♡ s e i s ♡

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La mitad del cuerpo de Ciel se encontraba dentro de su ropero. Sus pequeñas manos tomaban la ropa que había dentro de él, y la lanzaban hacia detrás de su espalda, para que cayeran en cualquier parte de la alfombra de su habitación. 

—¡Ahhh, es inútil!

—¿Tan rápido te has rendido? —indagó Alois, quien observaba la situación con cierta diversión. 

Esa misma mañana, había sido convocado mediante una llamada por parte de su gruñón mejor amigo, diciéndole que era una emergencia. Al final, la "emergencia", se trataba de su vestimenta para asistir a una cita con un chico. 

Pero, lo más sorprendente de todo esto —al menos para el rubio—, era el hecho de que ese "chico" era, nada más y nada menos, Sebastian Michaelis: el chico nuevo (y extremadamente guapo) de la clase. 

Así que, luego de felicitarlo por haber conquistado con sus encantos a semejante buen partido, Ciel comenzó a revolver entre tanta ropa, para encontrar qué ponerse. Pero, terminó esparciéndola por todo el cuarto. 

—No sé qué ponerme —informó, completamente resignado—. ¿Sabes? Creo que debería llamar a Sebastian, decirle que no tengo ropa, cancelar nuestra ci...

—Por el amor de Dios, deja de ser tan exagerado —le interrumpió, hastiado. Tomó uno de los vestidos que el ojizarco lanzó sobre la cama, y caminó hacia él. Apoyó dicha prenda sobre el pecho de Ciel, quien lo miró confundido—. Creo que no deberías preocuparte tanto por tu apariencia, tonto. Estoy seguro de que él no espera encontrarse con alguien diferente, quiere tener una cita con la persona que ve todos los días en clase. Así que, vístete como te gusta, ponte un calzado rosado, un lindo labial y sé tú mismo. 

El menor sostuvo aquel vestido por sí mismo, mirándose al espejo con cierto reproche. Suspiró, pensando en que probablemente lo que decía Alois era totalmente cierto. 

—Supongo que tienes razón —admitió, ahora más tranquilo—. Pero, no me llames tonto.  

—Claro que la tengo —afirmó con jactancia, sonriendo con autosuficiencia, mientras su amigo ponía los ojos en blanco—. Por cierto, ¿llevas protección? Si es que no tienes, he traído una caja de condo...

Su oración fue interrumpida por un pedazo de tela en su cara, que fue aventado por el joven que ahora se mostraba totalmente avergonzado por el comentario del otro chico. 

—¡Idiota, no haremos nada de eso! —exclamó con cierto resquemor, haciendo reír a su atrevido amigo—. Ahora, ayúdame a guardar todo ésto. 

  ♡♡♡  

Luego de más de una hora deliberando entre pantalón, short o falda; remera, blusa o camisa; zapatos, zapatillas o sandalias; azul, rosa o amarillo; algodón, lino o seda... Por fin llegaron a un resultado satisfactorio. 

Traía puestos unos pantalones claros de mezclilla con algunas rasgaduras, una sencilla remera blanca, debajo de un suéter calado color rosa pastel, al igual que sus nuevas zapatillas. 

Además, hizo caso a los consejos de Alois, por lo que ahora se encontraba frente al espejo del baño, colocando brillo a sus pequeños labios, que le darían un leve sabor y aroma a sandía. Presionó sus labios uno contra el otro, para así esparcir el labial, haciendo un cómico ruido.

—Alois, ¿tú crees que debería cambiar mi...? —comenzó a formular, nuevamente, la misma pregunta que le había hecho al menos unas cinco veces. Pero, el sonido del timbre le impidió terminar.

—Estás perfecto así. Además, no tienes tiempo, tu príncipe azul ya llegó —contestó, dándole su celular y empujándolo a la puerta—. Y recuerda, usen protección.

Tras un guiño de ojo y la cara roja de Ciel, este último tomó un respiro antes de abrir la puerta. De todas formas, no sirvió de nada acumular aire, ya que al ver a Sebastian se quedó sin aliento. 

Lo único en lo que podía pensar en ese momento, era en lo endemoniadamente bien que le sentaban esos pantalones negros a su trasero. 

—Wow —pronunció el azabache, sacándolo de sus inapropiados pensamientos. Lo miraba de una forma tan extraña, que no supo cómo reaccionar. 

—¿Qué? ¿Pasa algo malo conmigo? —interrogó, mirándose el atuendo. 

—No —negó, saliendo de su pequeño trance—. Estaba pensando en que te ves muy lindo, eso es todo. 

—U-uh, gracias, supongo —respondió a su halago, apenado—. Igualmente, tú no te ves tan mal. ¿Acaso estabas tratando de impresionar a alguien?

—Sí, por supuesto. 

—¿Ah, sí? ¿A quién? 

—A un niño bonito, no sé si lo conozcas. Es pequeño, malhumorado, tiene unos grandes ojos zafiro, una piel de porcelana, viste colores pasteles y está obsesionado con un juego de chica, que tiene descargado en su celular. 

—No, no tengo idea de quién hablas —dijo, haciéndose el desentendido. 

Aún así, no podía disimular ni un poco el color carmín que se instaló en sus mejillas, mientras subía al auto de su acompañante, quien esbozaba una tierna sonrisa. 

G(IRL)AMES ✧ sebacielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora