17.- El tortuoso. Magia contra magia.

67 5 0
                                    

 

            –No puede ser tan terrible el hecho de que sea de color negro –declaró inocentemente el ángel, pero el mago no le hizo caso. Susky estaba consternado ante la visión del ser que venía hacia donde ellos.

            Una enorme figura alada, un caballo alado, un pegaso. No era celestial, ni apacible, era un tosco pegaso lleno de músculos y de color negro. El ángel nunca antes había visto un pegaso, pero el mago sí, aunque nunca como éste, tan aterrador e imponente. Volaba desde el horizonte, agitando sus alas con gracia y esplendor, sus largas y plumosas alas. Aunque no era aquello lo que más conmovió al ángel, sino su jinete.

            –¿Qué sucede? –Se inquietó finalmente el ángel. En un principio no creyó que pudiese ser algo tan malo, pero ante la horrible expresión que tenía el mago se incomodó bastante y su impresión tomó otro rumbo.

            –No lo sé –musitó el mago–. Siento una energía muy poderosa, hay algo… algo siniestro.

            –¿Algo? –El blaknight no entendía muy bien lo que el mago quería decirle. Continuó mirando al ser que parecía estar mucho más cerca que antes.

            El batir de las poderosas alas era incesante. Luego de contemplar al peculiar pegaso durante unos momentos, el ángel finalmente habló.

            –¿Quién será ese que lo monta?

            –Nos buscan… Karba está desplegando todas sus fuerzas para aniquilarnos. Estamos perdidos –siseó el mago con un dejo de derrota.

            El ángel no lo contradijo y continuó espiando desde detrás de la roca. El negro pegaso y su jinete estaban casi sobre el lago. A los compañeros les costaba trabajo vigilar minuciosamente el trayecto del animal porque su negrura era tan intensa que se confundía en la oscura noche, si no hubiese sido por su jinete y su plateada armadura, el animal podría haberles dado una patada sin que siquiera lo hubiesen visto.

De pronto, el pegaso negro aminoró la marcha. El animal batía suavemente sus alas, flotaba a ras del lago cordillerano.

            –¿Sabrán que estamos aquí? –Preguntó el ángel. Sabía que el mago no tenía muchas respuestas, no había contestado con tino a ninguna de sus anteriores preguntas, pero aún así seguía inquiriendo tercamente. El mago no se molestó ni siquiera en hacer un comentario, simplemente se dedicó a seguir mirando la escena. El jinete estaba inquieto, miraba en derredor del lago y luego clavaba su mirada hacia sus profundidades, estaba esperando, pacientemente esperando.

            De pronto el jinete levantó ambas manos hacia el cielo, hacia la oscura noche, como implorando por algo. Eliyah pudo oír un murmullo, unas palabras entrecortadas, venían de su lado derecho, venían de su apabullado vecino.

            –Entre los magos se comenta –tartamudeaba Susky– y entre los hechiceros: “Un ser montado en un pegaso oscuro, como el alma de su jinete”, decían que un rey montaría a aquel pegaso, una persona conocedora de las artes ocultas y conocedora de artes aún más ocultas –su volumen disminuía a cada frase, Eliyah tuvo que hacer un esfuerzo por oír sus palabras–. Ese rey conocería el lenguaje de los reptiles, sería “el rey de las serpientes” y según Jacob…

            Un potente sonido como el del viento interrumpió el relato de Susky, pero supieron de inmediato que no era el viento lo que escuchaban: el jinete estaba hablando. Eliyah se volteó para observarlo y lo miró curioso. Aquel sujeto se veía amenazador con su armadura plateada, ceñida, no parecía un traje de guerra, pero su máscara era sombría, trabajada para darle la imagen de la cabeza de una víbora, tenía una rendija que asemejaba la boca ligeramente abierta de una serpiente. La voz de aquel jinete se oyó suave, como ahogada por su horripilante máscara, pero sumamente autoritaria e ininteligible.

Un linaje especial IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora