♡ o n c e ♡

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Por quinta vez en la semana, Ciel estaba tratando de controlar los celos que no dejaban de depositarse en cada una de sus terminaciones nerviosas. La punta de sus dedos golpeaban con impaciencia la superficie de madera de su pupitre, mientras su fulminante mirada azulina se mantenía clavada sobre la escena que tenía a pocos metros. 

Una adolescente, bastante bonita a decir verdad, estaba hablando con Sebastian. No, más bien, estaba coqueteándole. O peor aún, estaba invitándolo. ¿A dónde? Al baile, que el director anunció la semana pasada, y que se realizaría dentro de un mes.

La temática del baile ese año, era que las mujeres debían invitar a los hombres. Pero, a Ciel le parecía absurdo. Mucho más cuando tan sólo una semana pasó desde que aquello se supo, y al menos cinco compañeras de clase quisieron que Sebastian las acompañara. 

Pero, era totalmente comprensible. Sebastian era alto, guapo, su cabello era perfecto, sus ojos únicos. Sus notas altas, era educado, correcto y tenía habilidades para hacer lo que sea. Él, hablando mal y pronto, era el chico perfecto. Ese que todas querían como pareja.

Por esa y muchísimas más razones, era inevitable que el azabache tuviera una larga fila de alumnas que quisieran que él fuera su acompañante en el último evento escolar del año: El tan esperado baile de graduación.

Ese por el que todas las chicas se esmeraban en ir bonitas, compraban los vestidos más caros, los zapatos más altos y aplicaban maquillaje en montón sobre sus rostros. Y, por supuesto, esperaban ir con el chico más apuesto de la clase. Soñando mucho más alto, quizás, con la posibilidad de ser coronadas las "reinas del baile".

Volviendo al comienzo, si las miradas mataran, entonces la muchacha que hablaba con Sebastian ya estaría muerta. No obstante, ella estaba demasiado ocupada tratando de parecer linda, como para notar como un par de ojos zafiros penetraban en su espalda. 

Sin embargo, Sebastian observaba con algo de diversión al dueño de todos y cada uno de sus pensamientos. Quien, evidentemente, estaba extremadamente celoso. Tampoco era difícil darse cuenta de aquello. Sus cejas estaban juntas, el ceño fruncido y una expresión que llegaba a dar miedo. 

Aquello le hacía algo de gracia, siendo que él se dedicaba a escuchar las propuestas que le hacían, para luego rechazarlas de la forma menos dolorosa posible. Tal y como hizo con la joven que le habló hace unos segundos.

—Mi amor  —lo llamó Sebastian, siendo que no pudo hablar con Ciel antes de que la chica lo atacara con preguntas apenas ingresó al salón—. Me extrañaste, ¿no es así?

El aludido siquiera le dirigió la mirada, y fingió ignorarlo mientras pasaba sus dedos por la pantalla de su celular, aunque no estuviera prestándole atención a ello. 

—¿Oh? Creo que sentí una brisa chocar contra mi cuello —respondió con sarcasmo el menor, sin tener la mínima intención de hablar con él.

Sebastian suspiró, sabiendo que no había nada que pudiera hacer por el momento. Tan sólo le quedaba esperar a que su enojo se dispara, de otra forma era probable que complicara más las cosas y que Ciel terminara aún más furioso. 

De ese modo, sin recibir más que rechazo por parte del chico, pasaron las primeras horas de clase. Al tocar el timbre que anunciaba el fin del primer receso, Ciel estaba lo suficientemente calmado como para mirar a Sebastian a la cara. Pero, en ese mismo instante, quería golpear la de la nueva pretendiente que tenía hablándole al mayor justo detrás suyo. 

Lo que menos necesitaba y quería Ciel, era escuchar como alguien más le coqueteaba indiscriminadamente a la persona de la que estaba actualmente enamorado. Y por más que no fueran una pareja oficial, o tuvieran una etiqueta de "novios", el ojizarco consideraba a Sebastian como suyo. Sólo él podía abrazarlo, besarlo, decirle al oído cuánto lo quería y coquetearle. Incluso, si fuera posible, se proclamaría la única persona que podía respirar cerca de él; así de posesivo era... Lo cual él era terriblemente tóxico, claro está.

Sin querer ver o escuchar más, se levantó de su asiento, con la mera escusa de aclarar una de sus dudas con respecto a los ejercicios de física. Fue entonces que, caminando hacia el escritorio, una idea pasó por su cabeza; entrelazada con sus deseos de venganza. 

Obviamente, no pasó desapercibido para Sebastian la manera en la que se aproximaba al profesor. La cercanía de sus rostros lo ponía nervioso desde la distancia, mientras buscaba una rápida forma de acabar con la conversación que tenía con la joven. 

—Tengo que irme  —pronunció, restándole importancia a la pregunta que le hizo.

Sin darle tiempo a que insistiera, se alejó de ella. Tenía algo más importante que hacer.

—Disculpe, profesor, necesito hablar de algo muy importante con él —habló Sebastian.

Tomó a Ciel de la mano, y lo arrastró fuera del aula. Ignorando las protestas del menor, lo llevó hasta un lugar apartado de la escuela. 

—¿Qué haces, Sebastian? ¿Acaso estás buscando que nos pongan una suspensión? —indagó, aunque eso fuera lo menos relevante en ese momento—. Porque si es así, deberías dejar que vuelva a... 

—¿Qué estabas haciendo tú con el profesor? —le interrumpió, cruzándose de brazos. 

—Simplemente fui a preguntarle algo, mientras tú coqueteabas con aquella chica —se defendió, dispuesto a mantener su postura. 

—Vamos, Ciel —Suspiró con frustración, entendiendo a qué venía todo aquello—. Sabes que no quiero nada con ninguna de ellas, sólo que... 

—¿Sólo que se te pegan como garrapatas, y tú las tratas... de esa forma? —inquirió, rodando los ojos y dirigiendo la mirada a sus uñas—. Y luego vienes a reclamarme, como si realmente fuéramos algo —finalizó. 

—¿No somos nada? —musitó, tras varios segundos en un incómodo silencio—. ¿Lo que tenemos no significa nada para ti? ¿Eso es lo que intentas decirme? 

—No, yo... —quiso retractarse, al darse cuenta del error que cometió. 

—Está bien —dijo, obligándolo a callar—. Ya me ha quedado claro, Ciel... Esto no iba a funcionar de esta forma.

Dicho eso, dio la media vuelta y se marchó. Dejando a Ciel con ganas de golpear unas mil veces su frente contra la pared, por la discusión que sus estúpidos celos ocasionaron. 

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Lección número 7484 de la vida: los celos y la posesión son TÓXICOS, y sólo traen problemas.

G(IRL)AMES ✧ sebacielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora