♡ e s p e c i a l d e n a v i d a d ♡

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—¡Cárgame, papá! ¡Yo quiero colocar la estrella! —Se escuchó el infantil grito de la niña, mientras estiraba los brazos hacia arriba.

—De acuerdo, princesa. Sostente fuerte.

Sus grandes ojos miel cargados de inocencia, derritieron por completo el corazón de Sebastian, quien obedeció la exigencia de su hija y la tomó entre sus brazos. Por su parte, Ciel se dedicaba a observar con una pequeña sonrisa la escena; aunque no lo dijera jamás en voz alta, también le enternecía en sobremanera.

En cuanto las piernas de la infante quedaron colgadas a cada lado de los hombros del azabache, el ojizarco le tendió dicha estrella dorada, que fue tomada por ambas manitos de la pequeña.

Con su lengua sobresaliendo del extremo derecho de sus finos labios, colocó el adorno —con la torpeza característica de un niño— sobre la copa el pino de plástico. Al terminar, el más alto la dejó con delicadeza sobre el suelo, y ella no dudó en ir corriendo a abrazar a su segundo padre; o más bien, madre.

—¡Lo hiciste, Livvy! —exclamó Ciel, mientras acariciaba con ternura el cabello oscuro de la niña—. Quedó precioso, ¿no crees, Sebastian?

El aludido bajó la mirada, observando a las dos personas que estaban mirándolo. Ciel y Olivia, la razón de su felicidad.

Fue entonces cuando se cuestionó, ¿hace cuántos años estaba esperando algo así?

Recordó lo feliz que se sintió al ver a su prometido caminar hacia el altar, con un ramo entre sus manos y ese vestido blanco que siempre soñó con usar. Lo rápido que latía su corazón al decir sus votos, las veces en las que su lengua se trabó y se negó a seguir pronunciando las palabras con claridad. El hermoso sonrojo que tenía Ciel al decir el acepto, lo suaves que se sintieron sus labios al darse el primer beso como una pareja de casados. Los aplausos y gritos de la bola de amigos y familiares extraños que tenían, pero que estuvieron ahí para apoyarlos en el momento más importante de sus vidas. El arroz que quedó entre las hebras de su cabello luego de salir, el ramo que salió volando de las manos de la novia y que fue a germinar en una disputa entre Alois y Grell. La noche de bodas, en las que reafirmó su promesa de cuidar para toda la eternidad a su amado. La luna de miel, en la que se enamoraron aún más y confirmaron que casarse era lo mejor que pudieron hacer.

Porque sí, para ambos chicos, el haberse elegido mutuamente era algo de lo que no se arrepentían. Nunca lo harían. Sebastian estaba hecho para Ciel, y Ciel hecho para Sebastian. Desde aquel día en que se conocieron, en sus lejanos días de secundaria, sus corazones habían sido flechados y el destino escrito: ellos estaban destinados a estar juntos. Y lo sabían.

A pesar de todas las complicaciones que se interpusieron en el camino, como lo reacia que se mostraba la madre de Sebastian, problemas económicos, el papeleo para casarse por civil, los problemas que conllevó la boda, el empezar una vida juntos, y por último la adopción de una niña. Nada había sido fácil.

Pero había algo que estaba más claro que el agua, todo eso había valido la pena. Cada risa, cada llanto, cada grito, cada discusión, cada reconciliación y cada momento juntos. Todo. Lo bueno, lo malo; lo no tan bueno, lo no tan malo.

El rechazo, las dudas, el miedo... Todo eso quedó zanjado en el pasado. Y aunque todavía les quedaba una larga vida por delante, y a de seguro la incertidumbre y las tormentas volvieran a tocar su puerta otra vez, pero ellos estaban bien.

Eso era lo que pensaban, mientras sus miradas se fundían una con la otra. El carmín de Sebastian, hundiéndose en lo profundo del océano azul de Ciel. Hasta que una mancha marrón se unió a ese juego de miradas, como si pudiera percibir la linda conexión que había entre ellos dos. Y es que, en realidad, no hacía falta hacer más que notar la forma en la que ambos se miraban para saber qué estaba pasando; sus ojos desbordaban amor.

Felicidad no es una palabra suficiente para explicar el ambiente de aquella habitación, donde el tiempo parecía haberse detenido mientras los tres observaban el gran árbol de Navidad. Las luces de colores titilaban, maravillando a Olivia, quien se mantenía en silencio; fascinada por la vista que tenía en frente.

Ciel se acercó a ella y, gracias a su baja estatura, pudo abrazarla con facilidad. Ella no se inmutó. Casi por inercia, el pelinegro se sumó al abrazo, aunque este tuvo que agacharse un poco para poder abrazar la cintura de su ahora esposo.

La vocecita de la castaña llamó la atención de los dos, sacándolos de su pequeño trance.

—Oye, ma. ¿Vamos a jugar al videojuego que me mostraste ayer? —preguntó, esbozando una sonrisa que dejaba ver sus perlados dientes de leche.

Y ahí estaba. El recordatorio de que, al fin y al cabo, nada había cambiado. Ciel aún amaba la ropa de mujer, y seguía jugando a juegos de niñas. Sí, quizás no era el mismo de hace años atrás, pero la estética no cambiaba demasiado.

—Uhm, claro —accedió Ciel, complacido. Estaba claro que le encantaba compartir sus conocimientos con respecto a los juegos de chica; aún los jugaba, puesto que aún los amaba. Eran su distracción o, como dice Sebastian, obsesión.

—No quiero que mi hija se obsesione con los juegos de niña como tú. Luego los jugará aunque tenga más de veinte años —comentó divertido el mayor, mirando con una sonrisita burlona al peligris.

—Cierra la boca —contestó el otro, rodando los ojos—. A menos que sea para jugar también.

—¿Papi jugará también? —indagó emocionada Olivia, agitando feliz sus manitas.

Y mientras Sebastian asentía calmadamente con la cabeza, no pudo evitar pensar en que ya no estaba enamorado de un obsesionado de los videojuegos de niñas... sino de dos.

♡♡♡

He aquí mi regalo de Navidad para todas ustedes, guapas. Gracias por haber seguido esta historia (que lamentablemente terminó) que tanto disfruté escribir, y que espero que hayan disfrutado leer.

Decidí subir esto porque me hacía mucho ruido que este fic haya quedado tan inconcluso, así que les doy un pantallazo de lo que vendría a ser la vida de ellos luego de todo lo que pasó.

Y bueno, no me queda nada más que decirles; sólo puedo agradecerles. Muchísimas gracias por haber leído la obra y, si todavía la tienen en su biblioteca, esta nueva parte.

Perdonen si tiene errores o algo, pero la verdad es que termino de escribir esto exactamente a las 05:26 AM, porque se me vino la inspiración.

En fin, que tengan una linda Navidad y un próspero Año Nuevo. Les deseo lo mejor a cada una de ustedes. 💕

G(IRL)AMES ✧ sebacielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora