Al entrar en el establecimiento, las manos de Sebastian comenzaron a sudar, sus dedos a temblar.
A cada paso que daba, sentía sus rodillas querer doblarse y su respiración entrecortarse más. Estaba nervioso, demasiado, a decir verdad.
Pero, ¿cómo rayos no estar nervioso? Estaba a punto de invitar al niño más caprichoso, extraño y lindo que podía haber en esa escuela, a una cita.
El día de ayer, apenas llegó a su casa, estuvo practicando mil veces al espejo los posibles monólogos que tal vez tuvieran. Y, para su mala suerte, todos parecían ser negativos.
Gracias a eso, comenzaba a flaquear su idea de hacerlo.
¿Qué le diría? ¿De qué manera lo invitaría? Ni siquiera sabía a qué parte de la ciudad lo llevaría... ¿Y si preguntaba a dónde irían? ¿Qué haría?
Decidió alejar todo pensamiento negativo de su mente y suspirar profundo, antes de poner un pie dentro del salón de clases.
Cualquier clase de conversación imaginaria que estaba teniendo con su mente, se esfumó en cuanto sus ojos se posaron sobre el chico que estaba sentado en el penúltimo asiento de la fila, contra la ventana.
Le fue inevitable sonreír al verlo, porque era simplemente hermoso. Magníficamente hermoso. Tan despreocupado, mirando con interés lo que estaba más allá de aquel cristal. Su rostro con una expresión relajada, sus ojos brillando gracias a los tenues rayos del sol, que resaltaban aún más las claras matices zafiro de ellos. Cada una de las hebras negro-azuladas de su cabello, colocadas en los lugares más adecuados de su cabeza, dándole un peinado perfecto.
Sus uñas celestes golpeaban constantemente la superficie de su pupitre, causando un ligero golpeteo cada vez que tocaba la madera, que se escuchaba entre el leve barullo de la gente y el cantar de los pájaros.
La belleza que irradiaba, a su vez, pedía a gritos "¡Invítame a una cita!", o al menos era lo que Sebastian pensaba.
Entonces, creyó que era el año, el mes, el día, la mañana, el momento perfecto para acercarse y hacer lo que quería.
Respiró hondo, acumulando la mayor cantidad posible de aire en sus pulmones, que soltó momentos antes de ocupar su mesa correspondiente.
—Hola, Ciel —lo saludó, como habitualmente lo hacía.
El recién nombrado se volteó, apoyándose apenas en el respaldo de su silla y sus codos sobre la mesa del azabache.
—Hola —correspondió, levantando apenas las comisuras de sus labios, para esbozar una sonrisa que, a ojos del mayor, era fascinante.
—¿Cómo estás? —preguntó, sin saber qué más decir.
—Perfectamente bien, como todos los malditos días —respondió, con notable irritación—. ¿A qué se debe esta conversación tan mediocre?
—Me sorprende que alguien tan lindo como tú pueda insultar —comentó divertido, sonriendo satisfecho al ver las sonrosadas mejillas del menor.
— ¿Qué es lo que quieres, Sebastian Michaelis? —indagó, entrecerrando los ojos—. Estoy seguro de que te traes algo.
«¿Además de ganas de besarte ahora mismo?», pensó, pero no se atrevió a decirlo.
—Bueno, me gustaría proponerte algo —dijo, mientras Ciel lo miraba expectante—. Ya sabes... Ir a... Tú y yo...
El ojizarco alzó una de sus definidas cejas, reprimiendo las ganas de reír ante la torpeza del chico.
—¿Ir a...? —interrogó, aprovechando la situación. Tenía el leve presentimiento de saber qué le preguntaría el más alto.
—La verdad, no tengo idea —admitió, dejando escapar su frustración mediante un suspiro—. Sólo quiero ir contigo a cualquier parte, no importa dónde.
—¿Algo así como... una cita? —se atrevió a preguntar, arrepintiéndose segundos después.
—Justamente, una cita —afirmó, algo entusiasmado—. Quiero tener una cita contigo.
—Oh —musitó, pasando saliva. Sin querer demostrar lo avergonzado que se sentía, le rogó a todos los santos por que sus siguientes palabras no se escucharan temblorosas—. ¿Te parece que esa es la manera correcta de invitar a alguien como yo a una cita?
Sebastian agradeció que el muchacho mantuviera su actitud arrogante, incluso en una situación como ésta.
—Bien, entonces... —comenzó, limpiando sus manos sudadas en la tela de su pantalón—. ¿Te gustaría venir conmigo, a la cita más fabulosa que tendrás en tu vida?
El joven de mirada azulina sonrió complacido, antes de dar su obvia respuesta:
—Me encantaría.
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G(IRL)AMES ✧ sebaciel
FanfictionCiel es un chico normal de secundaria al que le gustan los colores pasteles y juegos de vestir, y Sebastian lo encuentra más curioso de lo que debería. En este caso, la curiosidad no lo mata, sino unos labios con gloss que une sus vidas de la forma...