Capítulo 34.
Liam.
Llegamos a casa alrededor de las 5pm. Estacioné el auto frente a casa y comencé a correr hasta la entrada junto con Sky, estaba lloviendo a cántaros. Entramos completamente empapados. Me parecía ridículo cómo nos mojamos. Sólo eran diez pasos desde la acera hasta aquí.
Brooklyn parecía un cielo roto. Sin reglamentos. Un rebelde sin causa.
Mamá y Dina estaban sentadas en la sala tomando chocolate. Ambas se levantaron cuando nos vieron y tomaron las bolsas para luego desaparecer en la cocina. Se escuchaban risas y cuchicheos.
Se habían levantado sin decirnos una palabra. Sky y yo compartimos una mirada sospechosa.
-¿Crees que tramen algo? –Preguntó Sky señalando la cocina.
-Que tengamos sexo, seguro –Respondí.- ¿Quieres subir a mi cuarto?
Sky estaba mirando la puerta de la cocina y giró sus ojos hacia mí. Una pizca de lujuria atravesó sus ojos.
-¿Por qué debería hacerlo? –murmuró sonriendo.
-Porque mi habitación no es igual de divertida si tú no estás en ella, o en tu ventana.
-¿El niño bueno está siguiendo los deseos de su madre?
-Siempre lo he hecho –dije poniendo los ojos en blanco.- ¿Quieres tomar chocolate?
Ella asintió y la tomé de la mano hacia la cocina. Mamá y Dina se sonrieron entre sí y continuaron haciendo lo que sea que hacían. Dina estaba mezclando una salsa blanca, mientras mamá sazonaba una carne. Realmente esperaba que fuera lasaña.
Solté la mano de Sky y tomé dos tazas de la encimera. Una de Hulk y otra de Hannah Montana. Mamá solía ver la serie todas las tardes. Papá y yo nos encerrábamos en mi cuarto a ver la Champions.
Llené las tazas con café caliente y le extendí una a Sky. Ambos nos sentamos en el mesón.
-Gracias –murmuró sonriendo.- ¿Qué cocinarán?
Dina agregó más polvo blanco a la salsa y continuó removiendo. Se trataba de un trabajo muy serio.
-Lasaña –dijo Dina y dejó de mezclar para mirar a Sky.- Sky, vas a comer solamente dos pedazos. ¿De acuerdo?
Miré a Sky sobre mi taza de Hulk, por un momento pensé que sus pupilas se habían perdido en su cerebro. Dedicó a su mamá un ‘Tsk’, y continuó bebiendo de su taza. Mamá y yo compartimos una mirada.
-¿Por qué sólo dos pedazos, Sky? –Pregunté suavemente. Sky bajó su taza de chocolate y me encaró.
-Porque mamá trata de matarme de hambre –dijo con un semblante de tristeza.
-¡No es cierto! –Exclamó Dina. – Las últimas veces que he hecho lasaña Sky se traga cinco o más pedazos. Siempre terminamos llevándola al hospital
Miré a Sky riendo. Ella parecía molesta y divertida a la vez, dio un sorbo a su chocolate y me miró.
-¿De qué te ríes? –Escupió de la manera más encantadora que había visto.
-Eres como una cerdita –murmuré y toqué su nariz con mi dedo.- Una cerdita grosera y malhechora.
Ella tenía el entrecejo fruncido, la miré lo suficiente para que ése entrecejo se convirtiera en una sonrisa. Pensé que tal vez no se reía con mucha gente, pero las sonrisas que yo causaba eran mis favoritas.
-Sky –murmuró mamá mientras echaba aceite en un wok-, espero que seas del tipo que come-como-animal-y-no-engorda. El vestido está hecho y listo para ser usado.
-Sólo les falta salir por otros dos meses y podrán proceder a casarse –vitoreó Dina alzando un cucharón.- Todo será perfecto
Una mirada soñadora se extendió en el rostro de mi mamá y el de la señora Dina. Ambas dieron griticos de emoción. Sky me miró de reojo y giró a mirar a su taza de café.
Dos meses saliendo; pero Sky estaría libre sólo por siete días, lo que me dejaría deseándola por 53.
Terminé de tomar el chocolate y coloqué la taza en el mesón. La lavaría luego de cenar, junto con los platos. Sky hizo lo mismo. Mamá murmuró algo sobre que habíamos traído cosas que ella no pidió. Recordé las Oreos y tomé todos los paquetes.
Sky me miró con una mueca.
-¿Piensas comértelos todos, infeliz? –exclamó y me arrancó dos paquetes de las manos.
Me encogí de hombros.
-Si tú puedes comerte seis trozos de lasaña, yo puedo comerme todas las Oreos que quiera.
Ella me mofó y yo la tomé de la mano nuevamente, subimos rápidamente las escaleras y entramos a mi habitación.
-Es la primera vez que entro formalmente a tu habitación –murmuró ella lanzándose en mi cama. Soltó un pequeño gemido y abrió un paquete de galletas.- Me siento como una reina.
Yo me acerqué a mi ventana y la cerré. Estaba entrando agua y la alfombra se había mojado un poco. Tomé una toalla y sequé mi cabello. Le tiré una a Sky.
-¿Tus toallas tienen bordado ‘Lord Liam’? –dijo Sky riéndose.- Eso es algo exagerado. ¿Quién borda sus toallas?
Me tiré al lado de ella, saqué mi camisa y la tiré en el baño. Eso me recordaría que debía lavarla para el miércoles. Sky aún estaba tocando el borde dorado de la toalla con su dedo índice.
-¿Estás envidiándome? –Pregunté tomando la toalla de sus manos y secando su cabello. Sus ámbares ojos me miraban con odio- La envidia mata.
-Lo que no te mata te hace más fuerte –replicó ella levantando una ceja.
-O te deja en estado vegetal –dije de vuelta. Ella me sacó la lengua y dio una suave palmada en mi rostro. – No hagas eso de nuevo –dije severamente
-¿Por qué? –Dijo ella inspeccionando mi rostro.- Eres una mujercita
-Tus manos parecen lijas –murmuré y reí por lo bajo. Ella golpeó mi brazo y sonrió.
En ése momento me di cuenta de algo. En realidad me gustaba la chica que mi madre había elegido para mí. Sonaba algo que dirían los hindúes cuando se casan, pero estamos en Brooklyn y yo estoy enamorado de ella.
Sky interrumpió mi pensamiento cuando me extendió una Oreo.
La tomé, junto con otro montón de galletas y los metí en mi boca. Estaban ridículamente sabrosas. Sky me miró fijamente con un semblante perturbado.
-El perfecto Lord Liam come Oreos como si no hubiera mañana –dijo lamiendo la cremita de una Oreo.- Qué cosas.
Reímos y nos quedamos en silencio. No eran de esos silencios incómodos en los que no tenías nada qué decir. Era uno de esos silencios que simplemente era genial. Sólo éramos nosotros mirándonos sin pausa
-¿Qué dices? -murmuré rompiendo el silencio y mirándola fijamente a los ojos. Marrón y ámbar. Dos colores completamente opuestos chocando entre sí. Ella hizo una mueca
-¿De qué? -Aún no despegaba su mirada de la mía. Realmente adoraba esto.
-De ser mi novia -dije casi en un susurro. Sus mejillas se tornaron rojas y una sonrisa dividió su rostro.
-Oblígame -dijo ella. Yo sonreí. Ya sabía su respuesta
-Sé hacer excelentes espaguetis con distintos tipos de salsa -dije tomando una hebra de su cabello-, sé hacer chocolate caliente -me detuve, y halé levemente su cabello hasta tenerla a un milímetro de distancia-, sé lo que te pone caliente, y definitivamente sé cómo hacer que te calientes. -Ella no dejaba de sonreír.
-¿Me traerás el desayuno en las mañanas? -Preguntó ella, esta vez fijando su mirada en mis labios
-Si no llueve, por supuesto.
-¿Trato? -preguntó alzando una ceja.
-Trato.
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Criando a mi novia♡
Ficção AdolescenteLas madres de Sky Crowley de 17 años y de William Crous de 24 años, son mejores amigas de la infancia e hicieron una promesa; sus hijos sin duda se casarían para ser una familia. Pero hay un pequeño problema; ambos se odian a muerte. Liam es un...