IX

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Todos los compañeros de mi hijo ahora podían comprender quién era él y cómo se sentía gracias a la clase especial que dio Camila para hablarles sobre la transexualidad. He de decir que incluso yo aprendí gracias a ella. Dejé que mi hijo se cortase el pelo y se vistiese como quisiera para sentirse a gusto consigo mismo, pero no sabía ni la mitad del tema de lo que sabía la profesora Cabello.

— Eres muy guay, Michael —dijo uno de los compañeros de mi hijo levantándose para abrazarlo. No fue el único pues una horda de estudiantes fue a abrazar a mi hijo... Mentiría si no dijese que una pequeña lágrima cayó sobre mi mejilla, y por desgracia no era una gota que indicaba que había empezado a llover.

— ¡Raaaaaawr! —gritó mientras se daban un abrazo grupal.

Camila se acercó a mí y cogió mi mano para que me uniese también al abrazo.

— Mikey, ven, acércate —dije haciendo que se acercase a mí.

— Te quiero, mami.

Extendí los brazos y lo levanté del suelo en un abrazo enorme.

— Yo también te quiero, cielo.

El timbre sonó y Camila llevó en fila a todos los niños hacia la puerta del colegio para que volviesen con su familia. Me ofrecí a llevarla en coche, pero ella me contó que tenía que quedarse por la tarde para las tutorías.

— Muchas gracias por todo, Camila, de verdad.

— Es mi trabajo, Lauren.

Asentí con la cabeza. No era la primera vez que me decía eso pero me costaba creer que existiesen personas así en el mundo. Quizás porque yo no era así... O porque la gente solía ser mucho más materialista, y los profesores mucho más inútiles. Solo había que ver Coral Coast... Aun así pensé en agradecérselo un par de veces, pero nunca cómo.

— Nos vemos, Camila.

Encendí el motor y cogí una ruta un tanto diferente.

— ¿A donde vamos, mami? —preguntó mi hijo jugando con el cinturón de seguridad.

— A casa de los abuelos. Me han dicho que tienen una sorpresa para ti.

— ¿Una sorpresa? Seguro que abusaurio quiere darme un susto.

Solté una pequeña carcajada y aparqué justo enfrente del piso de mis padres. Desaté a mi hijo y él solo pegó el salto del coche caminando hacia el portal e intentando llamar al timbre. Aún no llegaba porque mis padres vivían en el ático.

— ¿Sí? —preguntó alguien que no parecía mi padre por el interfono.

— ¿Has llamado? —alcé una ceja. — Perdone, señor, mi hijo ha tocado el timbre que no era...

— Eh... Vale.

El interfono dejó de sonar y yo miré con los ojos entrecerrados a mi hijo que me miró con cara de inocente.

— Cuando seas jugador de baloncesto profesional y tan alto como esa farola, le podrás dar al timbre.

— Solo tengo que crecer un poco más y llegaré.

Llamé al timbre y respondió mi padre imitando a un dinosaurio. Ha tenido suerte de que seamos nosotros y no un cartero comercial. Mikey subió las escaleras corriendo para abrazar a sus abuelos, él ni siquiera pensó que nunca lo habían visto con el pelo corto y azul... Yo sí. Le conté a mis padres la situación de mi pequeño y lo comprendieron a la perfección, pero no tenían ni idea de que su nieto parecía un pitufo.

— A partir de ahora vas a ser junior-rex —dijo mi abuelo haciendo referencia a que ambos tenían el mismo nombre, pero los dinosaurios son verdes, no azules.

Simple Life [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora