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Vayas donde vayas siempre hay un gilipollas dispuesto a decir en voz alta: no es que amí no me gusta la poesía. Y quedarse tan ancho. ¿No me gusta la poesía? ¿Has escuchado a alguien que diga, no me gusta la música, paso del cine, me aburre la pintura? Puedes detestar el reggaeton o dormirte con el jazz, ser incapaz de tragarte una película de miedo o vomitar con las comedias románticas. Puedes mearte en un cuadro de Miró o bostezar frente a las Meninas de Velázquez. Pero siempre se le concede el derecho a la oportunidad a cualquier arte, porque nunca sabes cuando te van a pillar por los huevos para hacerte estremecer con su embestidad. Nunca sabes cuándo va a posarse sobre tí y anidar follándote hasta que no puedas pensar en otra cosa. En eso consiste al final. Y sin embargo, hay tantos y tantos que dicen sin ruborizarse que no les gusta la poesía que casi da rabia, joder, que te cabrea hasta ese punto en el que amenazas: te vas a enterar tú y todo tu mundo de notienesniputaidea que vas abanderando.

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