Capítulo 9

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Miro a lo lejos la puerta del aeropuerto con la esperanza de verla una última vez gritando mi nombre y llamándome cabezón mientras me da un último abrazo de despedida, pero sé muy bien que eso no va a ocurrir. Me la imagino levantándose, maldiciendo mi persona y golpeando cualquier cosa, ella es así, aunque ayer por la tarde no lo quiso insinuar y tuvo que aguantar porque era la última vez que nos íbamos a ver hasta sabe Dios cuando. Sinceramente, pienso que debería hacerse actriz en vez de traductora, el rato que estuvimos juntos, fue, especial, y no por el hecho de que no estaba llamándome famosete de tres al cuarto si no que me hacía olvidar el trancazo inoportuno haciéndome sentir bien, mejor de lo que me imaginaba que sería el día. La echaré de menos, aún así, tengo claro que la veré próximamente y le agradeceré todo lo que me ha dado. 

También observo la puerta por si aparece Rebeca arrepintiéndose de nuevo, dejándose caer por la mentira y cayendo bajo, pero, por suerte, los únicos que circulan por el edificio desconocen mi identidad. Es consolador, y a la vez no, no quiero irme, siento que mi viaje aquí no ha acabado, pero no tengo otro remedio que hacerlo, necesito volver a mi tierra, recuperarme del todo, ver a mi familia y empezar a grabar el nuevo disco si no quiero que Warner  haga de mi cabeza una exposición de la Edad Media. Por lo que, hasta luego París, nos encontraremos otra vez.

El megáfono me pone alerta indicando cuando sale mi vuelo y si no me doy prisa puedo perderlo por mi despiste. Cojo mis maletas y me dispongo a pertenecer en la gran cola que esperan entrar haciendo que los segundos parezcan minutos y los minutos horas. Miro el móvil, mi alrededor, algo con el que me pueda entretener y sin yo esperarmelo una persona conocida me llama.

Le dejo mi maleta a una chica que está en las mismas condiciones que yo y me acerco encontrándome a Jolie-Perdón-es lo primero que me dice, me entrega varios papeles doblados y se despide de mi sin darme ninguna explicación más.

Yo, confuso, vuelvo a donde estaba antes con la amable sonrisa de la chica que ha guardado mi maleta, y, cuando ya estoy quieto, esperando otra vez, mi cabeza comienza a divagar dándole alguna razón por sus pocas palabras. Guardo las cartas en mi bolsillo y me dispongo a otro viaje más.

~Narra Margot~

Hoy no es mi gran día por varias razones. La primera, he estado esperando a Eli donde siempre y nadie ha aparecido, bueno si, tres muchachos de la clase superior que me han dicho de todo porque conocen cual es mi enfermedad y obvio, es tema de diversión para esa panda de orangutanes sin cerebro. Mis palabras parecen haber sido suficiente para que se callaran, en ese momento, pero a esos cuando les da por una persona no paran hasta ver a sus víctimas llorando, es decir, los matones más famosos del instituto, já, yo los llamo los payasos de la escuela. Aún así, aunque ya tengo más que asumido ese tipo de bromas, ha servido para rematar mi día y que decaiga más, y es que no sé que me ocurre que hoy estoy triste y apagada. Y si no, que lo digan los profesores que ya me han dicho varias veces que estoy en la luna, en una que no llego a recordar. Mientras que mi amiga, como siempre me hace cualquier tipo de pregunta que no sé que contestar. 

-¿Qué tal con el Pablo Alborán?-pregunta en el comedor mientras nos sirven la comida-¿Seguis siendo ese matrimonio tan especial?-la observa confusa.

-¿Qué os pasa a todos con ese hombre? ¿Acaso es mi novio y no me he enterado? Porque en mi vida he escuchado ese nombre-Eli, deja el tenedor en el plato alertando que la conversación se va a poner muy seriamente.

-¿No te acuerdas?-niego-¿Cómo no te puedes acordar?

-¿Es necesario que te lo tenga que explicar de nuevo?-frunce el ceño, yo también lo hago y la comida se vuelve en un duelo de miradas.

-¡Debes acordarte!-resoplo y sigo con lo mío observando a esa cuadrilla de idiotas que no hacen más que observarme.

Recuerdo la foto de mi madre, la que dejó en el bol, aún la sigo teniendo en el bolsillo, la saco para enseñársela-El bello durmiente-y empieza a reírse, incluso a llorar de la risa, quien entienda a esta mujer...

Saca su móvil de la cartera y pone un vídeo dándome un casco para que pueda escucharlo y disimularlo con el pelo para que ningún profesor sospeche, sale el mismo de la foto, bueno, más joven, con los auriculares puestos, subiendo las escaleras del metro de Callao y cantando en mitad de la calle, llamando la atención de ciertas personas que se quedan observando quien es-Dime, que ya sabes quien es.

-Pues un cantante se supone-se da una palmada en la cabeza-¿¡Qué!? Tanta insistencia me agobia-vuelvo mi mirada a esos chicos que se están riendo de mi y con enfado les digo-¿¡Y vosotros de qué os reís!?-su reacción es volver a lo suyo, y es lo mejor, porque esos no me han visto cabreada.

-Tranquila.

-Unas narices, todo el día con el tío ese, seguro que estará en su mansión con su mayordomo gastándose el dinero a su costa. ¡Qué tengo que ver yo con eso!-Eli ríe, pero yo no, ¡No es una broma! Estoy hasta el moño de ese, de ella y de los idiotas de delante, prefiero vivir en la ignorancia.

-Siempre igual, bueno, bueno, yo ya te dejo, seguro que lo escribiste en el diario-cierto, se me olvidaba que también estoy hasta el moño del diario.

La directora, se supone, se acerca al ver tanto jaleo y me saca de ahí, no sin antes hacerle la peineta a los pesados, su reacción es insultarme con los labios, algo que aprendí no sé como, ni cuando pero suficiente para agarrarle del cuello y estamparlo contra el suelo-¡Tu madre!

Y si Eli no me hubiese separado, la directora no hubiese cogido al niñato para llevarlo al despacho y a mi la orientadora a su sala, ¡Vamos! Ahí arde troya y los moratones que le hubiese dejado.

-Margot-comenta tan tranquila, como si esto no llegase a afectar a mi expediente, ¡Maldita sea!, soy estúpida, pero, no puedo apaciguar los nervios del momento-¿Algún problema con esos chicos?

-¡Si! Su retraso.

-Margot, no empieces, ya es la segunda vez que ocurre esto con la misma gente y tan solo hemos empezado el curso.

-¿Y qué? Si sus respectivas madres no le dieron una guanta' en su momento, ya se lo doy yo-en el fondo se está riendo, la conozco, bueno, en verdad no recuerdo su nombre, pero si como se comporta, no sé, es algo lioso de explicar.

-¿Te hacen algo?

-Se ríen de mi ¡Cómo si no tuviese sentimientos! Panda de idiotas.

-¿Seguro qué es solo eso?-dudo, no sé si podría confiar en ella para contarle todo el lío que llevo desde primera hora de la mañana, otra vez ese vacío vuelve en mi, asiento, por no molestarla más y cuando me iba a levantar me detiene-Me ha dicho tu madre que no te tomas los medicamentos.

-¿Medicamentos?-asiente-No sé de que me habla-y ella me explica que yo misma fui la que me opuse a eso por los cambios de humor que me podían producir, como si ya no tuviese eso trastocado, para que una cosa de nada me lo empeore.

-La medicina está muy desarrollada, ya no es como antes y sobre todo, lo necesitas.

Pero, ella no es nadie para obligarme, es lo que pienso, aún así puedo imaginar en el calvario que debe estar pasando mi madre aunque lo intente disimular ¿Y si llega un momento que ni me acuerdo de ella? Porque es la única persona que al levantarme recuerdo su nombre y como se comporta, tal vez ya sea la hora de apechugar las consecuencias. 

-Por cierto-me vuelve a decir para detenerme-Se te ha caído esta foto-con una sonrisa pícara me da la foto en la que salgo con Pablo.

Al salir me quedo mirándola mientras espero a que acaben la clase a la que ya llego tarde. Un cúmulo de sentimientos me trastornan al determinarla, y de la nada, aparece ese momento, en el que mi madre me preguntaba como estaba con una cámara de fotos en sus manos mientras él dormía y yo cansada lo observaba a su lado.

-¡Su madre!-grito alertada asustando al pequeño que hay tres bancos más pa' allá-¡Las cartas!

Una taza de café en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora