♡ f i n a l ♡

3.7K 622 194
                                    

En un principio, la idea de vivir con Ciel en el mismo departamento, me parecía extremadamente genial.

Pensaba que serían días llenos de risas, algunas peleas, muchos besos y, por sobre toda las cosas, que mantendrían sexo al menos cinco veces a la semana.

No obstante, no era nada fácil soportar al pequeño y todas sus manías. Como esa de comprar al menos una prenda ropa cada fin de semana, y su extraña necesidad de que la almohada esté esponjosa.

Sin embargo, con el paso de los años aprendí a cumplir con cada una de sus exigencias, por más que no me las dijera directamente.

Como tener siempre frutillas frescas en la heladera, puesto que las comía todos los días. Guardar un pote de helado en el freezer cada vez que le tocaba trabajar en turno noche, ya que de lo contrario Ciel se enoja con él. No mirar su cajón de ropa interior, no tocar su cabello a menos que esté de buen humor y no lavar sus medias blancas o rosadas junto a la otra ropa (estropee un par hace unos meses, y no me habló por un día entero). Ni hablar de su tocador, jamás volver a tratar de ordenar sus esmaltes, labiales o cualquier cosa que esté sobre el mismo; porque la última vez casi le da un infarto al no encontrar uno de ellos.

En fin, detalles a los que no tenía otra opción más que prestar atención. Después de todo, siempre fui un nuevo atento y no pienso dejar de serlo, a pesar de que ahora seamos prometidos.

Fue algo aún más difícil que lo anterior, lograr que aceptara casarse conmigo. Somos jóvenes, mi madre nunca lo quiso y aún tenemos una larga vida por delante.

Pero, ¿eso es realmente importante cuando quieres estar con la persona que más amas? Claro que no, y por eso mismo se lo pedí, aunque su respuesta tardara algo de tiempo más en llegar.

Su madre lloró al enterarse, parecía aún más feliz de lo que nosotros estábamos. Nos dio su bendición desde el momento en que se lo dijimos, insinuando que esperaba ansiosa los nietos.

Aún recuerdo la cara de Ciel aquel día, roja como un tomate. No más que cuando me propuse, por supuesto.

En realidad, fue muy especial su reacción. Su cara épica, e inolvidable. Empezando por el hecho de que se ruborizó hasta las orejas, y me miró detenidamente. Estoy seguro de que buscaba cualquier señal de broma en mi rostro, y no la encontró.

Fue entonces cuando suspiró de manera entrecortada, apretó los ojos y mencionó a mi madre. Luego, que éramos demasiado jóvenes para un paso tan grande. Pero, cuando segundos después me abrazó y dijo que me amaba, supe que sólo debía esperar.

Él quería decir que sí.

No me extrañó ni un poco que se resistiera en ese momento, por lo que no me sentí mal y mucho menos ofendido.

Y, como predije (o quizá porque era demasiado obvio), unos tres meses después finalmente me dijo que sí.

Un año y medio pasó desde entonces, y de a poco avanzamos con las preparaciones de la boda. Y es que apenas habíamos terminado nuestros estudios en la universidad, la compra de un departamento nuevo nos dejó sin presupuesto y no era nada barato realizar tal evento.

No obstante, no era algo que nos preocupara a ninguno de los dos. No cuando éramos jóvenes, no cuando nos amábamos tanto.

Por esa era la única realidad y explicación del porqué estábamos juntos. El amor que nos teníamos, igual desde nuestros lejanos días en el último año de secundaria.

Lo sabía por cada vez que el gruñón de Ciel me tomaba tímidamente la mano en público, por cada vez que nos acurrucábamos juntos en el sofá a mirar la televisión, por cada uno de los besos que me daba en la mañana al despertar, al despedirme cuando debíamos ir a trabajar y al volvernos a encontrar al volver; por las sonrisas sinceras que me regalaba sólo a mí, y por sus mejillas sonrosadas cada vez que le susurraba algo al oído; por todas las noches en las que hacíamos el amor con tanta dulzura y paciencia, como si fuese nuevamente la primera vez.

Y es que, es imposible no amar a Ciel, en cada uno de los aspectos que forman su personalidad y lo que es simplemente él.

Sin olvidar que me parece extremadamente precioso, en pijama, desnudo o vistiendo prendas color pastel. Despeinado, con ojeras o arreglado para una cita. Con medias largas, con suéters grandes o en bragas con dibujos infantiles. Cuando es amable, o cuando parece un pequeño diablo. Cuando es frío, cuando es dulce, cuando es valiente o se esconde debajo de las sábanas al escuchar un trueno. Feliz, triste, o con ese humor horrible que lo caracteriza.

Lo amo, en cualquiera de esas facetas.
Y me queda aún más en claro ahora, cuando apenas llego de comprarle los chocolates por los cuales me hizo un berrinche.

Al verlo ahí en la cama, con una de mis tantas camisas puestas, y con el celular entre las manos, el anillo plateado brillando en uno de sus dedos, y la sonrisa dulce que me dedica, al mirarme con esos orbes azules que me vuelven loco; lo sé, y lo confirmo una vez más:

Por más que sea joven y no sepa mucho del amor, por más que exista la posibilidad de que lo nuestro termine algún día. Hoy, ahora mismo y en este preciso instante, puedo decirlo.

No podría estar más enamorado de Ciel, el bonito chico obsesionado con los juegos de niña, y que viste como una.

♡♡♡

Mis agradecimientos a todas ustedes, por tomarse el tiempo de leer esta historia; que al principio empezó como algo raro, y terminó siendo algo que disfruté mucho al escribir.

No tengo palabras para darles las gracias, por todos sus leídos, votos y hermosos comentarios (a pesar de que normalmente no los responda).

Espero que les haya gustado tanto como a mí, y que me perdonen por el final tan inconcluso.

En fin, mil gracias por leer!! <3333

G(IRL)AMES ✧ sebacielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora