Prologo

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A veces la vida no es justa. Muchas personas se preguntan... ¿Por qué? Personas completamente bondadosas que entregan su vida al bien y a hacer la buena obra. Por el simple hecho de que su corazón posee una pizca de bondad que promueve ese sentimiento humanitario. Ese sentimiento que nos ha demostrado lo que es el amor, la tristeza, la esperanza... Y la desesperación.

Algunas personas hacen el mal simplemente por hacerlo, pero no son ni recompensados ni castigados. A veces uno se pregunta ¿Qué será de ellos? Personas que no entienden su situación, personas que intentan ponerse en sus zapatos mas solo podrán comprender y adaptarse a ese pensamiento... A ese razonamiento es viviéndolo. Otras se atienen a querer saber la razón y solo piensan en hacer justicia. Justicia que casi nunca llega, que no se presenta, ni se hace visible.

Las personas han debatido por siglos lo que es hacer el bien y lo que es hacer el mal. Y a lo único que han llegado es que lo malo es malo y lo bueno es bueno y por esa razón nuestras vidas y perspectivas se dividen en dos pensamientos que dan vueltas a nuestra cabeza.

¿Seré buena persona o seré mala persona?

A este punto la actualidad y la moral han cambiado mucho sus ámbitos y culturas, modos de pensar, modos de hacer las cosas, modos de actuar. Ahora las personas no podrán dividirse entre buenas o malas, si no como humanos. Somos humanos.

Pero ahora exactamente ¿Qué somos los humanos?

Seres vivientes creados de tierra y polvo. Nacimos de un pecado, vivimos de un razonamiento y morimos de irrelevancia.

La gente espera tener otra oportunidad después de morir, y nadie dice que si la haya pero nadie tampoco rechazan la idea. Por miedo, miedo a querer otra oportunidad, dándose a creer que puedes redimirte de lo que hiciste, arreglar tus errores. Pero la vida no vuelve. Lo que hayas cometido se quedara en lo carnal y allí las acciones polvo no volverán a ser, pero nuestros cuerpos sí. Entonces si nacimos para cometer errores ¿Para qué es la vida?

La vida es para saborear la poca felicidad que te ofrece, para tomarte desprevenidamente y torcerte el brazo para causarte un agudo dolor, para llenar un pequeño vacío con esa esperanza que te aliviaba el peso de la existencia y luego de eso... Llega la desesperanza.

Estados Unidos - Nueva York

Un par de luces encandilaban la poca visibilidad que tenía la mujer en esa camilla de hospital. Apenas y podía abrir los ojos sin sentir ese punzante dolor tomar su vientre. La mujer comenzó a gritar fuertemente de una manera incluso desesperada al sentir ese gran y pulsante dolor de dar a luz. Sus gritos de desesperación podrían escucharse por todo el pasillo mientras un líquido no muy viscoso recubría y salía de su genital.

Los doctores y enfermeras corrían con alguna que otra exasperación por el pasillo blanco del hospital intentando calmar a la mujer hasta llegar a la sala de parto. Allí estaba también un hombre, intentando acompañarlos mas una enfermera impidió el paso de aquel señor mientras el pobre miraba envuelto en nervios a su esposa alejándose por ese pasillo dando a luz a su hijo de aun ocho meses.

Los médicos apoyaron a la mujer en cuanto entraron a la habitación.

Esa pobre mujer de al menos unos veintiocho años gritaba y pujaba del dolor insoportable, poco más y quedaba inconsciente del gran esfuerzo físico que requería. Tantos ejercicios, tantos consejos para nada pues el dolor del que le había advertido no estaba descrito de tal grado, si no de uno mucho peor.

Apretaba con una fuerza sobrehumana la mano de la enfermera quien le indicaba como debía respirar, pero el dolor la hacía sorda a todo. Sin embargo, la mujer estaba feliz. En el fondo de su corazón sentía una felicidad infinita, pues por fin después de varios meses de espera tendría a su bebé en brazos, lo cargaría, lo besaría, lo alimentaria y allí lloró. La mujer en pleno parto lloraba no del insoportable dolor, sino por la alegría que le daba traer al mundo a ese niño que quería con toda el alma. Su preciado angelito.

-Señorita necesito que respire hondo y puje.- Le decía la enfermera a su lado.

-Esta coronando.

-Puje, señora Storm puje.

En ese entonces la sala se llenó por completo de gritos de parte de la mujer.

El parto se realizó y la mujer se encontraba completamente agotada. Casi caía en un sueño profundo pero su convicción de ver a su bebe por primera vez la mantuvo despierta dándole las fuerzas suficientes como para soportar el incansable sueño que la estaba persiguiendo. La mujer con los ojos entreabiertos buscaba a su bebé. Intentaba escucharlo llorar, pero estaba lo suficientemente aturdida que pensaba que por esa razón no podía escucharlo, pero la verdad es que él bebe no lloraba... No respiraba. El bebé había nacido muerto.

Y allí es cuando la desesperanza actúa.

La mujer se revolvía como podía en su camilla buscando ver a su bebé. Lo quería en sus brazos, lo quería acunar y lo quería ver y se preguntaba ¿Por qué no la dejaban verlo? Era su bebé, se supone que ella lo tendría que arrullar para calmarlo y eso elevo su desesperación por tener a su preciado niño en brazos... La mujer no pudo soportar sus pesados parpados que simplemente los cerro.

Entonces, la esperanza te llena por un tiempo y cuando ese espacio es arrebatado conocer ese sentimiento que te rompe el alma y sientes que te quiebra por dentro.

Desesperanza.

Cuando pierdes toda fuerza, convicción o idea de que lo que piensas o lo que deseas no sucederá.

Milagro.

Acto bendito que ocurre rara vez y que puede... Devolver la esperanza de algún modo.

El bebé se encontraba solo en una habitación fría y tosca, envuelto de cuerpo completo en una sábana. Ese bebé que no tuvo la oportunidad de vivir si no que vino a este mundo a traer tristeza, pero no solo a una familia... Este bebé estaba destinado a recorrer otros caminos.

Una sombra pareció acercarse a aquella camita. Se levantó y un par de ojos rojos vislumbraron al pequeño bebé ya inerte. Pareció levantarlo de aquella camita y acunarlo, arrullarlo, como si esperara que se calmara. La mano de aquella sombra, completamente huesuda y escamosa apartaron la manta de su angelical e inocente rostro.

El bebé tenía un tono completamente pálido, no parecía tener color. Pero aquella sombra pareció envolverlo entre sus mantas y recitar una pequeña melodía.

Entre aquel manto oscuro comenzó a verse el pequeño movimiento de unas manitas. Cuando aquella sobra dejo nuevamente al bebé en la cama, sus manos huesudas y escamosas lo desenvolvieron de esa manta negra.

El bebé vivía. El bebé se removía entre las sabanas de hospital. Su color de piel pareció tomar un color inmediatamente y su pecho levantarse. Estaba respirando, se estaba moviendo... Estaba viviendo.

Pero este no es un milagro.

En cuanto la sombra desapareció de aquella habitación el bebé comenzó a levantar el llanto. Avisando que él vivía, avisando que lo atendiera, avisando que no lo olvidaran pues él seguía vivo y que seguiría así. Hoy el día de su nacimiento fue su final, mas ese mismo día también renació y no como un humano.

Ahora como un pecado y así estaba destinado.

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(Edite para esto)

Hola lectores.
Gracias por empezar esta historia junto a mi.
Espero que les vaya agradando el contenido de cada capitulo.
Cualquier cosa que quieran agregar comenta, yo lo tomare en cuenta.
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Descendientes Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora