III

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— Kimmie, cariño...

La zarandeé de lado a lado.

— Mami... Me encuentro mal...

Kim me dió la espalda y se abrazó a la almohada.

— ¿Qué pasa, cielo? —pregunté intentando poner la mano en su frente, pero ella se apartó.

— Me duele la tripa...

— Qué pena, la abuela te había preparado un desayuno muy especial —mentí.

La pequeña alzó una ceja y giró su cabeza pero frunció el ceño al verme la cara.

— Estás mintiendo.

— Tú también. Venga, al cole.

— Por favor...

La destapé y la cogí por la cintura para levantarla de la cama y que me mirase directamente a los ojos, pero ella me abrazó y se escondió en mi cuello. Por un momento me asusté, pensaba que Kimmie iba a romper a llorar o algo parecido, pero no. Solo me pedía que no la llevase al colegio una y otra vez.

— ¿Te han hecho algo malo en el cole, cielo?

Se encogió de hombros y volvió a abrazarse a mí.

— No me dejes ir...

Me dolía verla así, pero no podía consentirle todo. Además, se trataba de su educación. No podía dejarla en casa sin ir al colegio así que la senté en la cama y cogí su uniforme para vestirla.

— Mami no puede quedarse en casa hoy... Tiene que ir a preparar la exposición importante para mañana. Los abuelos tienen que hacer cosas... Y tú tienes que aprender en el colegio. Verás como no es tan malo. Si te portas bien por la tarde haremos lo que quieras.

— Bueno... Vale... —finalmente accedió y le terminé colocando los zapatos. — Pórtate bien, cielo... Mami necesita tener la cabeza en la exposición.

— Ya sé lo que te voy a pedir —admitió la pequeña levantándose de la cama de un salto. — Ir a la exposición importante. Nunca me llevas y yo también quiero ver fotos.

— Bueno, me parece justo. Ya eres mayor para ver las fotos, y sé que te vas a portar bien, pero no te separes de mí cuando estemos allí.

— Vale, mami. Vamos a desayunar ya que si no llegaremos tarde al cole.

Había que ver cómo le interesaba ir ahora, eh.

Esta vez la abuela Clara no había preparado tortitas, así que me encargué del desayuno. Preparé un zumo de naranja para Kimmie y un café para mi. Ella cogió también un paquete de galletas.

— La abu hace mejores desayunos.

— Eh, no te metas conmigo, Kim.

Le revolví el pelo y ella arrugó la nariz.

— Aunque sabes que es verdad... Las tortitas de la abu son lo más rico del mundo.

Cuando terminó su desayuno, pese a que yo me dejé mi café a medias, decidí salir de casa porque ya se estaba haciendo tarde. Metí a la pequeña en el coche y le puse el cinturón.

— Mamá, ¿no eres una señorita? —preguntó señalando mis pantalones.

No, otra vez la falda no. No debería haber dejado que Corbin la matriculase en ese estúpido colegio.

— No, yo soy mamá.

— Yo también quiero ser mamá para llevar esos pantalones tan chulos.

Solté una pequeña carcajada y me metí en el coche para conducir hacia el colegio.

Simple Life [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora