Capítulo treinta y cuatro

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El reloj marcaba las ocho de la mañana cuando Mónica se despertó.

Sin levantarse de la cama, se frotó los ojos, estiró los brazos y dejó escapar un suspiro silencioso. Antes de ejecutar otro movimiento, los hechos ocurridos la noche anterior aparecieron en sus recuerdos, manifestándose en colores, emociones y palabras susurradas. En caricias que marcaron su alma como la belleza de un caleidoscopio. Una sonrisa se deslizó en su boca al pensar que estuvo sobre el cuerpo de Michael por primera vez, y rezó para que no fuese la última.

Giró el cuello a la izquierda donde él durmió, y no le sorprendió ver el espacio vacío. Las palabras de Michael diciéndole que no prometería cosas que no iba a cumplir, retumbaron con fuerza. Su empresa estaba primero, eso lo sabía de antemano y en efecto no le molestaba... Tanto. Era entendible que el trabajo le apremiaba esfuerzo. Tal vez sus ansias de amanecer juntos se volverían realidad en el mes decembrino que estaba por llegar, porque ese mes Mónica cumpliría veintidós años de existencia. Con franqueza, parte de sí no le apetecía celebrarlo, siquiera mencionarlo, a diferencia de sus últimos cumpleaños, esta vez hacer algo diferente eran términos que no cabían en su vocabulario.

Era probable que decidiera pasar la fecha viendo un maratón de películas, o saldría del penthouse a caminar un rato. Sea lo que sea estaba bien para ella.

Monica se apoyó en su codo izquierdo para inclinarse y sentarse en el borde de la cama. Su primer instinto fue ponerse en pie y extender la cortina, pero se detuvo cuando notó que ya estaba desplegada. Luego, se percató que la mesita de noche ya no tenía la lámpara de la biblioteca, en su lugar había una bandeja de acero con comida y una taza de vidrio decorada. Sin embargo, no fue el desayuno lo que atrajo su atención, sino la cuartilla doblada que yacía entre el plato y la taza, con las letras que componían el nombre de Monica Foster en tinta. Era una nota. Con una caligrafía simétrica e impecable, ésta rezaba: «espero que cuando leas esto, el desayuno siga caliente. De lo contrario, puedes calentarlo en el microondas. En cuanto al contrato editorial, me he tomado la libertad de imprimir un breve documento que puedes revisar en mi despacho; llegaré a mediodía para discutirlo. Ten una hermosa mañana, mi amor. Al final, en la esquina inferior derecha, la firma de su esposo.

Mordió su labio inferior, dejó la nota a un costado y tomó el desayuno para comerlo. Al terminar, salió de la habitación en dirección al despacho. Atravesó el pasillo, abrió las puertas de la estancia y entró. Caminó hacia el escritorio y para su sorpresa, habían varios folios apilados al igual que papeles grapados, lo que significaba que tendría que buscar el dichoso documento. Se sentó en la silla y arrimó las posaderas un poco hacia el borde. Pasó los dedos por las carpetas, acercándolas sin levantarlas y las abrió. Básicamente se trataban sobre proyectos, diagramas del flujo de ventas e informes quincenales sobre la actividad económica de Harris Industries. Así también hizo con los papeles, pero sólo encontró más de lo mismo. Se echó en el respaldar de la silla y exhaló por segunda vez en el día, seguido de una leve torcedura consecuente a la resignación.

Sus ojos bajaron a los siete cajones que estaban bajo el tablero; tres de cada lado y el principal en el centro. Mónica inclinó el torso y desplazó la gaveta del medio, topándose con útiles de oficina y pocas hojas impresas echadas sin cuidado. No fue necesario meter las manos como para saber que allí no se ubicaba el documento. Pasó a la siguiente gaveta, y esa vez se topó con varias carpetas ordenadas alfabéticamente. Así continuó hasta la última. Cuando la abrió, un cosquilleo terrorífico caló su cuerpo, una sensación no tan conocida, hervor latente, producido por aquello que sus pupilas otearon dentro de su panorama.

Se trataba de un vade, el único objeto dentro de ese cajón, tan común y corriente como todos los demás, pero con la diferencia que ahí, justo en la portada, se dibujaba en marcador negro el nombre completo de Mónica Jane Foster. Similar a un acto maquinal, sus manos lo agarraron y lo dejó encima de los otros archivos. Para entonces, el ceño lo tenía fruncido y su boca empezaba a comprimirse. De nuevo leyó su nombre, preguntándose a sí misma el porqué detrás de esa carpeta. Respiró profundo, abducida por la curiosidad en la punta de los dedos y el temor acechándolo desde el vientre. La abrió, y tan rápido como sus ojos observaron la primera página, ahogó un grito que le erizó la piel.

Amor Por Contrato | ResubiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora