El calor era evidente en la corriente época del año, en ese día, en el preciso momento en que Sebastian caminaba hacia la escuela, con el sol pegando sobre su cabeza.
Mientras caminaba con pesar por los corredores del instituto, maldecía internamente el caluroso clima. Pero, en cuanto puso un pie dentro del aula de clases, se retractó completamente de lo que pensó. Es más, consideró la idea de hacer un altar en honor al verano.
Porque si el calor implicaba a Ciel usando un bonito short, que dejaba a la vista sus níveas y finas piernas, ¡¡bienvenido sea el verano!!
—Hola, mi amor —saludó el azabache, luego de asegurarse de que las únicas personas en el salón fueran él, Ciel y Alois.
«De algo vale la pena llegar temprano», pensó.
Tras un corto y dulce, beso en los labios, Sebastian se sentó en el pupitre detrás de su casi-novio.
A pesar de que tuvieron una cita, se besaran y trataran como pareja desde entonces, no lo eran. Lo que había entre ellos no era algo oficial, más bien era un tierno y placentero secreto entre ellos. De todas formas, a ninguno de los dos le molestaba que así fuera, por el momento deseaban mantenerlo de esa manera. Después de todo, se estaban ahorrando los problemas que podría conllevar hacerlo público. El rechazo, la intromisión de terceros, cosas que simplemente complican una relación.
Las conversaciones entre los tres chicos comenzaban normal, con temas triviales. Después, discretamente, Alois se sentía descolocado. Quizás, desde el momento en que Ciel tomaba su celular y comenzaban a jugar a su juego favorito. Ese mismo que juega hace tantos meses, cuando el año comenzó. Puesto que ahora, faltaban menos de tres para que finalizara.
En fin, Ciel y Sebastian se encerraban inconscientemente en su burbuja, llena de chistes y comentarios estúpidos e inteligentes por parte de ambos.
Y, a la hora en que el profesor hacía acto de presencia junto a los alumnos restantes, empezaban a extrañarse. Hasta que el timbre del receso sonaba.
Pero, el docente encargado de enseñar química, arruinó sus planes. Desde el momento en que anunció que utilizarían el laboratorio de la escuela.
Un suspiro se elevó entre el bullicio acumulado en el aula, proveniente de los labios del ojizarco, quien pensó que su día ya estaba estropeado. Odiaba la materia, y mucho más el laboratorio; por su asqueroso olor a químicos y desinfectantes, similar al de un hospital.
Lo único bueno de aquello, era que el trabajo práctico se realizaba en parejas. Por lo que, luego de una mirada y sonrisa cómplice, Sebastian y Ciel ocuparon uno de los mesones al igual que los demás.
Probablemente hubiesen sido el mejor equipo si prestaban atención y realizaban el experimento al pie de la letra, siguiendo las indicaciones del profesor. Si no fuese por obra de Sebastian, que parecía esmerarse en distraer al más pequeño.
Una de sus manos se deslizó con sigilo hasta abajo de la mesa, donde se encontraban las blancas —y tentadoras, según Sebastian— piernas de Ciel. No tardó en deslizar la yema de sus dedos por la suave piel del menor, quien le lanzó una mirada asesina al de ojos carmines. Sin embargo, este último notó el estremecimiento que causó y sus vellos erizados. Gracias a eso, se negó a detener el suave recorrido de caricias, e incluso se tomó el atrevimiento de colarse por la tela lila de sus pantaloncillos.
—¿¡Q-Qué crees que haces, idiota!? —exclamó en un susurro, ganándose una expresión divertida por parte de Sebastian. Estaba disfrutando al máximo la situación.
Se encogió de hombros, restándole importancia, por más que se encontrara tanteando el encaje del borde de su ropa interior. Y, cuando Ciel creyó que iba a apartar su mano, esta se adentró parcialmente por debajo de sus bragas rosadas de algodón. Por inercia, apretó sus muslos y un extraño ruido procedió de su boca.
El profesor lo miró con preocupación, debido al notable color carmín en sus mejillas. Se acercó y, simultáneamente, el azabache quitó de forma disimulada su mano de allí abajo. Mientras que el hombre posó la suya sobre la frente de Ciel, confirmando que estaba acalorado.
—Ciel, ¿te sientes bien? —preguntó con fingida inquietud, siendo consciente de que quizás sus ganas de reír se notaban a kilómetros.
—N-no —contestó, parándose de su lugar—. A decir verdad, estoy... descompuesto.
—Ya veo —dijo el profesor, analizando la situación—. Ve al baño a mojarte la cara, y que tu amigo te acompañe.
Luego de asentir con la cabeza, ambos chicos se dirigieron casi corriendo al baño, sin pronunciar palabra alguna. Al cerrar la puerta, Sebastian supo que su acompañante lo regañaría y no estuvo equivocado.
—¿Por qué rayos hiciste eso, imbécil? —indagó, titubeante—. El profesor podría habernos descubierto, o cualquier otra persona del cur...
—Oh, con que eso era lo que te molestaba —comentó con picardía, logrando que Ciel enrojeciera aún más—. No te preocupes, aquí nadie nos verá.
Dicho eso, se acercó peligrosamente a Ciel, quien, a su vez, daba pasos hacia atrás. Estuvo obligado a parar, en cuanto su espalda chocó contra el lavabo. Terminó sentado sobre él, cuando Sebastian lo tomó por los muslos e hizo que lo rodeara con sus piernas. De forma inmediata, sus labios se unieron en un fogoso y apasionado beso, al cual el ojizarco no pudo resistirse y no dudó en corresponder.
Nuevamente las manos del azabache se sumaron al candente juego, tocando su espalda y bajando por ella hasta el lugar en donde pierde su nombre. Podría haber seguido, si no se hubiese exaltado por los pasos que se escucharon provenir del otro lado de la puerta.
Se separaron bruscamente, segundos antes de que el profesor ingresara al baño. Ciel fingió enjuagar su cara con agua fría, mientras "su amigo" le palmeaba la espalda a modo de confortación.
Ciel explicó que se sintió mal por el repentino pico de calor, pero que se encontraba en mejor estado. Su superior le creyó, y volvieron para terminar con la actividad asignada.
No obstante, Ciel se negó rotundamente a hablar más de lo necesario con el mayor, debido a la vergüenza. Sebastian, por el contrario, se dedicó exclusivamente a bromear al respecto por lo que restó del día; obteniendo como resultado una extensa lista de insultos, por parte del joven de mirada azulina.
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G(IRL)AMES ✧ sebaciel
FanfictionCiel es un chico normal de secundaria al que le gustan los colores pasteles y juegos de vestir, y Sebastian lo encuentra más curioso de lo que debería. En este caso, la curiosidad no lo mata, sino unos labios con gloss que une sus vidas de la forma...