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— No quiero llevar falda, mami... —dijo Kimmie sentada en la cama cruzando los pies y poniendo cara de enfado.

— ¿No estás emocionada? —pregunté aún con el uniforme de mi hija en mis manos.

No podíamos entretenernos o la pequeña llegaría tarde a su primer día de clase. Iba a cursar primero de primaria y, por la insistencia de Corbin, sería en el colegio privado más famoso de la ciudad. Entendía que no quisiera ponerse la falda, el uniforme era muy hortera.

— No quieres llegar tarde el primer día, ¿verdad, cielo?

— Si estoy emocionada pero mami... La falda es fea... Y hay pantalones. Los niños los llevan. Yo quiero llevar un pantalón.

— No tenemos el pantalón del uniforme, Kimmie. Si no te pones la falda no te dejarán entrar.

— Menudo cole de caca...

No pude evitar reírme aunque mi hija estuviese hablando en serio. Me agaché para darle un beso en la frente e intenté ponerle la falda.

— Si te pones la falda iremos por la tarde a comer un helado, ¿si? —dije forzando una sonrisa amplia.

Quizás debería haberle comprado unos pantalones a mi hija, pero ahora mismo estaba demasiado ocupada. Este fin de semana cumpliría uno de mis objetivos: exponer mis obras en el Museo de las Américas. Tenía fotos nuevas de sobra para exponer, pero aquello no relajaba mis nervios. Tenía que hacer una selección, intentar hacer alguna foto nueva que superase las anteriores... Pero apenas tenía tiempo. Corbin, mi marido, lo único que hacía era estar frente al ordenador mientras yo cocinaba, cuidaba a nuestra hija, trabajaba... Por desgracia me había casado con un hombre que no valoraba mi trabajo. Según él, hacer fotos era un simple hobbie.

— ¿Maaaaaaami? —pronunció mi hija tirándome del brazo, sacándome de mis pensamientos.

Ella aún no se había puesto la falda. ¿Qué clase de imagen iba a dar una madre que llega tarde al primer día de clase de su hija? No quería hacerlo, pero me vi obligada a ponerle la falda, cogerla en brazos y correr hacia el coche.

— ¡Mami! —protestó Kimmie mientras pataleaba.

La senté en su silla, le puse el cinturón y me senté en el asiento del piloto. Kimmie no solía enfadarse conmigo y odiaba verla así, pero no podía perder más el tiempo. Ignoré sus pataleos y conduje hacia el colegio.

La pequeña salió del coche cuando llegamos y sin dirigirme la palabra se metió en el colegio. Suspiré y la seguí avanzando con rapidez.

— Kim... —susurré intentando que acabase con esa rabieta.

— No quiero... Es fea...

— Ya lo sé, cariño. Luego en casa te la quitas y te pones lo que quieras.

Kim acabó encogiéndose de hombros y tiró de mi camiseta para que me agachase y se pudiese abrazar a mi.

— Estás muy guapa —susurré y besé su mejilla. — Vamos a clase.

El colegio era demasiado estético para mi gusto. Parecía el típico colegio de las películas con sus clichés, los profesores parecían malditos actores de reparto... ¿Dónde estaba metiendo a mi hija, en un colegio de primaria o en High School Musical?

— Hasta después, mamá.

Volví a abrazarla y a dejar unos veinte besos por toda su cara. Ella me tuvo que apartar porque si no sabía que no iba a parar.

— Pásatelo bien, cariño.

La pequeña correteó hasta su clase y yo me marché a casa. Según mis propios planes, por la mañana seleccionaría las fotos para la exposición y por la tarde intentaría hacer alguna nueva.

Simple Life [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora