IV

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Apenas pude dormir esta noche. No solo eran los nervios por la exposición en el MOA. Confiaba en mis fotos y en el trabajo que había hecho Jimmie. Estaba muy preocupada por mi hija. Ella parecía estar bien, excepto cuando tenía que ponerse el uniforme o alguien le hablaba de su padre. No podía permitir que ella estuviese tan mal por algo tan estúpido como una prenda de ropa, así que irá al colegio público. Si a Corbin no le importa su hija a la hora de pegarle, tampoco debe importarle su educación. Una parte de mi pensaba que él se disculparía, pero cuando llegamos Mike y yo a la casa, él nos ignoró. Ni siquiera me pidió mi copia de la llave. Aún así, se la entregué cuando terminé de recoger nuestras cosas, pero él no dijo ni una sola palabra.

Conseguí quedarme dormida cuando se estaba haciendo de día. No sé cuánto tiempo pasó, pero sentí que a los cinco minutos de haber cerrado los ojos, Kim se puso encima mía para darme besitos por las mejillas.

— ¡Despierta, mami! Hoy es el día importante.

— Un rato más... — murmuré abrazándola contra mi.

¿Desde cuando hemos cambiado los papeles?

— Mami... Uno... Dos...

Abrí un ojo y vi a mi hija acercándose lentamente a mi mejilla.

— ¡Tres! ¡Rawwwwwwwwr! —me mordió la mejilla y se abrazó a mi tanto que giró mi cuerpo y casi nos caemos las dos de la cama.

— Está bien, está bien... Me voy a levantar.

— Eso, mamá. Que tienes que ir a tu cole de mayores.

— Y tú vienes conmigo, ¿qué te vas a poner?

— Mi sudadera de la libélula.

— Estás obsesionada con PGE. Ni que no se hubiesen separado antes de que tú hubieses nacido.

— Ya, pero me gusta... Es muy calentita.

— Pensaba que querrías ir con tu pijama.

— No, mamá. Que eso es serio.

— Eres adorable.

— ¿Y tú que te vas a poner?

— Ya estoy lista, ¿te gusta? —pregunté señalando mi pijama.

— ¡No! Tienes que ir seria.

— Tendrás que ayudarme a elegir la ropa, dinosauria.

— Los dinosaurios tenemos un gusto para la ropa muy bueno.

— Anda, enana. Vamos a desayunar —la cogí en brazos y la subí a mis hombros para encaminarnos a la cocina. La senté sobre la encimera y se puso la capucha para parecer aún más un dinosaurio.

Saqué una masa de tortitas que me había dejado hecha mi madre antes de irme y una sartén con mantequilla.

— La abu sí que sabe... —murmuró mi pequeña.

Hice una buena tanda de tortitas para las dos y saqué de la nevera la nutella que habíamos comprado.

— Mami, ¿Estás contenta porque la gente va a ver tus fotos?

— Claro que sí, cariño. Pero tengo un poco de nervios...

— ¿Por qué?

— No quiero que la gente piense que mis fotos son feas, o simples.

La pequeña se bajó de la silla y se sentó encima de mi.

— Tus fotos son bonitas.

— Como tú.

Simple Life [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora