Capítulo 21

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~Narra Margot~

Ojalá pudiese mirarle con los mismos ojos con los que le miraba esta mañana, pero esta vez los ve con desprecio, asco y sobre todo con traición. Aún sigo arrepintiéndome por contarle todo de mí, claramente, aquello que recordaba. Pero, sobretodo, el tema de mi enfermedad, es más, hasta incluso ha dudado de mi, me ha dicho falsa en toda la cara, como si no fuese suficiente el cabreo que ya tenía para que añadiese esas palabras. 

-Como si no lo supieses-le reprocho, observo como se apoya en la pared y va bajando poco a poco hasta llegar al suelo.

Me he dado cuenta que Pablo sufre claustrofobia, si es ver lo malo que se está poniendo aquí dentro, por esa razón siempre prefiere las escaleras, porque no puede estar encerrado en un lugar estrecho. Sin embargo, debería sentir lástima, pena, pero no, nada de eso, tal vez esto le sirva para que supere su miedo o como escarmiento por todo el mal que ha hecho, llámalo Dios, Karma, destino.

-Margot-murmura ya que sus palabras se están ahogando en su boca.

Se rasca con énfasis el cuello mientras los chorros de sudor recorre su cuerpo al igual que las manos, que además le tiemblan. No tengo más remedio que ponerme a su altura para sujetarle las manos antes de que se haga heridas y ponerme más nerviosa de lo que estoy-Tranquilo-le sugiero y aquello parece calmarle viendo como sus ojos no muestran la tensión del momento si no pena, los aparto, más bien, me aparto porque no aguanto esa mirada.

Quiero llorar, no sé porqué pero ahora si no estuviese él lo haría, quiero que desaparezca ya de mi vida, que se vaya, que haga su vida y me deje en paz, como me ha aconsejado el que se supone que es mi hermano. Tengo tantas dudas con ese tema que a pesar de eso le estoy haciendo más caso a un hombre que he conocido de media hora que al que me ha ofrecido un hogar mientras esté aquí. ¿Y si soy injusta? Hay veces que la ira puede conmigo, dejo de razonar y me hace incrédula, como lo que estoy mostrando ahora mismo.

-Yo no te haría daño-tuerzo el gesto.

-¿Es qué a los famosos os enseñan como mentir?

Inspira aire fuertemente y como puede se levanta, no sin antes sujetarse a las paredes, si no, se hubiese caído. Se acerca a mi y con sus brazos me aprisiona, como la escena del ascensor de las 50 Sombras de Grey, película que me obligó Eli ver la semana pasada con ella; pues esto igual. Desearía ahora mismo escapar de sus garras, no oler su colonia, ni que su respiración acabe en mi cara, ni su barba pinche mi piel... Suspiro porque no me queda otra, mis sentimientos ahora mismo son contradictorios. 

-Te quiero-me susurra, yo cierro los ojos con tal de que esto se pase rápido y acabe de una vez.

Sin embargo, no sucede como yo me lo esperaba, cuando sus labios ya estaban sobre los míos, el tiempo se ha parado y parece que aquel beso no solo quería dejarme una marca en la boca, si no también en el corazón y el alma. Ya lo decía la canción de Vanesa Martín, los besos, malditos los besos que a mi me encendieron pidiéndome más.

Se aleja unos centímetros de mi para comprobar si su super beso ha podido conmigo y, claro que lo ha hecho, pero no voy a darle ese gusto de satisfacción-Yo no-respondo a lo que me ha dicho antes.

Sonríe, pero no como estoy acostumbrada, si no con los ojos cristalinos e ilusos-¿En la escuela os enseñan cómo mentir?-rio, no me queda otra, ya me ha pillado, siempre lo hace, solo que esta vez, ha sido la más especial.

Me invita a que me siente con él y me abraza porque, claramente, cuando uno tiene miedo necesita a alguien con quien actuar, o protegerse y Pablo lo primero no le ha servido de mucho-Tú eres la primera que no me trata como el cantante famoso, si no como una persona normal-apoyo la cabeza en su pecho pudiendo escuchar su acelerado corazón-El tiempo vuela cuando estoy a tu lado.

-¿Qué quieres decir con eso?-de repente la luz se va y ahora sus latidos parecen que van a estallar, pero el contacto de mi mano por su espalda parece tranquilizarlo.

-Pues, que por ese tío no quiero que se acabe esto-resoplo, ¿Por qué estoy tan segura de saber que no miente?

-Me contó que una vez intenté verte, ese momento donde se supone yo era muy fan y tú venías por primera vez a París-no lo puedo ver sin embargo sé que es todo oídos-Y te entregué una carta que tu rompiste y tiraste a la basura como si nada, como si no te importase lo doloroso que tuvo que ser aunque no lo recuerde-escucho como suelta un gruñido.

-Eso es mentira, la leí-eso me sorprende por completo-Me lo dio tu madre cuando me iba, en verdad, estuve esperándote hasta el último minuto pero no llegaste, solo ella y esas bellas palabras que me escribiste-sonrojo porque no recuerdo que le puse-Lo tengo, lo tengo en el bolsillo de mi abrigo.

-¿Si?-comento atónita, ¿Tan importante soy para él como para llegar hacer eso? Si solo soy una más de mil, o eso pensaba antes de que me besara...

-Cuando supe de tu desaparición me volví loco y esto era lo único que me ayudaba-mis lágrimas no aguantan más en aparecer y salen por tercera vez en toda la noche, tengo suerte de tenerlo, mucha.

-Perdona por el paripé de antes.

-Perdona por estar así, solo que mi claus...-no le dejo terminar porque le doy otro beso desprevenido.

-No hay nada que perdonar-me imagino la cara de idiota que tendrá ahora-No me quiero imaginar como estaría yo cuando me encontraste.

-Pues como un ángel.

-Ay Pablo, que pegajoso eres, si parecería una moribunda, falso-refunfuño mientras su risa susurra a mis oídos.

-Pegajoso, payaso, falso, cabezón ¿algún insulto más para demostrar que me quieres?

-Ya se irá viendo.

-Cabezona-y me da otro beso, parece ser hoy la noche de los besos porque en mi vida me habían dado tantos, más bien porque no me acuerdo de ninguno, pero, seré sincera, me encantan.

La luz vuelve y el ascensor vuelve a subir a nuestro destino, nuestra reacción es un poco incómoda. Yo siento ponerme colorada como un tomate, él se levanta del suelo ayudándome, se lo agradezco y tras eso no vuelvo a mirarle más veces, no sé porque, ahora me ha invadido la timidez-¿Hay que estar a oscuras para darte otro beso?-bromea.

-¿No te cansas?-bromeo yo también, Pablo no se rinde y me da otro allí mismo, montando un espéctaculo.

En ese mismo momento se abren las puertas del ascensor y varias personas nos estaban esperando, pero no para darnos una gran bienvenida.

Una taza de café en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora