Capítulo catorce: Odio.

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El primer día de clases Jaime se levantó extremadamente temprano, quería estar listo para su nueva escuela. Se despidió de sus abuelos y caminó hasta el auto de su papá.

— Tení que portarte bien hoy — Oscar encendió el auto — Trata de no pegarle a nadie.

— Me voy a portar bien — Respondió con una sonrisa — Solo si no hablan de Dios.

— No es un colegio religioso pero, tení que portarte bien igual — Asintió mirando por la ventana.

— ¿Crees qué los niños sean malos? — Miró a su papá que Sonrió.

— Si tu eres bueno con ellos no, todo en la vida se devuelve Jaime y si tu haces cosas malas te lo devolverá con cosas malas — Oscar acarició el cabello del chico — Por eso todo tienes que hacerlo con buenas intenciones y sin esperar nada a cambio.

— ¿Y cómo Dios es malo? — Preguntó el niño mirando ahora por la ventana.

— Dios no es malo campeón.

— Pero él te odia por ser un desviado — Bufó el chico, recordar la palabra colegio le había traído malos recuerdos.

— ¿Quién te dijo que me odia? — Oscar rió — Dios no me odia, los que me odian son las personas intolerantes. Quizás Dios ni existe.

— No puedes decir eso — El niño lo miró confundido.

— Cuando era mas chico estuve en un colegio religioso como tú, con el tiempo terminé odiando al dios de esa religión pero después me di cuenta que dios es algo más grande de lo que todos hablan.

— Dios te odia por ser gay papá — Soltó apenado el chico.

— Mira, tomalo como que Dios es amor, el ama a todo el mundo sin importar  el color, la raza, la pobreza o la orientación sexual. Se supone que él te creo y ya sabía que tu serías de tal y tal forma. No te guíes por lo que dice la gente y tú crea tu propio Dios enano.

— ¿Aunque seas diferente a las demás personas? — Preguntó repasando cada palabra que su padre le había dicho.

— ¿Diferente?, ¿Qué es lo que me hace diferente? Yo soy un hombre como todos, con las mismas partes del cuerpo humano que tienen todos, no tengo tres brazos ni diez ojos y por lo que veo tampoco mi piel es verde o azul — Jaime sonrió y Oscar detuvo el auto frente a la puerta del colegio — Amar a un hombre no me hace diferente, todos somos únicos y te lo repito campeón. No dejes que la gente te meta un Dios en la cabeza al cual debes temer, llámale como quieras pero eso imaginario solo quiere lo mejor para ti, si tu actúas bien, si tu eres bueno con la gente, si no haces cosas malas nadie debería odiarte. Yo le llamo karma, si soy bueno el karma me da cosas buenas pero, si yo hago cosas malas sé que tarde o temprano esas cosas se me devolverán — Jaime asintió.

— Yo no quería que Dios te odiara, tenía miedo de que te fueras al infierno.

— No me iré al infierno porque yo soy bueno — Oscar besó la frente del menor antes de bajar del auto. Cuando se encontraban frente a la puerta se arrodilló para quedar a la altura de su hijo — Ninguno de los dos nos iremos al infierno, no te asustes con eso okey

— Sí, te quiero papá — Jaime besó la mejilla de su papá dejando al rapero anonadado.

— ¿Tú debes ser Jaime? — Una mujer le sonreía en la puerta — Soy Josefina, tu nueva profesora.

— Hola — Sonrió el menor.

— ¿Vamos a la sala? — El chico miró a su papá quien le asintió con una sonrisa.

Se despidieron cuando el timbre sonó, Jaime entró a la sala y todos sus compañeros le dieron la bienvenida. Su corazón latía con rapidez y fueron tres niños los que lo llamaron para que se sentara junto a ellos.

— Jaime vamos a jugar — Le Gritó uno con varios autos en sus manos.

— Pero yo no tengo autos — Se rascó la cabeza.

— Yo te presto uno — Soltó el más bajo de los tres.

Sonriendo Aceptó el auto, pensando que en la tarde le pediría a su papá que le comprara uno para jugar con los niños. No se dió cuenta cuando un chico se colocó a su lado.

— ¿Qué te pasó en la cara? — Preguntó un moreno que no jugaba con ellos.

— ¡Ándate tú! — Gritó el más alto.

— Solo quiero saber qué le pasó — Frunció el ceño con un puchero.

— No seai' copuchento cabeza de alcachofa — Rieron.

— Te voy a acusar con el Edgar — Intentó defenderse.

— Andate — El más alto lo empujó casi botandolo y como si toda la conversación con su padre le pasara a la velocidad de la luz por la cabeza, Jaime se puso entre los dos chicos.

— No lo molestes — Sonrió el ruliento — Todos podemos ser amigos.

— Él es muy pesado — Reclamó el más bajo — Habla mucho.

— Yo no hablo mucho — Se defendió el moreno.

— Pero yo puedo ser amigo de todos — Jaime sonrió y a todos les pareció una idea perfecta.

— Yo me llamo Tomás, él es José y él es Marcelo — Los presentó el más alto.

— Yo soy Nicolás, Nicolás Gaulle — El moreno puso la mejor sonrisa que tenía. Le encantaba hacer amigos.

— Yo soy Edgar — Un chico más alto que Tomás se unió al grupo de Nicolás justo cuando el timbre sonó.

Todos se fueron a la sala corriendo y se separaron en la puerta. Era Nicolás el que miraba a Jaime intentando ser disimulado, el chico nuevo le llamaba mucho la atención.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora