Capítulo cinco

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Mónica se levantó por tercera vez de su silla para ir por una taza con café. Sin embargo, en el trayecto se distraía con facilidad, de manera que volver a su escritorio era cuestión minutos. Le dolían las posaderas de tanto estar sentada, y un rato de pie no compensaría el cansancio por completo. Relamió sus labios antes de llevarse el borde de la taza a la boca y beber de a sorbos.

El lugar de trabajo donde se desenvolvía Mónica era abrumador para cualquier claustrofóbico. Constaba de una mesa color crema y una silla sin ruedas donde pasaba la mayor parte del tiempo enviando sus trabajos por correo a la jefa de su piso. Una ventana que casi siempre estaba abierta, una pequeña estantería donde reposaban amontonado varios papeles y un taburete arrinconado en una esquina. De regreso, Ariel comentaba entusiasmada sobre las últimas tendencias y lo favorecido que saldría el periódico si dedicara una de sus columnas al respecto.

―Solo piénsalo, si las mujeres de la ciudad se maquillaran quizá seríamos una ciudad de mejor estética.

La miró extrañada: ―Amiga, ¿acaso te estás escuchando a ti misma? Eso es lo más...

―¿Cuántas mujeres antiestéticas te has encontrado en el metro, o en el supermercado?―La interrumpió―, algunas lucen más espantosas que otras, pero se ven mal de todas formas. Hay personas que leen nuestro diario, la mayoría son mujeres, podríamos ayudarles comparándolas para obtener mejores resultados.

―Se supone que debemos mantener informada la ciudad con temas de calidad, no con...

―¡Tendencia es un tema de calidad!―Exclamó interrumpiéndola por segunda vez.

Foster echó su cabeza hacia atrás e intentó contar hasta diez. Luego, le echó una segunda mirada, fijándose en la ropa que lucía ese día: unos zapatos de tacón color piel, un pantalón negro ajustado a sus piernas, una camisa de seda blanca y un saco del mismo color.

Exhaló con poca paciencia.

―¿Y por qué crees vendría bien una columna con respecto al maquillaje? Eso es denigrante.

―¿Denigrante?

―Sí, opino que si se sobrevalora la estética se convertiría en un arma contraproducente, empezarían a preocuparse más por su imagen externa olvidando lo que son en realidad, ¿comprendes?―Dio su último argumento para aniquilar las súplicas de Ariel, que mantuvo un largo silencio al oírla.

―Supongo―subió los hombros, dándose por vencida―. ¿Cuánto te pagan por dar esos discursos?

―Por lo que puedes ver... Nada.

―Creo que no servirá que te vuelva a pedir que hagas un artículo con respecto al maquillaje, ¿verdad?―Negó con la cabeza, aplastando la última gota de esperanza de Ariel―, ¿ya ves por qué no tienes mejor sueldo? No seguiré discutiendo porque sé que perderé, pero de algo estoy segura.

―¿Ah, sí? ¿Y de qué?

―De que te maquillarás algún día―Mónica carcajeó incrédula.

―Dos predicciones en un día, ¿cómo te dicen ahora? ¿Vidente?

―Tal vez. Podría levantar una tienda y cobrar diez dólares cada cita para profetizar el futuro, imagina el dinero que tendría―desvió la vista al techo bajo la posibilidad de obtener dinero si optaba por ser adivina.

―¿Y qué te hace pensar que habrán personas interesadas en consultar su futuro contigo?

―Por el simple hecho de que soy hermosa y la gente ama las cosas hermosas―sonrió para sí misma antes de encaminarse al umbral de la puerta―, ¿y bien? ¿Cuál de las opciones que te di elegirás tu próximo artículo?

―Apenas me diste una y ten por seguro que no la tomaré por mucho que quiera que publiquen otro de mis escritos.

Ariel la miró con decepción: ―entonces, ¿qué piensas escribir?―Esa pregunta retumbó en su cabeza, sin embargo luego decidiría. Optó por restarle importancia y cambiar el tema de conversación.

―¿Veremos películas en mi casa este jueves?―Preguntó buscando confirmación de su parte.

―Sobre eso... ―Hizo una fina línea en los labios y carraspeó― Robert me invitó a salir el jueves a un restaurante y oportunidades como esas no las puedo desaprovechar, ¿me entiendes? Dime que lo haces... Tú y yo podremos ver una peli la semana que viene... ¿No te enojas, cierto?

No, en realidad no podía enojarse con su mejor amiga ni aunque lo deseara, así que no quedó de otra más que aceptar su petición con una mueca alegre que no alcanzó sus ojos.

―Eres genial―besó su mejilla como en forma de agradecimiento―, al mediodía iré a almorzar Robert y algunos compañeros, ¿te apetece venir?

Declinó casi al instante; antes de retirarse intercambiaron un par de palabras más, y tal como dijo se fue a almorzar con su novio y compañeros. Ese mismo día Mónica pidió permiso para retirarse temprano, evitando trabajar en el turno de la tarde. Se fue a hacer las compras de víveres que necesitaba para su casa y cuando regresó, las dejó todas sobre la mesa del comedor.

Apoyó la espalda detrás de la puerta y se dejó caer hasta llegar al suelo. Vivía en un edificio en West Villague, pequeño... Demasiado pequeño, pero muy costoso su alquiler debido a la zona. Desde que se independizó todavía no arreglaba el piso, todo estaba desordenado y apenas sí dejaba algo de espacio para caminar.

Sintió el vibrar del celular entre los bolsillos de su pantalón, lo sacó y en la pantalla se mostraba el nombre de Ariel en un whatsapp. «Sigo sin entender xq no qisiste venir». Seguido del mensaje, llegó una foto de ella bebiendo junto a su combo de amigos.

«Sabs q a mi no me gustan esas salidas». Respondió.

«Te echo d menos):».

Pffs. Como si en realidad la extrañara. Tomó el partido deignorar el mensaje y pasar una hora y media de su vida en compañía una lapelícula protagonizada por Tom Cruise, pero antes de llegar a la mitad se quedódormida

Amor Por Contrato | ResubiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora