"La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad." – Jaume Perich.
Ian:
Había aprendido dos cosas en estos últimos días, la primera era que Valentina era una gran compañía, la segunda era que teníamos más en común de lo que pensaba. Incluso más allá de nuestros gustos musicales.
¿Cómo dos personas podían ser tan iguales pero a la vez tan diferentes? Antes esta oración no hubiese tenido sentido para mí, pero lo parecido entre Valentina Hamilton y yo iban más allá de los libros, historiadores, filósofos, música... Yo conocía esa mirada perdida mejor que nadie.
Agradecería eternamente que los chicos nos interrumpieran cuando aquella estúpida pregunta iba a escapar de mis labios. Era una estupidez totalmente. Pero, en ese momento no quería que la conversión se acabara. Quería hablar con ella sobre todo lo que pasase por mi mente, ya sea una estupidez... Pero lo quería, en verdad que sí.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un sollozo proveniente del suelo donde los chicos y Natasha estaban desparramados.
Espera ¿Qué? ¿Un sollozo?
-Amigo... ¿acaso estas llorando? – Esa fue la voz de Mason.
-¿Qué? No claro que no... – Ese fue Jasón justificando su mariqueria.
Rodé los ojos.
-¿Entonces por qué hay lágrimas en tus mejillas?
-Marica...- susurre.
Todos explotaron en carcajadas menos Jasón obviamente, pero no fue eso lo que llamo mi atención. Una en especial capto toda mi atención dejándome completamente en blanco, Valentina reía, no una risita nerviosa, o una pequeña carcajada que escondía detrás de su cabello, reía verdaderamente, mostrándome verdaderamente lo hermosa que es. Su cabello caía en cascada por sus hombros, sus ojos, esas hermosas lagunas hazel estaban hechas dos rendijas y su sonrisa... Basta.
Me levante de golpe dejando a todos confundidos, camine hasta la puerta y salí, no sabía hacia donde iba pero no quería seguir allí pensando estupideces. Subí hasta el techo del edificio y pose mi vista en el cielo, me sentía frustrado. Había algo creciendo dentro de mí pero ¿Qué era? No lo sabía, ¿Acaso me estaba volviendo loco? Todavía podía sentir la risa de Valentina rebotando en mi cabeza, su risa melodiosa... Meliflua.
¿Acaso me gustaba Valentina? ¿O estaba confundiendo las cosas por una simple atracción? Es obvio que me sentía atraído por ella, pero por alguna extraña razón no quería intentarlo con ella. No quería follármela y dejarla en el olvido. Genial... Ahora estoy pensando estupideces.
Sabía que no era solo eso, algo dentro de mí me decía que si intentaba algo con ella iba a querer más, por alguna razón lo sabía y ese pensamiento me atormentaba. Sabía que si la besaba no iba a querer parar, sabía que si me acercaba a ella iba a terminar haciéndola mierda.
Tome un cigarrillo y lo puse entre mis labios, sabía que era cuestión de tiempo antes de que uno de los chicos atravesaran la puerta, pero me lleve una sorpresa cuando Valentina atravesó la puerta del tejado sus brazos estaban apretados a su alrededor y sus dientes castañeaban. Pronto descubrí que no llevaba su abrigo.
Rodé los ojos y me acerque hasta ella, me quite la sudadera que llevaba y la colgué en su cabeza. Casi pude verla rodando los ojos.
Mi sudadera le quedaba gigantesca. Se veía adorable.
-Y bien...- Susurro ella.
-Bueno, podrías empezar agradeciéndome por no dejarte morir congelada.- Bromee sin una pizca de humor. Encendí el cigarrillo y ella siguió con sus perfectísimos ojos cada una de mis movimientos.
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Dark Heart
Teen FictionSinopsis: Sus ojos eran como dos ventanas al mismo infierno, aunque a veces siento que estoy en el cielo cuando veo hacia ellos.