CAPÍTULO 29

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Tras introducir todo lo que iba a necesitar en su viaje, abrió la ventana de su cuarto. Le dolía despedirse de su tierra así, de repente.

Tras unos minutos de reflexión asomada por la ventana, alguien llamó a la puerta. Era su madre. Le avisó que en cinco minutos le venía a recoger un taxi.

Ella cogió su maleta y se fue con Eva. Cuando bajaron las escaleras, Ruth se fue despidiendo de cada una de los familiares que habían ido a despedirse de ella. Cuando le dio el beso a la última persona que le quedaba, llegó el taxi. El conductor bajó y le metió la maleta en el maletero del coche, y mientras que éste hacía eso, madre e hija se despedían como si jamás se volviesen a ver, como si fuese el fin del mundo.

Tras unos minutos abrazadas, Eva la soltó y dijo entre lágrimas:

- Ya es la hora. Debes irte, sinó perderás el embarque -si, el embarque: Ruth iba a ir en barco porque no soporta los aviones-. Te quiero, hija mía.

- Y yo, mamá -le respondió ella.

Se volvieron a abrazar y el taxista dijo que no podía esperar más que después de llevarla a ella al puerto, tenía que recoger a más gente.

Ella se metió en en taxi y su madre se despedía de ella con la mano.

Durante el trayecto...

Novela de Ruth LorenzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora