, la lluvia le gustaba, pero era molesto usar ropa mojada.

En cuanto entró a su apartamento, fue dejando sus cosas esparcidas por el suelo al caminar. Su inseparable suéter, sus zapatos, aquellos desgastados pantalones, su camiseta... Término andando descalzo y con solo su húmeda ropa interior, eso le bastaba para dormir tranquilo. Sin prisas se dirigió a su cama y tras batallar un rato con las sabanas, logro acurrucarse en estas. Vivir solo tenia sus ventajas.

El monstruo no llegaría esa noche, el mismo se lo había pedido para descansar y dormir como había necesitado tanto.

De alguna manera, Thomas se sentía un poco culpable por haberlo hecho, pero trataba de no torturarse demasiado por ello.

Los minutos pasaban, minutos que luego se convertían en horas y Thomas no podía dormir. Había llegado a acostumbrarse a dormir tarde gracias a la visita del monstruo, y sin él, el lugar no sólo parecía vacío,  sino que provocaba un extraño sentimiento de que ahí faltaba algo importante para que fuera su hogar.

Fue casi un alivio para el humano el escuchar unos pequeñísimos rasguños que parecían ser hechos en madera. Thomas sonrió,  el monstruo siempre provocaba esos sonidos al acariciar la madera de la puerta del armario.

Era una lastima que el ruido no viniera del armario.

Nada pudo preparar al humano de lo que vendría a continuación, cuando el monstruo debajo de su cama acarició sus pies antes de jalarlos y arrastrarlo.

Querido Monstruo En El Armario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora