30.- La lucha de la mente.

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            Natasha arremetió irascible contra el demonio al ver a su protegido en el suelo, mostrando sus dientes y gruñendo como una bestia salvaje. Estando sólo a metros de Dozzer, saltó y lo embistió con tal fuerza y rapidez que el demonio se tambaleó peligrosamente y casi se dejó caer al suelo por el impacto, ni siquiera alcanzó a soslayar la embestida, pero no había sido un golpe muy duro, después de todo, Natasha era un ángel, pero su cuerpo era pequeño y débil como el de un can de raza pequeña común.

            Se sentía morir por dentro, no podía creer que Rhis estuviese ahí, tendido inerte en el suelo. ¿Estaba muerto? En un santiamén el demonio había logrado poner fuera de combate al grupo entero, pero ella no iba a quedarse quietecita esperando su turno, ¡claro que no! dejaría todo de sí en esta batalla y vengaría a su protegido.

            Victoriosa ante el certero golpe que había asestado, se dispuso a morderlo, su objetivo era el cuello y se lanzó, empero Dozzer ya no estaba desprevenido y esta vez no permitió que el peligroso ángel lo atrapase. Desapareció y reapareció unos metros hacia la izquierda, dejando aquella estela negra que se disipaba casi al instante, y conjuró rápido y de su mano vacía, de la punta de su índice apuntando hacia Natasha, una bola de energía negra brotó y dio justo en el blanco.

            El frágil cuerpo del ángel peludo voló por el aire y cayó varios metros hacia atrás luego del golpe de energía. Curiosamente esta vez la bola sólo la chocó y su cuerpo no la absorbió. Luego de reincorporarse algo tambaleante, se sacudió con frenesí. Estaba totalmente consciente.

            –¡Qué rayos! ¿Qué eres tú? –vociferó a Natasha, por supuesto no recibió contestación mas que los gruñidos del ángel.

            Al ver al garboso ángel con fiereza indeleble, el demonio repitió su primera acción con la esperanza de que esta vez diera el resultado que esperaba.

            –Katoteros Meros Hé Gé Baskaino –pronunció y la bola de energía fluyó de su dedo extendido.

            Natasha aún estaba algo dolorida. Si bien el hechizo ilusorio de Dozzer no lograba efecto en ella, la energía la golpeaba produciendo un dolor físico como el que le hubiese provocado el golpe de un objeto sólido. Algo turbada no pudo esquivar el hechizo y salió despedida nuevamente varios metros más atrás. Se incorporó, se sacudió y de nuevo estaba lista.

            –No lo puedo creer –musitó el demonio–. ¿Qué fuerza insólita la hace inmune a mi hechicería?

            Natasha se alistó para acometer nuevamente.

            El blaknight despertó tendido en una cama de cedro, con un montón de frazadas a manera de colchón y un cojín con cubierta bordada a mano. Estaba algo aturdido, recordaba que todo se había puesto muy negro, un agudo dolor y luego... pues luego despertó, ahora.

            La habitación en la que se encontraba no era muy espaciosa, las paredes eran de tablas horizontales y en ellas, por el interior, lo que lograba ver el ángel, era un reloj mural que apuntaba la hora: la manecilla pequeña en el doce y la manecilla más grande entre el ocho y el nueve. Habían dos ventanas de cincuenta por cincuenta que no tenían vidrio, pero estaban veladas por cortinas negras que absorbían los rayos del sol y le daban oscuridad, aunque de todas formas la pieza no estaba del todo oscura, alguno que otro rayo se filtraba y le daba luminosidad. Entre los muebles del dormitorio aquel, se contaba sólo un velador de madera de roble barnizado el cual no superaba la altura de la cama, el otro mueble, de alrededor de medio metro.

            Eliyah se incorporó lentamente. Estaba algo confundido. Reconocía el lugar, no podría haberlo olvidado jamás, era su habitación, pero, ¿cómo estaba allí?

Un linaje especial IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora