Capítulo veintisiete: Eddy

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— ¿Te enfadaste conmigo? — Nicolás entró corriendo al baño detrás de Jaime. El ruliento lo miró en silencio — Por favor, no quiero dejar de ser tu amigo.

— No dejaremos de ser amigos, pero a mi no me gusta nadie — Respondió con calma — Déjame hacer pipí.

El moreno se lavó la cara mientras Jaime orinaba y a penas salió lo miró. Mantuvieron el silencio hasta que salieron del baño.

— No puedes decirle a la gente que te gusta un hombre — El más bajo se sentó fuera de la sala, aún quedaba para que terminara la hora de almuerzo — Dirán que eres un desviado como mi papá.

— ¿Qué es eso? — Nicolás tomó asiento a su lado.

— Es algo malo, la gente te trata mal y se burlan de ti.

— Yo no quiero que me traten mal — El moreno bajó la vista.

— Entonces no puedes decir que te gusta un hombre — Nicolás asintió en silencio.

— ¡Edgar tiene piojos! — Manuel gritaba desde la sala de clases, riendo a carcajadas de su amigo ruliento — ¡Inspectora el Edgar tiene piojos!.

— Piojento, Piojento — Cantaban a coro el resto de alumnos que estaba en la sala.

— ¡No tengo piojos! — Se defendió el más alto.

— ¡Sí, yo te los vi! — Volvió a reír Manuel provocando que el ruliento frunciera el ceño y saliera de la sala de clases.

— Yo no tengo piojos — Se colocó de pie a un lado de Jaime intentando tragarse las ganas de llorar, la verdad es que si le picaba la cabeza.

— Edgar — Manuel corrió hasta donde estaban los niños — No te enfades, solo tienes ¡piojos!

La reacción del más alto fue una sorpresa para todos, en especial para Nicolás que lo conocía de mas tiempo.

— Te dije que no tengo piojos — Saltando sobre Manuel comenzó a golpearlo, tirarle el cabello y azotarlo contra el suelo.

— Para Eddy — Nicolás se acercó lo más rápido que podía para intentar separarlo, pero solo de un empujón quedó en el piso — Eddy — Volvió a levantarse y ahora con Jaime intentar separarlo del rubio que en el piso se cubría el rostro.

Otro empujón para Nicolás lo dejó en el piso, pero al ser más fuerte que el anterior le golpeó la cabeza contra la pared. Edgar se detuvo de inmediato para socorrer a su amigo que seguía inconsciente.

— Nico, perdón Nico yo no quería — El mayor miró a Jaime que, levantando al rubio lo ayudaba a limpiarse. Aún no se daba cuenta de la otra escena en ese lugar — Nico, Nico despierta.

Manuel corrió hasta inspectoria para acusar al ruliento mayor y fue en ese momento que el más bajo miró a sus amigos. Sentándose a un lado de Nicolás esperaron unos segundos eternos hasta que abrió los ojos.

— No me gusta que pelees Eddy — El moreno se acarició el lugar del golpe que ya tenía un pequeño moretón.

— Es que él dijo que tenía piojos — Edgar miró al piso arrepentido — Todos me molestarán ahora.

— Nosotros no — Jaime sonrió junto al más alto.

— ¡Edgar Gaete, se va inmediatamente a la inspectoria! Mire que golpear a su compañero — La mujer, bastante mayor lo tomó de la mano para comenzar a caminar — ¿Usted cree qué aquí estamos en un ring de boxeo o en la población? No caballero aquí se comporta como tal — Hablaba regañando al niño.

— ¿Te duele? — Preguntó Jaime a Nicolás.

— Un poco pero, no quiero que castiguen más al Eddy — contestó con un puchero.

— ¿Y si te mojas? Mi mamá me mojaba las heridas — El moreno asintió.

Caminaron juntos hasta el baño y mientras Nicolás metía la cabeza bajo el agua del lavamanos, Jaime sacaba mucho confort. De alguna forma debía secarse el cabello.

En la casa de Naiko la película había pasado completamente a segundo plano, la pareja se besaba y era Oscar el que con cuidado acariciaba el cuerpo del menor. Sin querer llegar aún al sexo Bestia negra deslizaba sus dedos por la columna del contrario, mientras restregaba su miembro aún cubierto con el cuerpo de Nicolás.

— Deberíamos haber hecho ésto antes — Sonrió mirando al chico que aún con moretones en su rostro lo besó.

— Tratame con amor, lo necesito tanto — Escondió su rostro con cuidado en el pecho contrario.

— Yo soy puro amor po' Naiko — Las manos del rapero le comenzaron a quitar la polera, con sumo cuidado de no tocar los puntos que tenía en su rostro — Y cuando eso lo juntan con lo amoroso que soy cuando alguien me gusta — Besó el pecho contrario mordiendo un pezón — Exploto corazones — Nicolás rió.

— ¿Por qué te demoraste tanto en quererme? — Preguntó mirándolo desde arriba el menor.

— A veces el destino es cruel, le gusta jugar y ver corazones rotos — Oscar subió hasta tener a Naiko a la misma altura — Pero se compromete a pagar los daños con creces — Comenzaron a besarse nuevamente.

Catalina meciendo a su hija menor recorría su casa, cuando llegó al dormitorio de Jaime se sentó en su cama y se puso a llorar. No entendía que había hecho tan mal como para que el niño ya no quisiera estar con ella, le había dedicado sus mejores años sin poner pero alguno y había sufrido demasiado por la culpa de su padre. Aún así nunca sintió que el niño tuviera la culpa de ello.

Su madre le había informado de un viaje repentino a Brasil, estaría dos semanas fuera con su novio que ella personalmente aún no conocía. Habían viajado mucho últimamente, así que el tipo debía tener dinero. Ella no sabía que era su madre la que pagaba todo, gracias a su hijo mayor.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora