Mikaela había salido corriendo de la habitación para darle el encuentro a los paramédicos, sin importar mis protestas. Traté de detenerlo, pero me suplicó que me quedase recostado sobre la alfombra hasta que volviese con ayuda.
Ni bien se marchó, entré en pánico. No podía permitir que me examinen y se den con la asquerosa sorpresa que me había corrido en mis calzoncillos. Me incorporé, limpiándome el resto de sangre que había brotado de mi nariz y me salí de su recámara para volver a la mía. A unos cuantos pasos más, llegué a mi puerta y rebusqué mi tarjeta en mis bolsillos.
—¡Ah! —gritó una voz femenina.
Al volverme hacia la joven, la vi aferrándose a su enamorado, quien me miraba de la peor forma. Me contemplaron de pies a cabeza con una expresión de disgusto y confusión. El muchacho se colocó frente a ella y avanzó con un amenazante gesto. Aterrado de que se fuese a quejar con mi supervisor, me di media vuelta y huí apresuradamente.
—Mierda, mierda... —resoplé, regresando al cuarto de Mikaela. Me encabronaba que todo estaba saliendo tan mal. Mi ropa estaba manchada de aquella rojiza sustancia y tenía mi semen desbordándose, cayendo por mi pierna hasta mi media.
Por un momento, consideré en asearme rápidamente y coger cualquier prenda de Mikaela. A un par puertas, el ascensor se abrió y varios uniformados ingresaron trotando. Aproveché ese segundo para esconderme bajo el marco de una de las puertas. Mikaela iba detrás de ellos cuando me asomé. Mientras que ellos me buscaban, me pasé de puntillas para llegar al elevador y perderme en el sótano. Cuando machuqué el botón, el ascensor estaba volviendo desde el lobby.
—¡Vamos, vamos! —gruñí, apretujando la flecha.
—¡Yuichiro! ¿Yuichiro, dónde estás? —Podía escuchar su voz, acercándose.
El timbre sonó y las puertas se abrieron.
—Hemos pensado que estaría interesado en conocer a uno de nuestros mejores empleados para que vea el nivel de capacitación que le hemos brindado, pues... —Guren no finalizó su oración.
Mi supervisor había tenido visita de un gran número de gerentes, quienes se habían conglomerado en aquellas diminutas cuatro paredes para dirigirse a la oficina central, la cual estaba en el último piso. Todas sus miradas se posaron en mí. El semblante de Guren me daba indicios que quería aniquilarme.
—¿Es uno de sus empleados? —preguntó una de las cabezas con ligera sospecha.
—¡Por supuesto que no! —me negó—. Parece que tenemos un huésped en problemas —trató de barajarla al notar que no vestía mi uniforme, pues era mi día libre. Guren se volvió hacia ellos, impidiendo que las puertas se cierren—. ¿Necesita ayuda, querido huésped? —inquirió con falsedad, raspando sus dientes.
—¡No, no! No se preocupe —balbuceé, retrocediendo—. Tuve un pequeño traspiés en el pasadizo. Ya me iba a mi habitación a asearme.
Guren salió marchando y me tomó del brazo cuando intenté huir.
—Permítame acompañarlo —ofreció, cogiéndome con firmeza—. Le podríamos brindar un lavado exclusivo para su polo y... —su mirada se paseó hasta abajo—. Sus pantalones.
Había una gigantesca mancha cerca de mi bolsillo izquierdo. Me quería morir.
—¡Yuichiro! —chilló Mikaela, apareciéndose con los paramédicos y todos sus instrumentos—. ¿Dónde te metiste? ¡Te pedí que no te movieses! —agregó, dirigiéndose a los de la ambulancia—. El recepcionista es el que necesita ayuda. Justamente está con su supervisor.
Todos lo escucharon. Y para empeorar la situación, la pareja con la que me había encontrado, los huéspedes del octavo piso, Kimizuki y su carrito de limpieza, Krul y mis compañeros de trabajo que acababan de salir del otro ascensor; habían llegado justo a tiempo.
—Esto no puede empeorar... —gimoteé.
Las puertas de metal de emergencia se abrieron de golpe, ganándose las miradas de todos los presentes. Otros uniformados caminaban a zancadas con sus armas muy cerca de su sien. Ellos me apuntaron.
—Usted, apártese del sospechoso —le indicaron a Guren.
Guren retrocedió.
—¡Manos arriba! —gritó otro—. Nos han informado que un sospechoso andaba por el piso, ensangrentado... —Él pegó sus labios a la radio—. Parece ser un drogadicto. Una sustancia blanca está cayendo sobre la alfombra. Iré a confirmar.
No me podía estar pasando esto. No aquí. Los demás policías seguían apuntándome cuando el mismo hombre se me acercó y se puso de cuclillas.
—Da un movimiento en falso y lo pulverizaremos —advirtió, llevando su índice al charco de semen. Antes de que pudiese protestar, se lo llevó a la boca y se relamió—. Es una contextura espesa y salada. No parece cocaína.
—No es marihuana ni cocaína... —musité.
El oficial se levantó y me apuntó.
—¡Qué es! ¡Responde!
Tenía dos opciones. Admitía que era mi semilla o dejaba que me lleven a la cárcel.
—Ssemen...
Y ni bien confesé, sentí una fuerte ventisca que provino de uno de los ventanales, más el potente sonido de un motor. Las hélices de un helicóptero aparecieron y la luz del flash nos cegó.
—Estamos aquí para el Canal 9, pues se dice que uno de los mafiosos más grandes de cocaína se está hospedando en este hotel. Parece ser ese muchacho de ahí, de cabellera azabache, rodeando por varios policías —informó la reportera—. Se ve demasiado joven como para ser un mafioso.
Uno de los policías se acercó, agitando sus brazos.
—¡Falsa alarma! ¡No es cocaína! ¡Es semen!
—¡Por dios, nos están informando que no es cocaína —chilló ella—. ¡Qué dijo que era! ¡No lo escuchamos bien por el motor! —agregó, mirando su teléfono—. ¡Y parece que nos han dado la identidad del chico! ¡Su nombre es Yuichiro! Pueden ver su foto en pantalla.
—¡Dije que es semen!
—¡S—E—M—E—N! —intervino otro.
No solo me había humillado frente a las autoridades, mis futuros jefes, mi pareja y huéspedes. Me había humillado a nivel nacional.
—¡Es una falsa alarma! Aparentemente, es semen. Por favor, volvemos al estudio de inmediato —gritó ella, haciendo una seña para cortar la toma.
El helicóptero se fue al igual que mis ganas de vivir.
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Mikaela Hyakuya y el chico del 804
FanficYuichiro, un joven empleado de un lujoso hotel de cinco estrellas, tiene un secreto: los dioses lo han maldecido; o eso murmuran las mucamas. Pese a hospedarse en el mismo recinto con refinadas meriendas, Yuichiro tendrá que batallar con los huéspe...