Capítulo 27

6.7K 316 18
                                    

Eric

Estaba furioso, otra vez. Y otra vez, así de fácil, Aspen había conseguido cambiar mis emociones en muy poco tiempo.

No sabía si ella quería contarme o no, pero sus murmullos apenas audibles, mientras se abrazaba el vientre y se acurrucaba lo mejor que podía sola, con su mirada perdida y sus manos temblando, fueron lo único que podía oír, y la furia se borró casi por completo para volverse lástima, dolor y tristeza.

Aún estaba furioso, porque la perra de su madre había intentado tantas cosas contra ella, aunque aún no sabía porque, pero ahora entendía lo que Chad me decía. Cada vez que ella quería lastimarla, se comportaba dulce con Aspen y luego la atacaba. Ahora entendía porque ella temía, pero yo no lo haría, yo nunca lo haría. Yo la amaría con cada célula de mi cuerpo y no lo haría por ninguna otra razón más que porque quería.

Cuando terminó de hablar, sus temblores se intensificaron y susurró,— Yo no soy como ella, yo no soy como ella, yo no soy como ella...— una y otra vez. Sus preciosos ojos verdes se llenaron con lágrimas que cayeron con prisa por su rostro y se abrazó el vientre con fuerza.— Yo te amo, Cam, y te voy a amar toda mi vida, no voy a hacerte daño, voy a cuidarte, voy a preocuparme solo por ti. Sí estoy asustada, me asusté muchísimo, no quiero vivir sin ti, no quiero que nada malo te pase, sólo que es más fácil para mí negar lo que pasa, para no tener que pensar en eso, que decirlo. No quiero que por pensar en que casi te pierdo, puedas...— su voz se quebró y su cuerpo tembló mientras lloraba nuevamente. Entonces, levantó la mirada hacia mí...— Eric...

—Lo sé, lo siento, lo sé...— susurré, acercándome para sostenerla en mis brazos, y allí estaba, sosteniendo a mi mujer ahora que no fingía ser indiferente, ahora que me había confesado sus temores y lloraba sus miedos. De ahora en adelante, sabía que aunque ella no demostrara algo, no significaba que no lo sentía. En especial si se trataba de nuestro bebé.

No sé cuanto tiempo pasamos allí, ella llorando, yo sosteniéndola, pero la enfermera se apareció en la puerta y se quedó helada en cuanto vio la situación. Ella iba a protestar, pero supliqué silencio con una seña, pues a Aspen se le habían acabado las lágrimas y estaba dormitando ya.

—Tiene que irse, señor Briggs.— susurró ella, acercándose a mí para revisar algo más en las máquinas. Frunció el ceño cuando sacó un largo papel del monitor cardiaco y me dirigió una mirada mortal.— ¿Por qué se alteró tanto? Y antes de que pueda decir una mentira, quiero que sepa que hay cámaras para la seguridad de los pacientes.

—¿Qué cree que le hice? Aspen es así. Ella resiste sus emociones tanto tiempo que, tarde o temprano, explotan. Su miedo por lo que podía pasar con nuestro bebé hizo eco ahora mismo.— la dejé bien cubierta y acaricié su dulce rostro cansado y dormido.— Lloró un buen rato y creo que fue lo mejor, podría haber sido peor.

Su ceño se frunció aún más, pero pareció aflojarse finalmente. Suspiró y ajustó la IV, que poseía vitaminas para estabilizar a Aspen, y que ya casi se acababa.— Será mejor que se vaya, señor Briggs. Puede regresar más tarde.

—Disculpe señorita, pero esta mujer es mi esposa. ¿Qué tipo de esposo sería si la dejara aquí sola?— pregunté, depositándome en la silla junto a Aspen y sujetando su mano.

—Debemos cuidarla, y los ataques nerviosos y emocionales a causa de emociones reprimidas sí podría ser peligroso para la salud de su esposa y de su bebé, de seguro el doctor le recomendará terapia. Pero usted no ayudará estando aquí.— gruñó, era casi como si no creyera que yo no había hecho nada para alterarla.

Si íbamos a echar culpas, toda la culpa caía sobre los hombros de su madre, ella la había lastimado toda su vida, por una razón que solo ella y Aspen conocían; y su padre, que había descuidado a Aspen porque un nuevo hijo venía en camino. Sus hermanos eran culpables, porque apoyaban a su madre. Yo era culpable, también, porque no podía demostrarle que podía confiar en mí, porque no le cedí el beneficio de la duda y la obligué a confesar sus temores, a pesar de que ignorarlo era su manera de superarlos. Y también era Aspen culpable, por no confiar en mí, por no ceder algo de su propio control para permitirme preocuparme por ella. Por no confiar en sí misma.

Sonríe, y dí que me amas (Sonríe y dí que me amas #1) [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora