Capitulo 18

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Me preguntaba si en realidad estaba preocupado de que a David no le fuera dado un paro cardiaco después de lo ocurrido. Parecía que ni siquiera respiraba, lo observaba momentáneamente por el retrovisor y estaba simplemente acostado en el asiento trasero de mi coche con un brazo extendido encima de su parte intima, muy cerca de la mancha de su corrida y otro de sus brazos encima de su rostro.

"-¿Su pecho en realidad se está levantando?-'' .Paré inmediatamente en el primer semáforo y voltee a detallarlo bien.

Agite su cuerpo esperando una reacción de mi amigo. –Oye David, ¿Estás bien?

No parecía responder, era como un muñeco de trapo. Ahora si me comencé a preocupar, posé mi mano sobre su pecho y sentí su corazón latir. El alma me volvió al cuerpo, deje soltar aire fuertemente para seguir conduciendo a la playa, de todas formas quedaba poco tiempo para llegar.

-Espera un momento y llegaremos, luego te dejaré nuevamente en tu casa.

No pasaron ni siquiera veinte minutos cuando ya me encontraba en la playa. Llevaba cargado al rubio entre mis brazos. Un cuerpo tan delgado para tanto peso.

Llegué exhausto a la orilla del mar, apenas y había gente desde que llegamos, casi nadie se dio cuenta que un joven cargaba en brazos a otro muchacho y que además estaba inconsciente, y los que se dieron cuenta, pensarían que estábamos de luna de miel.

-Hemos llegado, ¿Sigues vivo?- Pregunte al rubio aun inconsciente. –Es hora de trabajar contigo... No de la manera anterior, si no de otra.

Tire a David en el suelo, estaba tranquilo de que la arena acolchada su caída. Es arena, debe ser suave ¿no?

Vi directamente al mar. Enfoqué mi mirada en aquellas olas, una tras otra, que con fiereza arrasaban la arena orilla de la playa, en mi interior estaba tan reflexivo, él como el mar se parece tanto a Levy, hermosa por fuera y dentro de ella todo un misterio. También es poderoso e inteligente, es toda una maravilla hecha por Dios.

-¡Levy!- Grite su nombre esperando respuesta. Una potente brisa en dirección del mar azotó contra mi rostro, podía sentir ese viento pasar por mi cabello, mis mejillas e incluso generaban un sonido hueco en por mis orejas, donde en su fondo solo escuchaba al mar.

Y allí estaba ella, con su típico vestido blanco el cual nunca parece ensuciarse, su cabello azul bailando desordenadamente por aquella brisa y sus ojos oscuros y fríos como la profundidad del mismo océano. Mirándome con su rostro simple, aun sin expresar algún otro sentimiento que no sea monotonía.

-¿Ya metiste la pata?- Preguntó ella al observar a David tirado en el suelo.

-Hola, me encuentro bien ¿Y tú?

-No hay necesidad de ser formales el uno con el otro.

-Solo llevamos conociéndonos una semana.

-En realidad, fueron siglos. Pero no viniste a hablar de eso, viniste por él.- Señaló a David, quien pareció dejar salir un ronquido.

-Sí, porque a ti se te escapo que David estaba grabando la vez que bajó al sótano. ¡Había grabado todo, incluso a mí dentro de la estrella!

-No se me escapó, estaba completamente consciente de que la cámara estaba grabando.

Mi boca se mantuvo abierta unos cuantos segundos.

-¿Y por qué hiciste eso? Él nos descubrió.

-Quería estar segura de que eligieras lo correcto.

-¿No se supone que somos los malos? ¿Por qué salvarlo es lo que debemos hacer?

-Porque nosotros nacimos con este pecado, con este destino. Nuestra misión es crear la perdición con el pecado que nos dieron, no integrarlos a nuestro mundo, pues al estar dentro solo hay una salida.

Descendientes Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora