Capítulo 22: Parte 2

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Capítulo 22. Parte 2.

¿Se podría decir que el hecho de tener a un chico que no es ningún familiar, ni siquiera un amigo, en tu cuarto, sentado precisamente en tu cama, no necesariamente se debe porque hicieron cochinadas?

Aunque, me hubiera encantado que así hubiera pasado...

Pero no, porque el niño se puso a ver televisión y al salir de mi armario lo pillé cantando la canción de entrada de una serie animada.

¡Es hora de aventura! ¡Llama a tus amigos! ¡Vamos a tierras muy lejanas, con Jake el perro y Finn el humano!... ¡Y diversión siempre tendrás! —Chad tenía los brazos levantados cantando con euforia y al verme ambos nos pusimos a reír.

—¿Qué te pasa? ¿No fuiste niño acaso? —pregunté apagando la televisión, el ruido de la fiesta era lo suficientemente tolerable como para agregarle el de la tele a todo volumen.

—¡Vil amargada! Dejadme sacar al niño que llevo dentro—contestó cruzándose de brazos y realizando un mini-puchero—. Además, que esa es de las pocas series de hoy en día que vale la pena.

—Sí, sí, ya vámonos—le dije con una sonrisa burlona, pero no se levantó de la cama—. ¿Qué esperas?

—¡No es mi culpa que hayas tardado tanto en cambiarte! —respondió mientras se peinaba con los dedos el cabello castaño, se había quitado el suéter y solo quedó con una camiseta verde oscuro que combinaba a la perfección con esos ojos tan cautivadores—. Pero, te ves muy guapa, Mad.

Intenté disimular el sonrojo que sus palabras causaron, apartando la vista y viendo mi atuendo: Un vestido corto de diseñador, de un azul eléctrico que contrastaba con mi maquillaje y zapatos negros de tacón un poco altos, atuendo perfecto para una noche de fiesta.

Abrí la puerta para encontrarme con Verónica apunto de tocarla, me sonrió y tomó mi mano jalándome un poco hacia ella. —Te tardaste demasiado y se supone que eres la anfitriona de la noche.

Me encogí de hombros y antes que pudiera abrir la boca para llamar a Chad, él ya estaba detrás de mí.

—¿Estás segura de que mi presencia no molesta aquí? —me preguntó él. Me recosté en su pecho y le quedé viendo directo a sus ojos con una sonrisa.

—Eh, ¡El rarito no es estúpido! Qué bueno que lo sabes, ahora, te puedes retirar—intervino Vero, la fulminé con la mirada y estuve tentada a sacarla a ella de mi casa.

A pesar de ser alta, uno setenta y seis, él lo era más, y ni usando tacones lograba alcanzarlo, por lo que tuve que ponerme un poco de puntillas para besar su mejilla de una forma coqueta.

—No le hagas caso a esta envidiosa, de hecho, tu presencia es de las pocas que son bienvenidas para mí en esta noche—confesé volteando a ver a Verónica al decir lo último, ella alzó una ceja y abrió la boca en sorpresa y murmuró una grosería.

—Ya qué, ¿Nos vamos? Te están esperando—gruñó Vero tomando camino, la seguimos y al bajar las escaleras varias chicas se acercaron a mí para halagarme o desearme un feliz cumpleaños, algunos chicos me invitaron a bailar, pero rechacé su oferta porque no quería dejar al chico de los audífonos solo.

Recorrimos todo el lugar donde estaban las personas, él intentaba socializar, pero era pésimo para eso...

—No puedo hacerlo—Se rindió cuando no pudo decir más de un simple "Hola" a un par de chicas.

El chico de los audífonos. [Borrador].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora