♡ t r e c e ♡

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Mirándose en el espejo de su tocador, la cabeza de Ciel no podría estar más intranquila. No dejaba de preguntarse si el atuendo que planeaba usar era el adecuado para la ocasión, si debería colocarse algún broche en el pelo, o si el esmalte rosa pastel que se colocó combinaba con sus zapatos blancos.

De todas formas, no tenía tiempo para modificar nada de eso, por lo que debía soportar su malestar temporal. Tan sólo una hora restaba para que Sebastian viniera por él, y pensar en eso incrementaba los nervios que sentía. 

Miró detenidamente la percha colgada junto a su mueble, donde estaba el vestido que iría a usar. Era de un color rosado, varios centímetros por sobre las rodillas. Ajustado en el torso, ceñido en la cintura y con una falda que se volvía levemente acampanada desde la marca trazada por piedras que simulaban ser un cinturón. Los hombros estaban cubiertos por una tela de encaje blanco –casi transparente–, al igual que parte del pecho. Nada extravagante, sencillo y bonito.

La fina y suave tela de aquella prenda se deslizó por su piel anteriormente perfumada, mientras se preguntaba si le gustaría a su pareja. Acomodó por última vez sus cortos cabellos, y dio un nuevo toque de brillo a sus labios. 

Por otro lado, detrás de la puerta de entrada, Sebastian tomó una gran bocanada de aire, antes de tocar el timbre. Casi inmediatamente, una mujer alta y de cabellos dorados, lo recibió con una cálida y amplia sonrisa en su rostro. 

—Uhm, buenas noches —saludó con notable nerviosismo en su voz, deliberando entre qué decir y hacer—. Usted debe ser la madre de Ciel, Rachel, ¿no es así? —La mujer asintió levemente con la cabeza, y Sebastian quiso golpearse mentalmente por preguntar algo tan estúpido—. Lo siento, qué irrespetuoso de mi parte, debí presentarme primero. Soy...

—Sebastian, ¿verdad? —Interrumpió, haciéndose a un lado, para dejarlo pasar—. Pasa, pasa.

—Con permiso —dijo, siguiéndola por la casa; de aspecto acogedor y muy hogareña. Se detuvieron en la cocina, donde ella, al parecer, estaba cocinando. Apoyándose en el marco de la puerta, decidió hablar—. Disculpe la pregunta, pero... ¿Cómo sabe usted mi nombre?

—¿Que cómo se tu nombre? —repitió con algo de gracia, limpiándose las manos en su delantal, antes de voltearse a mirarlo—. La pregunta más adecuada sería, ¿cómo no saber el nombre del chico apuesto que tanto le gusta a mi lindo hijo? No deja de hablar de ti, de lo inteligente, guapo, educado, dulce y genial que eres; yo también lo creo, luego de escucharlo tanto.

Ambos rieron, Sebastian enternecido al escuchar aquel comentario por parte de Rachel, quien se sentía algo más aliviada luego de conocer al muchacho del que Ciel tanto hablaba. 

—Es bueno saber que él le habló de mí —Sonrió, complacido e intrigado, puesto que se moría por saber qué clase de cosas podría llegar a decirle Ciel a su madre—. Sin embargo, ¿por qué me lo está contando? 

La mujer suspiró con pesadez, como si estuviera luchando internamente consigo misma. Quizás, porque así era. O porque lo siguiente que diría, le traía uno de los recuerdos más dolorosos de su vida. No obstante, debía platicar con Sebastian, siendo que era un asunto de suma importancia. 

—Sebastian —pronunció con dulzura, acercándose al chico, que escuchaba con atención—. Ciel, él... Te quiere, muchísimo. Y dudo que sea algo nuevo para ti, se nota en el brillo de sus ojos, cada vez que dice tu nombre. —Hizo una breve pausa, respirando profundo—. No sé si te lo ha dicho, y en ese caso te lo diré yo. Desde que su padre murió, él decidió... ser así. Y no me molesta en lo absoluto, pero hay muchas personas a las que incluso les repugna un simple gusto. —Finalizó, incapaz de seguir hablando. 

G(IRL)AMES ✧ sebacielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora