capítulo: #3 primer encuentro

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De cierta manera no mentí al decirles que tenía cosas que hacer. Salí de la tintorería con tres vestidos de mi madre y dos trajes que, estaba seguro eran de aquél tipo. Me apresuré a dejarlos en casa, sólo los aventé en el sillón y salí corriendo de nuevo. Mi mochila en hombros y dentro de ella el ensayo. Seguía nervioso.

Ví que los chicos ya estaban en las canchas pero por suerte ninguno me vio cuando entré en el edificio de enfrente. Tal vez para ese tiempo ya se me había calmado un poco los nervios y en mi boca había una sonrisa extraña. Era extraño. Mucho.

Llegué al primer piso, no tuve que usar el ascensor pues me pareció ridículo, me acerqué al número 117 y mi puño dio en la puerta de madera crujiente, pasaron unos cuantos segundos y de nuevo llamé, pero ninguna pista de vida existente se presento. Toqué de nuevo e iba a rendirme cuando el pequeño mirador se abrió, de ahí sólo pude ver una mata de cabellos negros y alborotados y lo que supuse era un ojo, no logré distinguir el color.

-¡¿Qué?!- Su voz sonó extraña y rasposa, como hubieras estado fumando cigarrillos por más de tres meses sin parar... o como si te hubieras desgastado la voz en un concierto de rock. -¿Qué quieres?- Repitió al ver que no obtenía respuesta mía.
Extendí mi mano con un fólder azul en ella.

-¡¿Qué carajo es eso?!- Preguntó mirando el fólder y mis nervios regresaron.
-Emm... lo que me pidió... eh se-señor-
-¡Yo no te pedí nada!- Ésta vez se oyó más grave y enojado.
- P-pero - Comencé -Es lo que me pedía... en...-
-Vete si no quieres que llame a alguien para que te eche- Su ojo oculto tras su cabello desapareció de nuevo al cerrar el mirador.

Es que simplemente no lo entendía. Me pregunte si es que acaso ese tipo sufría de personalidad múltiple o algo por el estilo. Primero diciéndome que lo viniera a ver con un maldito ensayo de quinientas palabras describiendo el porque consideraba que tenía talento, (y no es que lo hiciera por complacerlo o algo así, si no que tuve el gran impulso de hacerlo) y después me salía con esto... ¡simplemente era idiota!

Suspiré pesadamente y me agaché para dejar el fólder en el suelo de la entrada. Fue cuando la puerta se abrió y sentí de nuevo una mano fría y pesada en mi antebrazo.

-¿Qué mierda?-
-¡¿Nadie te vio entrar?!- Sólo oí la voz, estaba un poco oscuro como para ver de donde provenía exactamente.
Negué con la cabeza, aunque supuse que no me vio así que respondí. -No -

- Bien -
- Eh... ¿señor?-
-¡No me llames así!-
-Entonces como se sup...-
-Sólo no hagas preguntas- Me interrumpió. Para ese punto mi nerviosismo incremento más de la cuenta, o más de lo que se podía y se mezcló con un poco de miedo y pavor a la vez... aunque creo que es lo mismo y si Ray tenía razón y lo que éste viejo quería era...

-¡Tú podrías llegar a ser grande!- Oí de repente.
-¡Hey!- Fruncí mi entrecejo -¿Acaso se está burlando de mí?-
-¡No hablo de tu baja estatura, mocoso!- Refunfuñó. -Si no de que tienes talento.- Sentí algo moverse en dirección a mí y mi cuerpo entero se tensó. Sentí que de mi mano arrebataban algo.

- Se-señor... es lo que me pid...-
- Sí, sí, ¡ahora lárgate! -

Fruncí mi entrecejo de nuevo. Por mi mente pasaron un sin fin de apelativos y leperadas y sinónimos de éstos que mi boca pidieron a gritos por soltar, pero creo que aún estaba demasiado asustado como para que de mis labios se escuchara algún minúsculo susurro, me acomodé de nuevo la mochila y salí corriendo de aquél lugar extraño.
Por cierto, el ambiente era el mismo, pero ésta vez todo estaba perfectamente mezclado con olor de menta y tinta fresca. Por lo que pude ver no había hecho limpieza aún.

- ¡Jódase! - Murmuré cuando ya estaba fuera de aquel manicomio.

La tarde siguiente cuando termine de entrenar (desgraciadamente tuve que hacerlo) los chicos y yo nos disponíamos a irnos. Por supuesto que a ellos no les dije nada de lo que había ocurrido el día anterior, de hecho... ni siquiera saben que yo dibujo y escribo, no escuchan cualquier cosa que no sea de fútbol.
En la acera de enfrente nos despedimos para que cada quien se fuera por su lado, yo iba a agarrar mi camino cuando sentí un leve golpe en la cabeza. Por reacción natural, mi mirada fue directo hasta aquella ventana, pero ya no había nada Luego del suelo recogí una bola de papel todo arrugado color rojo. «¡Entra!, ¡Te estaré esperando!». Y entonces la guerra civil comenzó en mi cabeza. Pero al final creo que pudo más el morbo y curiosidad que la cordura y la razón.

Miré hacia atrás para asegurarme de que los demás no me veían y me aveciné hasta el departamento del extraño.

Tropecé unas dos o tres veces cuando iba subiendo las escaleras, pero nada grave, seguro eran mis nervios. ¡Carajo! Estaba más nervioso que la primera vez que entré a fútbol.

Llegue justo a la puerta, jadeando, y no era porque hubiera corrido o algo parecido. Estaba nervioso. Toqué después de suspirar para darme valor.

ExtrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora