CAPÍTULO 8 "LAZO CONSAGRADO"

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La sensación era extraña y no había forma de que él la comparara con algo más, porque jamás había sentido algo parecido. Le habían dado un fuerte golpe en la cabeza según los recuerdos borrosos que recurrían a él como destellos de luz bajo sus parpados. No podía abrir los ojos. Estaba aturdido y somnoliento. El calor que lo envolvía era suficiente para que no deseara despertar nunca más. Tan repentinamente seguro. Tan absolutamente cómodo. Su parte omega, aquella que se había empeñado tanto tiempo en ocultar, estaba prácticamente ronroneando de satisfacción.

—¡Mío! —escuchó aquella voz gruñendo. Creía reconocerla. Podía sentir el desasosiego, la tribulación y el miedo. Pero no era un sentimiento propio ¿O si lo era? No lo sabía. La sensación quemaba en el centro de su pecho. Sintió ganas de arrullarlo, aun cuando no sabía como hacerlo. De mimar al alfa que lo sostenía para hacerle saber que él estaba bien, que en sus brazos se sentía seguro. Que no tenía porque estar preocupado.

‹‹Lo estás haciendo bien, Alfa››

—Si, amigo. Me queda claro que es tuyo ¿bien? Pero necesita un médico. Vamos a llevarlo ¿si? ¿No quieres a tu omega sano y despierto?

‹‹Tu omega››

Escuchó aquella otra voz que no pudo reconocer y deseó poder aferrarse al alfa que lo sostenía en sus brazos. Sus extremidades estaban lánguidas. No había forma de que pudiera moverse por si mismo. Demasiado cansado. Demasiado satisfecho, a pesar del dolor en la parte posterior de su cabeza.

—Un médico —escuchó la voz ronca nuevamente. La había escuchado antes, estaba seguro ¿Pero dónde? ¿Cuándo?

Sintió el movimiento y como era cargado en brazos. Se removió y dejó escapar un gemido siendo consciente de pronto de su cuerpo adolorido. Abrió los ojos lentamente, parpadeando un par de veces intentando enfocar a la persona que lo sostenía entre sus brazos. No alcanzó a distinguirlo con claridad. La presencia de alguien más lo hizo aferrarse a aquel cuerpo. Cerró los ojos nuevamente, aferrándose a la camisa del alfa que lo sostenía. Inspiró con fuerza llenándose de ese aroma a lluvia y a madera, a naturaleza, a campo, a libertad.

Se sentía adolorido y cansado, confuso y adormilado. Pero la sensación de calidez y seguridad que le brindaban los brazos del alfa, era algo que no había sentido nunca.

Podría morir envuelto en ese aroma, entre esos cómodos brazos... y moriría feliz.

—Vamos a llevarlo a un hospital —escuchó y sus sentidos de inmediato se alertaron. Gimoteó preocupado y se removió adolorido. No quería ir al hospital. Alguien podía reconocerlo. Podían llamar a su padre. No estaba lo suficientemente aturdido como para dejar de pensar en lo que su padre le haría si descubría en donde se había ido a meter.

—¡No! —Exclamó con todas las fuerzas que le quedaban, sin separarse de la seguridad que le brindaba el pecho de aquel alfa—. Al hospital no, por favor —suplicó. Llevó una mano a su rostro y restregó sus ojos intentando aclarar su vista. Levantó la mirada encontrándose por fin con ciertos ojos verdes que reconocía a la perfección.

Por. Todos. Los. Cielos

Si pudiera mirarse a si mismo, Louis seguramente se hubiese asustado con la mueca de asombro y la palidez repentina de su rostro.

‹‹No puede ser... esto, solo... No››

—Estás herido, cachorrito. Necesitas ayuda. Déjame ayudarte ¿si? —su voz ¡Dios! Su jodida voz. Sonaba tan intima que parecía que cada palabra era dicha solamente para que él la escuchara. Louis no luchó contra el estremecimiento que sintió al oír aquel apodo cariñoso salido de labios de ese alfa. Su omega interno estaba chillando complacido.

ABYSSO: La ciudad amurallada (Libro 1 saga CIUDADES MALDITAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora