Capítulo trece

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Umail Lester procedía de un linaje latino, específicamente de Manaos, Brasil; su historia no era complicada de contar, menos de comprender, sus padres lo criaron hasta cumplir los siete años de edad, ya que a éstos les había llegado una oferta de empleo en Estados Unidos, la cual aceptaron con prontitud. Después, al éste tener once años lo trasladaron a California. Por fortuna, su proceso de adaptación se volvió sencillo gracias a la versatilidad que mostró frente la sociedad norteamericana de aquellas fechas.

Al empezar la escuela secundaria, le gustaba pasar tiempo con Michael. Sus vidas eran similares, exceptuando el hecho de que los padres de uno seguían siendo pareja a diferencia del otro. Sin embargo, acertaban en cosas como gustos musicales, películas y pasatiempos, cosa que los condujo a formar una vigorosa amistad que en la actualidad se conservaba intacta. Mas, no fue en el instituto donde lo conoció de manera oficial. Visitaba el puerto de San Diego en horas de la tarde, poco faltaba para el anochecer, se conducía al muelle cuando vio un bote flotando, cuyo interior, sobre los bancos de madera, yacía una camiseta arrugada acompañado de un short.

―¿De quién es esto?―Examinó más de cerca el bote.

Estuvo a poco de subirse al momento que, a su costado en el agua, emergían burbujas pequeñas, extrañas efervescencias que duraron cuatro segundos o menos, captando su total atención. Creyó que se trataba de un pez o algo por el estilo, pero abandonó la idea al percibir otra vez los burbujeos perdurando un poco más. ¿Qué diablos... ? Frunció el ceño poniéndose de rodillas, se inclinó con intensión de acercarse, apoyando una de sus manos en el borde del muelle y la otra en el bote. Esperaba mirar un pez saltar, aletear la cola y regresar, pero lo único que encontró fue presenciar la salida la cabeza de un adolescente con rapidez.

―¡Ah!―Gritó y se echó hacia atrás, llevando una de sus manos morenas al pecho, evidenciando lo agitado de su respiración debido al susto que acababa de llevarse.

―¿Quién eres tú?―Preguntó el chico sin quitarle la vista de encima, receloso, cuyo cabello caía mojado sobre su frente.

―Soy Umail Lester―respondió, mientras se levantaba―. ¿Tú quién eres?

―Michel... ―tardó en responder.

―¿Solo Michael?―Negó.

―Michael Harris.

Aunque de esa manera se conocieron, el resto era historia. No obstante, ¿aquel recuerdo funcionaría como pretexto para poder organizar una fiesta en uno de los más caros y fabulosos penthouses de Nueva York? Pues, para su mejor amigo sí lo era. Lo usó en un extenso, lisonjero e innecesario mensaje vía Whatsapp, con la intención de reconfirmar la celebración del cumpleaños de su novia. A veces se ponía tan intenso... Se preguntaría el motivo de su acción, pero al saberlo, sólo se cuestionaba a sí mismo de haber tomado la decisión correcta o no.

«Tal vez no debí ceder mi casa».

«Bueno, quizá aún no es tarde para cancelar el evento»

«Es probable que con un par de llamadas, pueda ofrecerle a Umail un mejor lugar»

¡Al carajo!

Meneó la cabeza de lado a lado pretendiendo sacar aquellos pensamientos de su cabeza. ¿Dónde quedó su palabra? Porque si de algo lo identificaba era ser fiel a lo que decía. Pocas veces, en que las circunstancias a su favor se tornaban mínimas, casos que salían de sus manos, cometía fallas, pero jamás faltaba la debida disculpa. ¡Hombre grandioso!

El firmamento se llenaba de nubes grisáceas ese día, dejando atravesar entre ellas pocas haces de luz, sin ser capaz de interpretarse como una amenaza de lluvia. Antes de salir de casa, había visto el señor que anunciaba el clima por las mañanas en la televisión. Condujo al trabajo usando un traje azul marino sin corbata, destilando de igual forma su característica elegancia y formalidad. Al llegar, saludó a su secretaria con un ademán y se disculpó por haberla necesitado para trabajar en un día feriado.

Amor Por Contrato | ResubiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora