Capítulo 3

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~Narra Pablo~
Una sensación de frío invade mi cuerpo, abro los ojos en busca de algo que me caliente pero lo que veo me sorprende del todo. Varias toallas rodean mi cuerpo junto a una manta rota de un lado mientras que un paraguas me refugia del viento que se levantó anoche. Desconcertado, observo mi alrededor en busca del motivo y es cuando recuerdo todo lo que sucedió anoche, en como perdí por completo la cabeza.
Un coche pasa en frente de mi tocando el claxon y soltando una burla por mis pintas y no se lo niego, me parezco al mendigo al que le di una de mis sonrisas falsas-Ey vecino-habla alguien cercano, levanto mi mirada encontrándome a la misma chiquilla que me observaba anoche-¿Qué tal tu noche?-pregunta apoyándose en la barandilla.
Esta vez su aspecto es distinto, anoche parecía la misma muerte, en cambio, ahora reluce luz en su cara y sonríe de oreja a oreja como si hoy fuese un buen día. Me levanto quejándome del dolor de mi cuello, me tuve que dormir en una mala postura y esta es la consecuencia. Además del escozor de garganta que me molesta al tragar.
-Mal-quiero responder pero mi voz no suena, por mucho que lo intente solo salen gallos dándome cuenta del resfriado que he cogido.
-¿Una taza de café?-me pregunta burlona, yo quiero reírle con ironía pero ni eso me sale bien.
-Margot, Qu' est-ce que tu fait?-aparece otra voz a la lejanía cambiándole el rostro a la chica que me hablaba hace unos segundos.
Su cabeza se gira en dirección a la ventana-Le chantier espagnole, mére, Pablo Alborán, qui chante avec Zaz-ella también se asoma y me mira con lástima por mi aspecto horrible.
No llego a escuchar lo que le dice a su hija pero no llega ni los dos minutos cuando esta coge de mi mano para invitarme a pasar a su casa. Una casa bastante peculiar, un estilo vintage que le da un toque especial y acogedor.
-Ropa-comenta la mujer con canas en los rizos que caen a sus hombros.
La pequeña asiente entendiendo a que se refiere su madre y desaparece dejándonos solos. Yo solo me siento en una de las sillas de la mesa apoyando mis manos y dándome un escalofrío al tocar el mármol, debo de tener fiebre. Apoyo mi mano en la cabeza dando indicio de mi dolor-Je m' apelle Jolie-me tiende una taza de té para calentarme-Perdona, pero español poco.
-Je sais françois-le hago reír, y se sienta a mi lado tomándose otra taza también.
-Lo sé, pero así aprender español-me hace gracia como su acento francés pronuncian las palabras españolas, es como Rebeca pero ella sé que no me hará daño-¿Que hacer noche ahí?-con gestos señala la calle que se ve a través de la ventana del salón del fondo, su pregunta me pilla de sorpresa.
-No lo sé-miento, con eso parece bastarle y con una sonrisa me responde.
-Ser sonámbulo como-y en el momento que iba a pronunciar un nombre aparece Margot cortando la conversación.
-Mére-refunfuña entre dientes, me puedo imaginar que se refiere a ella pero no quiero decir nada al respecto-He encontrado la talla más grande que tenemos, llevamos mucho tiempo sin convivir con hombres por lo que es ropa de chica-me da una camisa dibujada Hello Kitty en ella y unos pantalones que seguramente me estén estrechos.
-Gracias-no entiendo tanta hospitalidad ni porque la acepto, podría decirles que estoy bien y marcharme a mi hotel pero la curiosidad me puede.
-Te acompaño al baño-la sigo atravesando un pasillo lleno de fotos metidos en cuadros polvorientos, en algunos de ellos aparece un niño pequeño y un hombre cogiéndole en brazos-Aquí es-la abre y le vuelvo agradecer con la voz ronca, demasiado la estoy esforzando.
Intento cerrar la puerta pero me es imposible acaba abriéndose-El pestillo está roto-me informa al ver mi problema, resoplo y la dejo entornada.
Me quito la camiseta y los pantalones quedándome en ropa interior, cuando cojo del lavabo la ropa que me han ofrecido veo como el espejo refleja su atenta mirada ante mi en la pequeña rendija de la puerta, sonrío intentando evitar mi risa y hago como si no hubiese visto nada, no creo que les vaya a los del Hola contando que calzoncillos utilizo.
Al terminar y abrir del todo la puerta se sonroja porque la he pillado de improvisto, después se fija en mi vestimenta y suelta una carcajada-Ya sé que estoy ridículo.
-No, estás muy guapo-comenta riéndose, yo también lo hago hasta que la fiebre parece no darme tregua, ella lo nota al ver como me apoyo en la pared tocándome la frente que arde.
-¿Estás bien?-pues claro que no, pero, ¿Cómo le voy a decir eso?-Le voy a decir a mi madre que te prepare un paracetamol y de mi cama no te vas a mover hasta que te baje la fiebre y se te seque la ropa-dice con autoridad, yo solo asiento porque suena una buena idea ya que mis fuerzas comienzan a flojear.
Acabo adentrándome a una habitación pintada de un gris claro y blanco con la pared decorada de un gran mapa mundi encima de su cabecero y alrededor fotos de ella con muchas personas, pero al llegar a la pequeña parte de los póster veo uno mío de cuando empezaba en la música.
-Quien me iba a decir que te iba a encontrar al lado de mi casa-su voz me sorprende y al girarme nuestros ojos se encuentran-Tomate esto-me siento en la cama bebiendo el medicamento y me tumbo en ella.
Margot me tapa con sus sábanas y una gran ráfaga de su colonia embriaga mis fosas nasales-Gracias-murmuro sintiendo vergüenza, no me merezco este cariño.
-Cuando uno está enfermo lo que necesita es que lo mimen-coloca un trapo húmedo sobre mi frente-Y como Málaga está muy lejos, ya lo hago yo por ella-sonrío por su comentario-Duerme, te hará bien-mis párpados se cierran con sus palabras y estas retumban en mi cabeza, eso es lo que necesitaba, que alguien me mimase.

Una taza de café en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora