♡ t r e s ♡

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—¿Y de qué sirve jugar a esto? —preguntó Sebastian, con el celular del ojizarco en una de sus manos, mientras deslizaba sus dedos pulgares por él.

—Sirve para quemar el tiempo —respondió, mordisqueando el sorbete de su malteada.  

—Creo que a ti se te quemarán los ojos, de tenerlos pegados todo el tiempo al teléfono.

Colocó unas últimas prendas sobre la silueta de la joven, cambió su peinado y la maquilló. Cuando creyó que estaba terminado, apretó sobre el botón de un tilde que mostraba un gran "¡Listo!". 

Una música diferente a la que se escuchaba a lo largo del juego, sonó en cuanto este terminó. Era mucho más insoportable que la anterior, de brillos y palpitares. La chica que anteriormente vistió, apareció junto a un muchacho elogiándola.

Ciel se inclinó apenas sobre el pupitre del azabache, para observar la pantalla. Una risa se escapó de sus labios, y sus labios volvieron a la bombilla de la bebida de frutilla.

— Creo que se me quemarán, pero por ver lo horrible que la vestiste —se burló, ganándose una mirada de odio por parte de Sebastian. 

— Tú eres horrible —dijo el de ojos carmín, ofendido. 

— ¿Yo, horrible? —contestó, llevándose una mano al pecho, como si lo hubiese herido—. Tú eres horrible. 

— No, tú lo eres. 

— Para nada, pero tú sí. 

Habían pasado alrededor de tres meses desde que ambos se hablaron por primera vez, y ese era el tipo de conversaciones (o, más bien, discusiones) que tenían desde entonces.

Los dos tenían la suficiente confianza como para tenerlas y, además, les divertía pelear por ese tipo de cosas. Quizás, comenzaban a disfrutar la mutua compañía que se daban. 

De todas formas, Sebastian hizo algunos amigos. Como Claude, el chico serio de ojos dorados. O el otro, extraño y de cabello rojo escarlata; que siempre andaba acompañado de un obsesionado por su cabello, de gafitas, que lo miraba mal cada vez que Grell se le insinuaba. 

También, descubrió algo interesante y que creía imposible: ¡Ciel sí tenía amigos!, a pesar de lo insociable y amargado que era. Tenía un mejor amigo, o así se hacía llamar, el niñito rubio. Hablaba a menudo con una chiquilla de cabello corto y negro, llamada Sullivan (sólo recordaba su apellido, gracias a la película de Monsters Inc.), y otra que parecía ricitos de oro. 

Pero, dejando a todas esas personas de lado, Ciel prefería hablar y pasar el tiempo con Sebastian, y Sebastian prefería hablar y pasar el tiempo con Ciel. 

Fue así que tuvieron una relación cercana en un plazo de tiempo tan corto. Pasando los recreos juntos, así como también la mayoría de los almuerzos. Manteniendo pláticas como la anterior, jugando a los juegos de chica con los que Ciel estaba obsesionado y teniendo peleas sin sentido. 

Tal y como la que estaban teniendo ahora, hasta que el profesor llegó. De todo lo que él dijo, lo único que le pareció sumamente interesante a Ciel fue una cosa: 

— Hoy usaremos la sala de computación. 

Sus ojos zafiro brillaron, sabiendo lo que eso significaba. 

Tanto y en cuanto el docente los llevó a dicha sala, ocupó una de las viejas computadoras, al igual que los demás alumnos. Sebastian, se sentó en la que estaba justo al lado. 

Era claro, sólo un cinco por ciento de la clase usaría una de esas máquinas para hacer lo que verdaderamente debían hacer, la tarea. Por esa misma razón, Ciel no se sintió culpable al teclear en el buscador 'www.juegosdechicas.com'  y luego clickear en la sección de 'juegos de vestir'.

Pasado unos veinte minutos, Sebastian se aburrió de ver vídeos de gatos y decidió espiar qué estaba haciendo el ojizarco. 

— ¿Incluso jugarás eso aquí? —indagó, sonriendo ante la tierna cara de concentración que mostraba Ciel. 

— Claro que sí, no puedo desperdiciar la ocasión —afirmó, asintiendo con la cabeza—. ¿Vas a jugar conmigo, o no? 

Sebastian no pudo resistirse, ante tal propuesta. Corrió un poco su silla, arrimándose más al lugar del chico.

Y sí, pasaron el resto de la clase jugando juegos de chica.  

G(IRL)AMES ✧ sebacielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora