CAPÍTULO 71

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Ruth no sabía qué hacer. Esa misma tarde le había prometido a su madre que irían a merendar en aquel bosque cercano a su casa... Pero si no iba los remordimientos no le dejarían dormir.

Al final fue. A su madre no le importaba ir otro día. El bosque seguiría allí.

Cogió un bolso pequeño en el que metió el billete de tren, su cartera, un bolígrafo y aquella nota.

No le llevó mucho tiempo llegar, apenas diez minutos. Tenía miedo de perderlo... Aún así, el tren acababa de llegar a la estación. Se sentó cerca de la entrada.

Un poco antes de partir entró una señora a la que le costaba caminar. Ella le cedió su sitio, ya que en aquel vagón no había más asientos libres. La anciana se lo agradeció infinitamente.

Antes de partir, el revisor le comentó que en el furgón de cola, el último vagón, había asientos disponibles -puesto que ella había decidido ir de pie tras «entregar» su sitio a la anciana.

Tras cruzar dos vagones, vio que había una puerta que daba a una especie de «balcón» situado en la parte final del tren. La abrió y se quedó atónita: le encantaba ver como el paisaje iba desapareciendo en el horizonte, como todo lo que hace un rato sus ojos veían se desvanecía en apenas unos segundos...

Cuando empezó a sentir frío a causa de la intensa brisa, entró de nuevo en el tren y tomó asiento. Se acomodó en uno de los muchos lugares disponibles con ventana, y se dio la casualidad que allí, casi completamente metido bajo la junta de la ventana, había un papelito. Lo extrajo, lo desdobló y leyó su mensaje:

«Queridísima Ruth:

La vida da muchas vueltas... Aquí me tienes de nuevo. Este tren te llevará a La Manga. Justo al bajar del tren habrá un taxista esperando por ti para llevarte al lugar donde tú y yo nos encontraremos... Mejor dicho, nos REencontraremos...

Xxx»

Guardó la nota en el bolso, asombrada ante la precisión de aquella persona para esconder las notas. Pensaba que era un chico, pero Pedro no estaba en su «lista», porque lo veía incapaz de planear todo.

Se fijó en que había un contador. Todavía quedaban dos largas horas de trayecto, sóla y aburrida, sin nada que hacer; salvo...

Novela de Ruth LorenzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora