El Cádaver

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Uh.

Leiko se encontraba en su apartamento, mirando a un punto fijo en el techo. 

Uh.

Pataleó incansablemente en su cama. Necesitaba algo de comida. Tenía un hambre descomunal. El ghoul que se había comido hace unas horas sólo la ayudó a caminar hacia su distrito, para después vomitarlo nada más llegar. Ella no quería convertirse en un kakuja. 

Después de pensárselo un rato, decidió salir a la calle. Debía de tener cuidado, ya que estos días había muchas palomas invadiendo la zona. Leiko no sabía cual era la razón por la cual esos investigadores estaban viniendo, pero sabía que era por algo gordo. Un gran número de investigadores iban y venían, patrullando las calles, en busca de alguien, o de algo.

Se levantó, haciendo caso omiso a su sentido común. Se puso una camiseta negra de manga larga que cubría su tatuaje de lobo y un pantalón corto marrón. Quería pasar desapercibida. Su estómago rugió. 

"Tranquilo. Dentro de poco tendrás tu comida"

-EN LAS CALLES-

Leiko caminaba tranquila, intentando visualizar a su próxima presa. No le encontraba. 

Un hombre se levantó de un banco. La chica percibió su aroma rancio. Era él. Su próxima víctima. El asesino de niños Brad Thompson, un Americano que vino a empezar una nueva vida en Tokyo con el comercio de la droga, pero desafurtunadamente, sus planes fueron arruinados por una niña curiosa que le había visto entrar a el apartamento vacío. Esa fue su primera matanza, pero no su última. 

Con el periódico en la mano, se levantó y fue hacia un parque cercano. Leiko le seguía de cerca. Odiaba tanto a la gente como él. 

Lo tienen todo. Todo. Son humanos, no son perseguidos. Viven bien. Sienten seguridad. Pero, no saben aprovechar nada. Nada de lo que se les da es apreciado por ellos. Arruinan sus vidas así, en vez de atesorarlas. Es por eso, que esta clase de gente, la gente que mata sin tener que hacerlo, me pone enferma.

El hombre se sentó en un columpio, y empezó a balancearse lentamente. Era la hora de la comida, así que la mayoría de los niños estaban en sus casas. 

Bien, a por todas.

"Perdone... ¿Sabe dónde estoy?" preguntó la chica inocentemente. 

El tío la observó y sonrió para sus adentros.

"Es sólo... creo que me he perdido" dijo ella, añadiendo una risita, para parecer más vulnerable. Se lo tragó de lleno.

"Dime pequeña... ¿Dónde vives?"

Ella le dió información falsa, añadiendo que no debía de preocuparse, ya que su padre estaba muerto y su madre no la esperaba en casa hasta tarde.

"Oh... ya veo." Podía escuchar su sonrisa mientras hablaba. "Tengo un coche cerca, te puedo llevar hasta tu distrito. Es lo mínimo que puedo hacer por una chica tan guapa."

Que asco me estás dando chaval...

Leiko suprimió sus ganas de vomitar, y le ofreció una sonrisa. 

"Bien" aceptó, y se dirigió junto a él hacia donde estaba su supuesto 'coche'. En unos cuantos minutos, se encontraron en su apartamento. Antes de que pudiese hacer nada, él la empujó dentro.

"Maldita estúpida... ¿De verdad te lo has creído?"

Ella se rió. 

"Maldito estúpido... ¿De verdad te lo has creído?" dijo, imitando su voz. 

Él la miró, confuso. Se encontró con unos ojos negros que se mezclaban perfectamente con la oscuridad de la habitación, y unas pupilas rojas como la sangre.

El miedo le invadió. Sudor frío recorrió su cuerpo vulnerable.

"He oído sobre los monstruos como tú... Tú... ¿Eres un ghoul...verdad?" Ella se rió lenta pero sonoramente.  

"Pobre imbécil... ¿y a mi me llamas monstruo? Que pena me das... un ser humano cegado por su propia incredulidad. ¿Por qué no me sorprende?" En un abrir y cerrar de ojos, su brazo salió disparado hacia el otro extremo de la habitación, generando un charco de sangre en el suelo encerado. 

El hombre gritó, pero fue silenciado al instante por un corte en su cuello. Ella le había degollado. Cuando dejó de retorcerse en el suelo, ella cogió su brazo, y se lo empezó a comer ahí mismo. Cortó el resto de su cuerpo y lo metió delicadamente en su bolsa, revelando una máscara de lobo en su interior.

"Los asesinos serán asesinados" repitió las palabras de su madre.

 Ōkami era una asesina.

Leiko era una asesina.

Aunque ella se escondiese detrás de una máscara, eso no ocultaba el hecho de que fuese una homicida.

Ella odiaba lo que era. Un monstruo cruel y despiadado. Una aberración que comía carne humana para sobrevivir. La verdad, ella no tenía la necesidad de matar a los ghouls, pero lo hacia por el simple deseo de venganza. Venganza... por la muerte de su madre. En cuanto cumpliese su deseo, se había jurado a sí misma que Ōkami dejaría de existir, y Leiko sería lo único que quedaría.

Había tomado una decisión. Aogiri era su enemigo, y lo sería hasta matar a Jason, el asesino de su querida y difunta madre.

Cogió sus pertenencias, sin inmutarse siquiera de limpiar el desastre que había generado, y salió de la casa hacia su apartamento, donde disfrutaría de carne suficiente para un mes, como mínimo.

Único en su clase (TOKYO GHOUL) {AYATO KIRISHIMA X TÚ}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora