Capítulo 41: ¿Escuché a su estómago "gruñir"?
Chad.
Me mordí la lengua y asomé la cabeza por el telón. La escuela Wenwich era reconocida por tener uno de los mejores teatros escolares, con capacidad para cientos de personas y un escenario terriblemente grande, con un considerable espacio por debajo que ocupaba la orquesta, y tener de las mejores presentaciones escolares, por eso tanta presión y preparación anticipada para dos funciones únicamente. En ese instante el lugar comenzaba a llenarse, y visualicé a mi familia junto a la de Maddie entre las primeras filas.
El año pasado la obra estelar fue una adaptación de "Caperucita Roja" en un estilo moderno propio del director, el profesor Villepin. Sonreí nostálgico al recordar a Maddie en tal papel y lo bien que actuó.
Después que ella despertó, no pude sentirme más feliz y aliviado de tenerla de vuelta, una dicha que me complementaba y provocaba que fuera más agradecido con lo que tenía en mi vida.
Además de la felicidad y la tranquilidad que trajo su regreso, mi apetito feroz también había regresado por el doble. Por lo que decidí ir a comprar a una máquina expendedora algo de comer o tomar, ubicada en el pasillo vecino al que daba a la entrada trasera del teatro.
Me escabullí entre el montón de chicos alocados y ocupados de forma que nadie me notara porque sabía que la obra estaría a punto de comenzar en media hora aproximadamente, y me querrían cerca, pero en serio que tenía hambre.
Mi hambre le ganaba a cualquier "paciencia". Ya fuera del teatro, corrí los más rápido que pude, sintiendo un tanto el peso de no estar en forma, doblé en el pasillo derecho para visualizar una máquina de dulces y bebidas, y con más ahínco saqué un billete y lo alisé, intenté que entrara en la máquina, pero ésta lo rechazó, seguí intentando y cuando por fin la maldita cosa aceptó el billete, elegí tres barras de chocolate y un refresco de naranja.
Cuando tomaba el cambio, alguien con voz profunda a mis espaldas canturreó: —Oh Romeo marica, que glotón, ¿dónde estás? Oh ya lo veo...
—Que imbécil—replicó una voz menos grave que reconocí—. ¿En serio era necesario lo de "¿dónde estás?", siquiera? Es obvio que lo ves, no seas tarado.
Antes que pudiera darme la vuelta para visualizar a mis acompañantes, uno de ellos me tomó por los hombros y tapó mis ojos con su mano gigante, me arrastró a pesar que me opuse, pero al parecer él era mucho más fuerte que yo, alguien me golpeó en la entrepierna, acto que me debilitó en mi intento de oposición y les fue más fácil llevarme adonde sea que me lanzaron, mi espalda chocó con una cubeta vacía y varios palos—de trapeadores y escobas—me cayeron en la cabeza, pero eso fue lo de menos, yo solo pude concentrarme en el dolor en mi entrepierna, joder, seguro esos imbéciles me habrán dejado sin descendencia de tanto que me dolía.
Me sobé y alcé la vista en el momento justo que ellos cerraban la puerta, solo alcancé a ver a más de seis, sin reparar en sus rostros.
—Y no te preocupes por tu Julieta, esa perra tendrá a un mejor Romeo, al que debió tener en un principio—bufó una voz burlona.
Varias risas escandalosas se escucharon y antes de irse, el de la voz profunda gritó: —Hey Romeo marica, esta es mi venganza, a ver si sales de esta, Gedemer gay.
Pensando y analizando, deduje que fueron una combinación entre los matones del equipo de fútbol americano y los de vóleibol, que el de la voz profunda era el tal Acher, y el otro que habló era parte del equipo de vóleibol, reconocí su voz porque fue uno de los que me trataron como basura en el pasado, y el que me golpeó en la entrepierna no tuve idea de quién hubiera sido, ¿el nuevo capitán de vóleibol o el propio Acher? No sabía y ni me importaba. Aunque sentí una extraña nostalgia, o más bien el sentimiento de "Déjà vu", porque años atrás tuve temporadas donde era normal para mí el ser tratado como menos por los demás de su tipo, a que me golpearan o encerraran en armarios de conserje e incluso el clásico de meter la cabeza en el escusado, por eso es que papá con más razones me obligó a tomar clases de defensa personal, por eso preferí aislarme del mundo, excluirme, me gustaba ser invisible, no resaltar, porque si resaltabas, te arruinaban... Yo por eso preferí a la fantasía, por eso elegí a la música, al arte y el tener la mente en otra parte que en la realidad.
ESTÁS LEYENDO
El chico de los audífonos. [Borrador].
Teen FictionNunca se quitó esos malditos audífonos. Ni cuando por primera vez en toda mi vida, me atreví a hablarle, los tenía puesto y me ignoró. Nadie antes lo había hecho. Siendo algo irónico, ÉL es el marginado, y únicamente a MÍ me ignora. Como si...