Capítulo treinta y uno

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Aquella noche noviembre estaría condenado a perpetuarse en la memoria de Michael con sabores amargos. A medida que avanzaba en zancadas rápidas a la salida del hotel, una presión arremetía contra él desde las costillas, haciéndose más fuerte y a la vez, haciendo ver el camino más prolongado, y más prolongado. ¿Cuántos pasos debía dar para salir del lobby? ¿Cuánto esfuerzo requería de su parte? ¿Cuánto? Salir, se decía, salir, repetía. Justo en el segundo que sus dedos envolvieron el mango de la puerta y su cuerpo traspasó el umbral, sintió cómo su alma era librada a través de un suspiro desde la apertura de sus labios.

Pero no debía despilfarrar el tiempo. Giró su cuello en dirección a la calle, para su suerte un taxi transitaba la misma vía. Michael lo detuvo, subió a los asientos traseros y pidió al conductor dirigirse a The Falcon Hotel NY, el lugar donde se hospedaba Mally Singer. Sentado en medio de los dos puestos cargaba el premio con ambas manos fuertemente, tanto así que las puntas de sus dedos se tornaban blancas... Cuando Michael se levantó a recibirlo, era consciente que no habría vuelta atrás. A pesar de la brevedad del discurso, percibió cómo la mayoría de personas dentro del público murmuraban entre sí y envueltos en una nube de extrañez le aplaudieron al finalizar.

Quizá se delató a sí mismo. O quizá no. Lo cierto era que su interior acuñaba un motivo, una razón de haber cometido tal espectáculo. Desde que regresó a Nueva York, en las últimas noches era incapaz de conciliar el sueño, por más que lo intentara su cerebro no cesaba de perturbarlo y en lugar de seguir dando vueltas en la cama, decidió dedicar esas horas al trabajo noctámbulo, no propiamente a Harris Industries, sino en realidad a la investigación personal que traía sobre el caso de Arthur Singer. Para Michael, estar en el centro de múltiples suposiciones sin que ninguna le generase una respuesta convincente, era fuente de todo tipo de estrés. ¿Por qué falleció enfrente de los trabajadores de la construcción y no en la habitación del hotel? El forense exponía la posibilidad de un suicidio, pero, ¿tuvo agallas para cometerlo?

Las ojeras se le pintaban debajo de los ojos cada noche, mientras que las tazas se amontonaban a lo ancho y largo de su oficina junto a sobres vacíos de café instantáneo. Para el día que se hizo la Cena Anual Empresarial, un peso de culpabilidad se desplomaba en sus hombros como truenos y relámpagos... Y eso fue lo que instó a Michael a recoger el premio en nombre de su amigo.

Dicho de otra manera, deseaba expiación. La requería con cada fibra que contenía su organismo. Su intención era llevar ese mismo galardón a Mally, darle la noticia con el mayor tacto posible, y aunque parezca un poco innecesario, aprovecharía la situación para pedirle que de parte en la investigación de la muerte de su esposo sin dar datos a la prensa.

Con un poco de torpeza desató los lazos de la máscara, sacándola de un solo tirón. Extrajo su celular del bolsillo y miró la hora. 11:56 P.M. Si bien no se consideraba un acto muy caballeroso el dejar a su esposa sola, sin avisar como mínimo a dónde iría, era seguro que Michael regresaría por ella.

El taxi se detuvo justo en el lugar solicitado. Harris le pagó al conductor, bajó y se encaminó a la entrada. De un paso se hallaba la estancia principal, su interior estaba decorado con paredes entre los tonos blanco y beige, e igual los anchos muebles cuadriculados de un costado alrededor de una mesa baja. Del otro costado se alzaba la recepción hecha de mármol pulido, siendo atendida por una mujer distraída en el ordenador. Michael tocó tres veces el mármol con los nudillos para llamar la atención de la recepcionista. Al verlo dio un sobresalto que hizo caer sus gafas en la superficie del mostrador, con un movimiento rápido de su mano se las colocó de nuevo y ajustó la coleta que sujetaba todo su cabello.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle?—Preguntó cortés.

—Buenas noches, estoy aquí porque necesito saber el número de la habitación de Mally Singer.

Amor Por Contrato | ResubiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora