Rhis había tomado una determinación. Sobre la cima de aquella montaña, podía observar claramente sus dos alternativas y el hermoso lago que divisaba a lo lejos hacia el noreste era mucho más tentador que el tétrico valle del noroeste.
Así comenzó a caminar decidido, paso a paso, respirando el aire fresco de las montañas con el sol de mediodía entibiándole el cuerpo aún resentido ante la helada noche. Se sentía libre, contento, lleno de energías. Estaba ahí, en la precordillera, hubiese querido retroceder y buscar a sus amigos, disculparse por haber huido, le hubiese gustado decirles que comprendía lo que ellos le habían ocultado, que Arnion se lo había explicado, que estaba dispuesto a afrontarlo con valentía y humildad. Pero todo eso tendría que esperar, esperar a que sus caminos se juntasen nuevamente.
Cuando iba caminando, a punto de comenzar el descenso hacia el noreste, tropezó con una piedra que casi lo tumbó en el suelo… ¡un momento! aquello no era una piedra.
–¡No lo puedo creer! –Exclamó feliz ante la sorpresa del encuentro. Estaba muy emocionado, ya no tendría que viajar solo, un rayo de esperanza se cruzaba entre sus piernas– ¿Cómo llegaste? ¿Me seguiste? –Seguía exclamando feliz. Tomó al ángel y lo apretujó contra sí, acariciando sus orejitas y su blanca guatita peluda. La simpática poodle se dejaba querer y acariciar ante el suave contacto del que reconocía como su amo, su protegido y su amigo.
En la noche, cuando Rhis escapaba sigiloso desde la cueva, Natasha lo había seguido, después de todo era su ángel, misión y honor especial que le había conferido el mismísimo Arnion. Durante la noche siguió su pista mediante su sensible olfato, escudriñando cada rincón y ayudándose con la vista, aunque daba mucha más credibilidad a su sentido del olfato. Caminó silenciosa entre las montañas, se detuvo también ante la fatiga y descansó sólo el tiempo necesario para recobrar sus energías y continuar. No había alertado a los demás, ya que en su interior comprendía que Rhis debía estar sólo, quizás por eso no se fue con él desde un principio y por eso no ladró ni gruñó ni dio señal alguna, sino que siguió su pista tan sigilosamente como éste había huido de la cueva. Ahora estaba ahí, por fin lo había alcanzado, luego de un largo trecho solitario, frío, donde su protección era su pelaje de animal, pero su motivación era su esencia indubitable: la angélica.
Natasha dejaba que Rhis la acariciara como lo hace un niño con su mascota. Quería a Rhis, éste la había visto nacer hace un día y la había cargado incansable, no podía estar más contenta y segura de que aquél era el que venía a redimir Markutis, Arnion mismo se lo había dicho desde antes que naciera y aún con su corta vida, podía sopesar intenciones, como lo haría cualquier otro tipo de ángel, porque quizás parecía un animal común, pero era un ser angelical, la acompañante de Rhis, la protectora del Yasha.
Así bajaron la precordillera hasta llegar a una extensión interminable a los ojos. Cuando estuvieron a los pies de la precordillera no se veía rastro del lago, debía estar, adelante en alguna parte, pero desde esa altura ya no se lograba ver, sólo tierra, rocas, algunos árboles, una gran extensión con algunos relieves.
Caminaron durante horas. Natasha mantenía el paso de Rhis, a su lado, fiel guardiana. De vez en cuando Rhis echaba a correr en un arrebato de gozo y Natasha lo seguía presurosa, feliz, jugando con él, saltando con él, rodando por el suelo con él. Se divertían mucho.
El sol se escondía detrás de ellos, jugando a que lo pillaran. Las sombras se alargaban cada vez más y la ingenua poodle retomaba su juego del día anterior: perseguir la sombra de Rhis, incansable, intentando arañarla, desmembrarla, pero era inútil, mientras más la perseguía, ésta se alargaba aún más. Rhis no tenía tanto entusiasmo como el pequeño ángel y estaba agotado con la travesía, <<ni en toda mi vida había caminado tanto>> se quejaba con Natasha, <<sin contar que dormí en las montañas, que tuve que escalar y descender por ellas>>.
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Un linaje especial I
FantasyRhis es un muchacho de dieciséis años envuelto en extrañas situaciones; Eliyah, es un guerrero soñador, buscador del bien y portador de luz; y Susky, es un misterioso mago, sombrío e intelectual, con intenciones ocultas bajo las mangas de su túnica...