Capitulo XVI

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Capitulo 16

*** Oficina de María, Empresas San Román ***

Busco entre varios documentos alguna pista que me ayude a dar con la residencia de Servando. Tal vez ganándome su confianza lo lleve a delatarse a sí mismo. O delatar a Alba, o a quien sea que haya sido capaz de aquel crimen. Nada. Parece que, al abandonar las empresas, Servando se aseguro de que no quedara rastro de sus datos personales. Muñoz... El investigador Muñoz debe saber en dónde puedo encontrarlo.

-Adelante...- exclamo en respuesta al llamado a la puerta.

-Buenas tardes, María...

-Sea lo que sea que necesites, pídeselo a Alma... Estoy bastante ocupada, Demetrio...

-Tranquila... Alma no está en su escritorio y vengo en son de paz...

-Eso lo dudo... ¿Qué quieres?- pregunto, sin sentir nada de culpa por hablarle como lo hago.

-Avisarte que mañana tengo una cita con un posible inversionista y como condición ha pedido que estén tu o Esteban presente...

-Espero que esto no se trate de otra de tus artimañas...- advierto.

-No te entiendo...- asegura, pero su rostro lo delata, nunca ha sabido mentir.

-No hace falta que lo hagas... Me entiendo yo y con eso basta...

-Yo no soy tú enemigo, María ni de Esteban...

-Pero tampoco eres nuestro aliado...- respondo.- Tú tuviste mucho que ver en aquel juicio que condeno a mi marido... No luchaste por probar su inocencia y yo no puedo más que preguntarme si lo hiciste al propósito y con qué fin... Ahora si me permites...- concluyo, indicándole hacia la salida.

Demetrio accede a mi petición, un poco sorprendido y decepcionado a la vez tras no lograr intimidarme como antes. Como todos ellos lo hacían antes. Reflexiono un momento en mis intenciones de conversar con Servando y siento culpa. Culpa de pretender ocultarle eso a Esteban. Eso y lo de la atracción que ese despreciable ser siempre sintió hacia mí.

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*** Habitación, Mansión San Román ***

"Es usted..."

Las palabras de Héctor resuenan en mi mente. Lo miro y él me observa, expectante por una respuesta de mi parte. Respuesta que aclare sus dudas y soy consciente de lo que eso implica. Decir la verdad.

-No se quede callado, señor... Por favor, diga algo...

-Héctor, yo...

Dudo un momento. Temo su reacción, pero al verlo, comprendo que tiene el derecho de saber. Mi hijo ya no es un niño sino un hombre y eso me enorgullece y entristece a la vez. Le invito a tomar asiento frente a mí, en silencio solo apuntando con mi mano y él accede.

-Yo... Conocí a María hace poco más de veinte años...- comienzo.- Yo llevaba el mando de la empresa que me habían heredado mis padres y ella era mi secretaria... Me enamore de ella...- confieso.- Y yo me sentí el hombre más dichoso al enterarme que ella sentía lo mismo por mi...- agrego, sin evitar esbozar una sonrisa al recordar aquel inolvidable momento.- No paso mucho tiempo antes de que decidiera que quería a María como esposa y le propuse casarnos...- digo, sabiendo lo que esa verdad conlleva.- Ella acepto... Héctor, si esto es difícil de escuchar para ti podemos...

-No...- niega, limpiando lo que sé son lagrimas apunto de caer de sus ojos.- Siga... Necesito saber...- exige, y no hago más que asentir tras su petición.

Condena De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora