¿Qué estás haciendo?

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Narra Astrid:

Hipo, el nuevo de la clase, lo vi sentado en una esquina, me acerqué como toda una espía.

No voy a mentir estoy algo intrigada por este chico,me posicione atrás de él. Me fije en lo que estaba haciendo

-¿que estas haciendo?-pregunte interiormente, o eso crei porque, él se dio la vuelta y me miro

-¿tu que haces aquí?-me quedé estática, esa técnica de dialogar me era muy difícil, el se levantó y nos quedamos mirando fijamente, me sonroje al instante

-Uhm... Yo... Tu... Quiero decir- el ladeo una sonrisa, sentía mis mejillas arder a fuego vivo

-¿que? - deje de mirarlo y me fijé en la sangre que salía de su muñeca

El se fijó en lo que me encontraba mirando, y algo incómodo puso sus manos detrás de él

-Algo que quieras o decir o solo te quedaras allí balbuceando como bebé-no respondi y pose mi mirada en el suelo, - nada entonces- con la poca dignidad que tenía susurre

-¿Porque?- no levante la mirada

-¿Perdona?

-¿Porque lo haces? - dije un poco más fuerte, pero aún así no lo miré

-escucha Rubia, es que no te enseñaron que meterte en los asuntos de los demás está mal- me sentí más avergonzada que antes- además no debes fingir que te importa algo, eso hace que te veas, uhm, como decirlo, patetica

-solo quería ayudar- susurre

-Pues creeme, no lo has hecho, lo único que has logrado ha sido arruinarme mi mañana.

-Lo... Lo... Siento- no escuche su respuesta, así que respire y levante la mirada pero solo vi a Hipo alejándose y dejándome a mi sola

Narra Hipo

Yo soy hipo, no soy un chico que se posiciona en los estandares de un chico completamente ordinario y normal, por lo general soy aquel que se mete en todos los problemas del jodido mundo, aquel al que los padres te advierten y prohiben que hables, o eso es en teoría lo que me define.

Más o menos desde que tengo 10 me corto las muñecas, y desde que tengo 15 me drogo, no es que me sienta orgulloso de mi pasado, pero tampoco me quejó del todo.

Supongo que conocí malas amistades en momentos equivocados, todavía tengo presente el día en que un amigo me dijo que me cortara, que así el dolor se iría, se esfumaria, no le crei en un inicio pero llegue a un punto en el que sentía que mi vida no tenía ningún sentido, así que lo hice, no me arrepiento de nada, hasta ahora lo hago, siempre lo hago, solo para buscar esos minutos de felicidad.

Después de todo, que se espera de un chico que fue abusado físicamente por su padre, aun recuerdo esos golpes como si fuera ayer, a veces me golpeaba tanto que caía en la inconsciencia. Creo que la única luz en esos tiempos era mi madre, ella era un puñetero Ángel del cielo, siempre me amó y aceptó tal cual era.

Ambos teníamos una vida caótica, pero al menos estábamos juntos y nos apoyabamos, eso era lo importante, le llegue a prometer que la sacaría de allí, que ya no tendría que recibir golpes por protegerse, porque la llevaría muy lejos, y ella con lágrimas en los ojos decía que a ella no le importaba en donde estuviera mientras estuviéramos los dos, tenía tanta ilusión de que ese día llegará, del día en que me la llevaría.

Pero pronto aprendí que yo no estaba destinado para tener un final feliz, que los sueños y esperanzas son una basura que te hace creer en lo imposible.

El drogadicto y la tímida de la claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora