Cuarto 9

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Como era de esperarse, el chisme se había ido por todas las áreas del hotel. Y no había salido de la boca de Krul. Esa misma noche, cuando salí esperanzado en que me parte un trueno o que la misma alfombra me tragase, Guren había estado rondando por los pasadizos y me vio llorando a mares. Para empeorar la situación, Mikaela había salido a mi rescate y ambos se chocaron.

—No puedo creer que uno de los chicos de limpieza haya visto todo —gruñí, golpeándome la frente con la madera del mostrador—. Y ese hijo de puta de Kimizuki tuvo que contarle al departamento entero.

—Relájate. Nadie sabe lo que pasó, querido —me aseguró Krul, suprimiendo su risa—. Tómalo con calma. Tirarse un pedo frente al amor de tu vida es algo muy natural.

—¿Cómo voy a relajarme cuando la mitad del continente anda especulando que fui rechazado por el cliente más apuesto de la faz de la tierra? ¿Qué puedo hacer? —chillé, recostándome sobre el teclado—. No tengo suerte en el amor, no tengo mucho dinero, soy una vergüenza nacional.

Continué gimoteando, chancando mis puños sobre el tablero. Krul siguió en silencio.

—¿Me estás escuchando? ¿Krul? —la llamé, malhumorado—. ¿Hola? ¿Estoy hablando solo? Te estoy pidiendo ayuda porque no creo poder ver a Mikaela a la cara, nunca más. Debe de pensar que soy un cerdo.

—Los cerdos no son tan bonitos como tú. Aunque tengo que admitir que esa flatulencia me tomó desprevenido —contestó la voz.

Reconocí su tono y me negué a levantar la vista. Cogí uno de los folletos que teníamos para visitas turísticas de la zona y me cubrí el rostro ni bien me incorporé.

—Querido huésped, espero que tenga la amabilidad de esperar a que uno de mis compañeros lo atienda —repliqué monótonamente, repitiendo el protocolo. Me retiré de mi asiento y retrocedí lentamente para perderme en el cuarto del conserje—. En breve, los atenderemos. Esperamos que esté disfrutando de su estadía. Si desea mayor información, comunicarse con...

Mikaela me sujetó de la muñeca, arrastrándome para adelante. Cuando el papel cayó de mis manos, lo vi con medio cuerpo sobre el mueble.

—Quiero comunicarme contigo, Yuichiro —dijo sonriente, sin soltarme—. A menos que quieras que pida el libro de reclamaciones.

—¡No serías capaz! —aullé, cediendo—. ¡Y pensar que eras un hombre correcto! ¿Me está chantajeando, señor Hyakuya?

—Chantajear es una manera muy fea de ponerlo —me aseguró con fingida inocencia—. Yo diría que es una invitación a una segunda cita con la condición de no negarte, mi querido recepcionista.

Arrugué la nariz ante la oferta. Ni en mis más locos sueños me imaginé que quisiese otra cita conmigo después de lo que ocurrió hace dos noches. Lo había estado evitando a toda costa. Había deseado y soñado con que desapareciese, pero no fue así. Tenía a Mikaela frente a mí con dos boletos en mano.

—Estoy de turno —contesté cortante—. Querido huésped.

—Terminas a las 5PM, ¿no es así?

—¡C—cómo lo sabes! ¿Quién te dijo mi horario de trabajo?

Su índice se posó sobre un supervisor muy feliz, contando un fajo de billetes. Guren acomodó el dinero, doblándolo y se lo metió a su saco. Cuando nuestras miradas se cruzaron, él achicó los ojos y me mostró su mano con los cinco dedos alzados, luego me señaló el reloj y a Mikaela.

—Tienes su bendición —canturreó Mikaela, soltándome—. A la hora en punto, subes a tu habitación, te cambias y nos vemos en el lobby media hora después.

—No te he dicho ni , ni no —ladré indignado—. Te he dicho que no soy ese tipo de muchachos —refunfuñé, cruzándome de brazos—. No iré. Me considero un chico honesto, trabajador y educado. No caeré en ninguna trampa para ir a una cita contigo.

—Comeremos curry en el mejor restaurante japonés de la ciudad e iremos al cine a ver la última película de Marvel.

La propuesta era muy buena para ser verdad

—B—bueno —accedí—. Comer curry suena bien.

Tenía una cita con Mikaela y no me lo podía creer.

Mikaela Hyakuya y el chico del 804Donde viven las historias. Descúbrelo ahora