Capítulo veintitrés: Todo vuelve a suceder.

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Oscar conversaba con su padre el como hacer que el chico hablara, su madre preocupada los escuchaba desde la cocina.

— Bueno, quizás lo que dijo la psicóloga sea correcto y al ver el cambio radical de familias hable — Soltó el anciano.

— O puede que lo amenacen más y terminé no hablando nunca — Bufó el rapero acariciándose la cien.

— Se debe ver con el tiempo hijo, el tiene en su cabeza que la vida es así, que todos se tratan igual y quizás que tanta mierda le han dicho — El hombre se levantó del sillón — Dale tiempo Oscar y verás que todo vuelve a su camino correspondiente — El rapero asintió sonriendole a su madre.

Jaime se detuvo en el pasillo que separaba su habitación con el comedor. Asustado miraba a la mujer que se detuvo, le molestaba en gran manera el antifaz que cubría sus ojos.

— No quiero hacerlo — Soltó firme mientras sentía su cuerpo tiritar.

— Perfecto — Gruñó la mujer acercándose — Dame las cosas y las usará tu hermana pequeña — Estiró su mano — Uno de ustedes debe trabajar y si tú no quieres tu hermanita pequeña tendrá que hacerlo — Al no ver reacción en el niño, la mujer se acercó para quitarle el cintillo.

— No, mi hermana no — Jaime dió un paso atrás — Lo haré pero, pero ella no.

— Muy bien, eres un buen hermano Jaimelito — la mujer caminó hasta la habitación.

Mientras el niño llegaba se dedicó a poner la manta roja sobre la cama, sosteniendo algunas partes con pinzas creó el perfecto escenario, sacó su teléfono celular y lo dejó sobre la cama.

— Vamos Jaimelito, quitate solo a chaqueta, los zapatos  y súbete a la cama.

Obedeciendo órdenes en silencio el niño se quitó la chaqueta. Traía puesta una camisa junto a una polera y sus jeans negros. Comenzó a llorar en silencio, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas en forma apresurada. La mujer dió vuelta una bolsa que había sacado de su bolso, distintos juguetes sexuales salieron de ella.

— ¿Tú crees que la gente quiere ver un niño llorando? — Jaime negó con la cabeza — ¿Entonces? Limpiate esas lágrimas inmediatamente.

Rápidamente el niño limpió las lágrimas que se marcaban por sus mejillas y recibió el primer consolador que la mujer le tendía. El más pequeño de todos los que tenía en el lugar.

— Bien, ahora desabrocha tu pantalón — Jaime obedeció — mejor bajalo un poco — el niño suspiró bajando sus jeans hasta la rodilla y arrodillándose con las piernas separadas espero órdenes, la mujer pegó otro consolador a la pared y volvió a su posición — Mételo en tu boca como un helado Jaimelito.

Minutos interminables fueron para Jaime  los que la mujer se demoró en sacar las fotografías, cambiándolo de posiciones y desnudandolo de a poco, quitándole prenda por prenda hasta dejarlo solo con sus pequeños bóxer. Siempre era la misma rutina, con distinta pose y distintos consoladores.

— Bien cariño ahora jugaremos con Pedrito — Sonrió la mujer y dejando al chico en la habitación salió.

Volvió con un cuerpo de silicona que Jaime conocía muy bien, sin brazos ni piernas el torso tenía el espacio para colocar un consolador del tamaño que cualquier persona quisiese. La mujer acomodó el cuerpo sobre la tela y eligió el mismo consolador que Jaime había lamido hace unos minutos. La mandíbula del ruliento comenzó a tiritar, sentía su piel de gallina y que comenzaba a ahogarse. Sin poder llorar esperó las órdenes que su abuela le daría.

— Listo cariño, ponle el lubricante que te dejé atras —  tomó su celular mientras Jaime ponía el frío líquido en sus manos y los deslizaba en el pequeño miembro — Ahora como lo hicimos la última vez.

Jaime negó, suplicándole con la mirada que se detuviera. No quería jugar de ésta manera, solo quería volver a la casa de su papá y abrazarlo con fuerza. Comenzó a llorar, su mentón tiritaba con fuerza.

— Tranquilo cariño, tranquilito — La mujer acarició su mentón — Shh, todo está bien mi amor — Deslizó su mano por los labios del chico — Eres un buen niño Jaimelito, todo estará bien cariño — Deslizó su uña con fuerza por el labio del niño cortándolo. Jaime comenzó a sangrar omitiendo un grito — No te toques — tomó su celular — Ahora bebé, pasa la lengua por tu herida cariño, pero siéntate en el estómago de Pedrito que te extrañó mucho.

Entendiendo que no sacaba nada con negarse se subió sobre el cuerpo, con las piernas abiertas sobre él lamió su labio, sin dejar de llorar siguió cada orden de la mujer, desde los movimientos hasta la penetración. La mujer dejó de sacar fotografías para grabar, distintos ángulos que le daria el dinero suficiente para viajar por Brasil junto a su pareja.

— Gime Jaime, tú sabes que a la gente le gusta que gimas muy fuerte.

Jaime comenzó a gemir, asustado por qué sus hermanas no despertarán. Pero no pudo aguantar mucho, la mujer activó el vibrador del consolador.

Catalina disfrutaba en el cumpleaños de su amiga, junto a Enrique reían de los vasos de alcohol que su amigo había consumido y las payasadas que hacía.

Oscar por su lado veía una película, sin ganas de salir y angustiado decidió sacar un pito antes de dormir.

Todos descansaban a su manera mientras el niño, con la cabeza en otro mundo se auto penetraba con un muñeco, siguiendo las órdenes de una mujer que debía cuidarlo, protegerlo, mimarlo y amarlo. Una mujer que desde hace unos años lo había destruido internamente, una mujer que le había quitado la inocencia y las ganas de ser un niño.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora