Prólogo.

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Madrid, España

*** Hotel, Habitación 406 ***

Contemplo la vista desde lo alto de la lujosa habitación que mi buen amigo me ha conseguido. Ver la ciudad iluminada extenderse a mis pies me hace sentir nuevamente invencible como lo creí ser alguna vez. Una amarga sonrisa se dibuja en mi rostro ante el recuerdo, y dándole un buen trago a mi copa me alejo de la ventana, eliminando los turbios pensamientos que de pronto se agolpan en mi mente. El licor acaricia, y quema mi garganta a la vez que disfruto de su amargo sabor como hace tanto no lo hacía. Intento relajarme, hundiéndome en uno de los sofás, antes de la importante cita que me espera esta noche pero no puedo. Al cerrar los ojos no logro alejar de mí la imagen de ella.

-Ella...- murmuro en un susurro que resuena en la espaciosa habitación.

Cómo tantas veces en los últimos años, se presenta en mí solo para atormentarme, para recordarme lo imbécil que fui al amarla. La rabia y el rencor se apoderan de mí, impulsándome a lanzar la copa contra la pared y haciéndola estallar en mil pedazos. No puedo contener la ira que desata en mí su mero recuerdo y resoplo con fuerza enfadado al pensar en su traición hace exactamente quince años. Por quince largos años viví privado de mi libertad, pagando por un crimen que no cometí y aunque le juré ser inocente ella me abandonó sin creer en mí. Yo que era su marido y el hombre al que había jurado amar hasta la muerte.

-Mentirosa...

Respiro profundo al notarme alterado en un intento por tranquilizarme. Conozco a Luciano y si me encuentra así, volverá a insistir con que no es buena idea llevar a cabo lo que tengo en mente. No le doy la razón, pero sé que está en lo correcto. Por años, no solo ha sido mi abogado sino mi confidente también y a él, precisamente, es a quien le debo mi libertad. Se esfuerza demasiado por convencerme de olvidar el pasado, y empezar una nueva vida lejos de todos aquellos que me hicieron tanto daño, pero sus consejos siempre terminan siendo en vano. Estoy libre, y dispuesto a recuperarlo todo. Solo así, lograre calmar esta sed de venganza que por años he mantenido encerrada dentro de mí.

Todos aquellos cobardes que se decían mis amigos, mis propias tías y mi mujer no solo borraron mi imagen ante mis hijos sino mi recuerdo también. Para ellos, no soy nadie. Todos se han encargado de construir una vil mentira que me ha arrebatado la posibilidad de presentarme ante ellos como su padre.

-Mis hijos...- digo en un susurro, sin evitar sonreír con un poco de tristeza al imaginar lo grandes que deben ser ahora.

Acaricio la fotografía que he conservado y mantenido conmigo durante mi encierro. Con ella, aguardando la ilusión de algún día volver a verlos, de volver a abrazarlos y escucharlos decirme "papá". Eran tan pequeños cuando me alejaron de su lado. Cuando me arrancaron de sus vidas creyendo que sería para siempre. Héctor. Estrella. Mis hijos. Podría tenerlos frente a mí ahora mismo y ser incapaz de reconocerlos y todo, gracias a su madre. Todo gracias a María.

-Mi María...- murmuro con un suspiro, arrepintiéndome al instante por llamarla de esa manera.

Aquellos infelices en la prisión destruyeron la única fotografía que guardaba de ella. Pero no la necesité. Nunca la necesité para conservar su recuerdo. Su imagen la he llevado grabada en mi mente y ni el paso del tiempo ha sido capaz de arrancarla de ahí. Su aroma, su piel. Todo perfectamente grabado en mis sentidos. Mi nostalgia de pronto se transforma en odio al recordar su cruel abandono. En mil pedazos destrozó mi corazón... Y como la copa que ya yace esparcida por el piso, el daño que María me hizo resultó irreparable. Ni todo el arrepentimiento del mundo me hará olvidar. Jamás olvidaré su traición... Jamás, y esta noche... Está noche marcará el inicio de mi venganza.

-Implorarás mi perdón María... Te hincarás ante mí suplicando clemencia y no me apiadaré de ti... Eso lo juro... Querida...




*** Penthouse Fernández 626 ***

Los recuerdos se agolpan en mi mente mientras admiro la brillante luna desde la terraza de mi apartamento. La noche es tranquila, llena de estrellas, casi perfecta. Pero hace quince años, en una noche como esta, lo miré por última vez. Quince largos años he vivido sin él y aun así mi mente se niega a olvidarlo. Las lágrimas se apoderan de mí humedeciendo mi rostro al caer y respiro profundamente sintiendo el ligero viento acariciar mi piel. Yo también fui condenada aquella vez. Condenada a recordarlo y obligada a tener que vivir sin él.

-¿Por qué?- ruego al cielo, esperando por una respuesta que sé muy bien jamás obtendré.

Los remordimientos se hacen cada vez más presente y ante ellos dudo si habré hecho bien en abandonarlo. Esteban me juró ser inocente. Me suplicó que le creyera pero no fui capaz de hacerlo. Demasiadas cosas lo acusaban. Principalmente, que Patricia era su amante y eso me dolió más que nada. Era mi amiga, y él mi marido. Recordarlo ahora me enfurece aun después de tantos años. Fue él quien me traicionó. No yo. Patricia estaba embarazada, esperando un hijo suyo y él... La mató.

-La mataste...- murmuro con temor.

Cierro los ojos y suspiro al sentir un escalofrió recorrer mi cuerpo. A Esteban le debo lo más bello que he tenido en la vida pero también lo más amargo. Lo amé más que a nadie, me entregué a él, y me engañó. Con el paso de los años me he resignado a vivir atormentada por un pasado que, por más que intento, no logro olvidar. No ha habido nadie más en mi vida... Hasta ahora. Tal vez esta nueva ilusión me ayude a pensar diferente. Tal vez el hombre que dice amarme esté en lo correcto y lo que necesito es darme una verdadera oportunidad a su lado. Es mi única esperanza de volver a sentirme viva, plena... Él, es mi única esperanza.

-Gerardo...

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