CAPÍTULO 38

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Cuando llegó la noche, llegó el momento de cantar ante aquella gente, entre la que se encontraba aquel hombre que, sin esperarse nada de ella, iba a darle un cambio drástico a su vida en el ámbito musical. Tras oírla cantar en un maravilloso y riguroso directo todos los temas que se encontraban en el repertorio de aquel día, este hombre quiso hablar con ella.

Esperó a que la gente se fuese, y cuando solamente estaban Ruth, aquel hombre y un camarero que le estaba sirviendo en aquel momento, comenzó a hablar:

- Hola, yo soy George Brown y soy productor, compositor y mánager musical -dijo tendiéndole la mano- y últimamente mi equipo y yo necesitamos a alguien como tú. A mayores de cantar como los ángeles, me han dicho que compones... Y no nos vendría nada mal alguien como tú. ¿Qué dices?

Ella se quedó totalmente sorprendida, nunca creyó que alguien quisiese que compusiese algún tema. Le respondió:

- ¡Muchas gracias! Eh... si yo también compongo en mi tiempo libre... pero no es gran cosa. Si quiere le puedo enseñar...

Aquel hombre le cortó entregándole una tarjeta con una dirección:

- Pues si te interesa, mañana vente a esta dirección -le señaló una parte de la tarjeta- a las 5 de la tarde y tráenos a mi equipo y a mí mañana todo lo que tengas para ver si eres lo que buscamos... Te esperamos con los brazos abiertos.

Ella, emocionada, le agradeció todo y se fue a su casa, donde estaba en aquel momento el padre de Pedro, ya jubilado, para dormir.

Novela de Ruth LorenzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora