Sol Benson | Soy Luna 2

(39) Un beso para recordar.

Se unen en un beso bonito. Amaban estar juntos y ya era tiempo de avanzar.

—Y-yo— habla Ada nerviosa—. Nunca había sentido esto por nadie.

—Siempre hay una primera vez para todo— le sonríe Pedro.

Ambos se toman de las manos y siguen patinando por la pista de hielo pensando en lo pronto que todo había pasado.

***

—No puedo— habla Luna aún con los ojos cerrados deteniendo a Lucas. Ella abre los ojos, ambos se alejan y Lucas la mira confundido—. Lo siento— dice y se levanta para irse.

—>Canción multimedia<—

La lluvia si bien no está muy fuerte, tampoco es que este tan débil. Luna patina con cuidado de no caer y en busca de Matteo, si es que aún seguía ahí. Ella debía decirle, ella jamás podría amar a otra persona que no fuera él.

Matteo a su vez también se había devuelto. No se iba permitir quedarse callado mientras Luna se iba con otro.

Luna ve a Matteo desde el otro lado de un arreglo de plantas patinando en dirección contraria—. ¡Matteo!

Matteo se detiene—. ¿Luna?

Ella asiente y ambos patinan hacia su derecha rápidamente intentando encontrar un espacio para juntarse con una sonrisa.

Matteo ya no aguanta más, es ahora o nunca—. Luna no quiero estar sin ti, lo lamento. Sé que fui algo tonto, no, muy tonto.

Luna sonríe. Ella tampoco quiere estar más sin él, fue el único que había logrado entrar a su corazón. Y por más que intentará jamás lo podría sacar.

—El mayor tonto de todos— dice Luna poniendo sus manos en su cuello obligando a Matteo a inclinarse un poco para unir sus labios.

Extrañaba besarlo, extrañaba estar con él, simplemente lo extrañaba a él.

La lluvia comenzó más fuerte y ambos ríen para mirar hacia el cielo.

***

—Tantos recuerdos— menciona Cato caminando por el asilo con Tino y sus bolsos mientras tocan todo lo posible.

Tino toca una banca—. Recuerdo todas las veces que echábamos a Roberto para estirarnos aquí.

Cato camina a una fuente—. Recuerdo a todas las personas que mojamos aquí.

—Y no te olvides cuando nos bañamos ahí— agrega Tino apuntándolo.

Ya era hora de dejar el asilo para ambos pues su despido los había sorprendido ¡El horóscopo les había mentido!

Pablo va saliendo a el jardín donde estos se encuentran y los ve con el bolso.

—¿Qué están haciendo?— pregunta Pablo.

—Despidiéndonos de todo lo importante, DUH— habla Cato con obviedad.

—¿Y porque no se han despedido de mi?