La Cruda Realidad [醜い真実] {Minikui shinjitsu}

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Narra 3era persona

Una pequeña Leiko le daba la mano a una mujer. Esa mujer no era otra que su madre, que miraba a su alrededor en busca de una escapatoria. Divisó entre las sombras del oscuro callejón una alcantarilla. Corrió hacia ella en un intento desesperado, agarró la tapa y la subió con las pocas fuerzas que le quedaban. 

Una vez una cara sonriente, ahora su rostro reflejaba a una persona presa del pánico.

"Un dos tres... al escondite inglés... que no te corten las manos ni los pies."

Esa voz infernal resonaba en su cabeza desde hacía ya tres manzanas , una melodía que seguramente sería lo último que oirían si no ideaban un plan para escapar del asesino Jason.
El alcantarillado se inundó del sonido de los zapatos de las jóvenes estampándose contra los charcos y sus respiraciones agitadas. Se escuchó el sonido de los dedos de Jason crujir, mientras reía a carcajadas.

Cállate. Cállate.

Esa palabra era la única palabra que inundaba la mente de Leiko en ese momento.

Volvieron a subir hacia la superficie, la niña primero. Recobraron el aliento mientras cerraban la tapa. 

"Ya todo ha terminado Leiko" susurraba su madre entre sollozos. "Todo está bien ahora." Una sonrisa de sobre esfuerzo se dibujó en su rostro. 

Solo hicieron una cosa mal. 

Si la madre de Leiko hubiese pensado razonablemente, se hubiese dado cuenta de que en su estado, no había sido capaz de cerrar la alcantarilla como era debido. No le había puesto ninguna clase de soporte para que no se pudiese acceder a las calles desde dentro. Ese fue el pequeño fallo que cometió, el cual le costó la vida.

Un golpe seco hizo volver a la realidad a la joven madre, que miró con ojos aterrados a su asaltante.

Los ojos del psicópata brillaban en la oscuridad. Al poco tiempo, se escuchó el sonido de la tapa caer lejos de donde estaban.

"Ma-mamá" La niña se había quedado patidifusa. No se atrevía a respirar, y mucho menos a correr. Sus ojos reflejaban angustia, no sabía que hacer. Al fin y al cabo era sólo una niña de nueve años. Era incapaz de hacer nada. A pesar de que quería ser tratada como una adulta, en ese momento se dió cuenta de que era vulnerable e inútil.  No podría haber salvado a su madre. 

"Vete" le dijo su madre. "¡VETE Y VIVE POR MI LEIKO!"  sus ojos se volvieron rojos, y su expresión serena se volvió el mismísimo rostro del diablo. Algo brotaba de su espalda. Esa fue la primera y última vez que la niña vió el kagune de su madre. Eran unas alas blancas que iluminaban las calles oscuras. Era la luz.

 No le dio tiempo a ver mucho más, porque su madre la empujó haciendo que ella echase a correr. Corrió lejos de allí, a toda velocidad. Quería darse por vencida, pero la voz de su madre resonaba en su cabeza. Debía de vivir por ella. Es más, estaba segura de que su madre volvería a reunirse con ella. Su madre viviría, y en poco tiempo volverían a la normalidad. Siguió pensando en como remontarían su vida, pero luego un pensamiento le cruzó la mente.

 ¿Y si había muerto?

Era bastante probable. Sus piernas la empezaron a doler, estaba cansada y tenía hambre. 

Si su madre había muerto, ella no tardaría en morir. No tenía un hogar, y estaba realmente asustada. Cerró los ojos con fuerza para olvidar las ideas que se le ocurrían. Seguía corriendo a pesar de todo.

Leiko cayó al suelo. Se había chocado contra alguien. Se levantó y fue a pedir disculpas, pero en vez de eso se dió cuenta de que estaba llorando. Sus palabras se perdieron nada más llegar a su boca, y eran reemplazadas por sonidos sin sentido y sollozos constantes.

"¿Estás bien?" El hombre de ojos negros y cabeza medio rapada le tendió su mano, ayudándole a levantarse. Cuando se encontraba de pie, la niña fue dando pequeños pasos hacia atrás. 

"¿Tú también me vas a matar?"

El hombre no entendía nada. ¿Qué hacia una niña tan pequeña sola a estas horas de la noche?

"Claro que no. Yo soy tu amigo. Me llamo Uta. Dime, ¿Qué te ha pasado?"

Al escuchar esas palabras ella no se lo podía creer. Nunca había tenido un amigo, y al escuchar eso, se sintió más tranquila. Más segura. Algo la decía que podía confiar en Uta.

"Leiko" dijo ella.

"¿Hm?"

"Me llamo Leiko" aclaró la chica.

"¿Y tu apellido?"

"No tengo. No quiero tener. No quiero recordar nada"

"Entiendo"

Aún sin saber lo que le había pasado a esa niña, comprendía que había sufrido mucho. No la iba a forzar a hablar de algo de lo que no quería, y aún menos a sonsacarle un apellido de una persona querida que seguramente habría visto morir.

"Te ayudaré, y te llevaré a un lugar seguro ¿vale?" La abrazó fuertemente. "Y si quieres te puedes tomar un chocolate caliente." Eso hizo que la niña riese levemente mientras soltaba unas cuantas lágrimas. Su madre siempre la hacia chocolate caliente cuando hacia frío." Y te puedo hacer una máscara si así paras de llorar" ella sonrió y se separó de su abrazo para luego darle la mano.

Después de andar por un tiempo, llegaron a una cafetería.  Anteiku.

Único en su clase (TOKYO GHOUL) {AYATO KIRISHIMA X TÚ}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora